En La Tercera
ARGUMENTOS: EL BLOG DE GONZALO MARTNER
sábado, 22 de febrero de 2025
¿Nuevos recortes de gasto público'
lunes, 20 de enero de 2025
Oligarquías
En su discurso de despedida de la presidencia de Estados Unidos en 1961, el presidente saliente y ex general Dwight Eisenhower advirtió sobre los peligros de lo que llamó el “complejo industrial-militar”. En sus palabras: "nuestro trabajo, los recursos y los medios de subsistencia son todo lo que tenemos; así es la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sea buscadas o no, por el complejo industrial-militar. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos".
En su propio discurso de despedida la semana pasada, Joseph Biden se refirió al surgimiento de lo que llamó un “complejo tecnológico-industrial": “quiero advertir al país de algunas cosas que me preocupan mucho. Y esa es la peligrosa concentración de poder en manos de muy pocas personas ultrarricas. Hoy en día, una oligarquía está tomando forma en Estados Unidos, de extrema riqueza, poder e influencia que literalmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas”.
Se trata de expresiones algo melancólicas al momento de salir del poder, luego de obtenerlo y ejercerlo, que dan cuenta de una realidad de la que ambos presidentes han formado parte: el carácter oligárquico del control sobre el sistema político y mediático en Estados Unidos, el que emana inevitablemente de la alta concentración del capital y de la economía.
Esto se acentuó en el período reciente. Según Bloomberg News, durante los cuatro años de la presidencia de Biden, la riqueza de los 100 estadounidenses más ricos creció en un 63%. El crecimiento del PIB fue de 28%. Esta persistencia de la tendencia a la concentración la simboliza una figura central del “complejo tecnológico-industrial”, Elon Musk (Tesla, SpaceX, X), que pasó de apoyar a los demócratas a ser un aliado fundamental de Trump. Multiplicó su patrimonio por dieciséis: sumaba $25 mil millones en 2020 y alcanzó más de $415 mil millones en 2024. Por su parte, el de Mark Zuckerberg (Meta), una de cuyas empresas acaba de censurar en Chile al periodista Daniel Matamala, se ha casi cuadruplicado, mientras el de Jeff Bezos (Amazon) se ha duplicado, el mismo que acaba de censurar una caricatura suya en el diario del que es dueño, el Washington Post, lo que implicó la renuncia de su autora.
Se podría considerar que se utiliza la noción de oligarquía con fines retóricos, pero en este caso alude de manera precisa aquel orden que se rige por el principio de bloqueo del interés general en su propio beneficio por parte de una minoría que concentra una parte determinante del poder económico, político y mediático (ver "Oligarchy", Jeffrey Winters, Cambridge University Press, 2011). Esa oligarquía seguirá confrontándose con la democracia en Estados Unidos y en el mundo, como el sociólogo Göran Therborn señaló tiempo atrás (LOM, 2019): "siempre ha existido una distancia y una tensión entre capitalismo y democracia, porque los capitalistas siempre han sido una minoría. A lo largo de la historia se han construido puentes a modo de compromisos, donde se han protegido los derechos de propiedad a cambio de derechos sociales, pero en este nuevo escenario todo eso se está erosionando".
El gobierno de Trump no solo mantendrá el peso sistémico de la oligarquía, sino que será directamente lo que la Real Academia Española define como "plutocracia": aquella “situación en la que los ricos ejercen su preponderancia en el gobierno del Estado”. Se trata de un dominio más masculinista, represivo, nacionalista y expansivo que nunca, con más resortes de poder y con un fuerte arraigo en el capitalismo financiero y de plataformas tecnológicas, que dejará potencialmente una todavía mayor huella de dominación con aristas conflictivas y violentas en el mundo contemporáneo.
jueves, 16 de enero de 2025
Tergiversaciones y sentido del acuerdo en pensiones
Según el acuerdo alcanzado entre el gobierno, el oficialismo y la derecha en el Senado, se producirá un aumento previsto de las pensiones actuales de hasta 2,5 UF mensuales, es decir 96 mil pesos al valor de hoy. El acuerdo permitirá, además, una redistribución de una parte de las cotizaciones hacia todas las mujeres que jubilen para compensar las diferencias en la esperanza de vida entre hombres y mujeres.
Los incrementos de pensiones abarcarán a 2,8 millones de personas e implicarán un aumento de entre 14% y 35% de su valor mensual. El conjunto de cambios previstos aumentará sostenidamente la tasa de reemplazo del salario previo por la pensión a un 70% en diversos tramos de ingresos, especialmente considerando la pensión garantizada universal ampliada. Por otro lado, se terminará con los multifondos, reemplazados por fondos generacionales automáticos que serán menos riesgosos a medida que avanza la edad de las personas que cotizan. El seguro de cesantía cubrirá las cotizaciones en caso de desempleo para evitar lagunas.
Son avances dignos de ser apoyados, aunque sean insuficientes en diversos aspectos, en especial si se es partidario de un sistema de pensiones de seguridad social. Un esquema mejor y viable sería uno compuesto por una pensión básica universal del orden del 80% del salario mínimo, financiada con impuestos progresivos, por una pensión contributiva de reparto, financiada por cotizaciones obligatorias, además de un ahorro personal de carácter voluntario o contractualizado en la negociación colectiva, no sujeto al impuesto a la renta e invertido en fondos privados o públicos y que, incluso, se pudiera retirar parcialmente en ciertas circunstancias. Pero para esa u otras fórmulas no hay hoy mayoría en el parlamento, por lo que lo que se produjo fue una transacción, que es por definición siempre imperfecta para las partes.
En todo caso, la actual oposición debió, después de años de bloqueo, dar curso a algún tipo de mejoría de las pensiones. No podía mantenerse solo en la defensa acérrima de la función parasitaria de las AFP, que no obtienen rendimientos de los fondos ahorrados muy distintos a los de los instrumentos de inversión de largo plazo que se ofrecen en el mercado financiero, mientras se apropian de utilidades excesivas que se descuentan de las pensiones.
El acuerdo alcanzado tiene muchas aristas y será objeto de múltiples interpretaciones. Cabe retener que el total cotizado para pensiones será en el futuro de 18,5% del salario bruto, mientras hoy es de 11,5%. Del 7% adicional previsto por el acuerdo:
- un 4,5% podrá ir a las AFP, pero abriéndose la opción de que vaya a nuevas entidades de capitalización individual, incluyendo una participación del Instituto de Previsión Social en la administración de cuentas. El acuerdo no incluyó un ente público de inversión, que irá en un proyecto de ley separado en marzo.
- un 1,5% irá a aumentar las pensiones contributivas para 2/3 de quienes las reciben (las personas que hayan cotizado al menos 20 años en el caso de los hombres y 10 años en una primera etapa y 15 más tarde en el de las mujeres), aumento que será de 0,1 UF por año cotizado con un máximo de 2,5 UF. En principio durará 30 años, disminuirá porcentualmente en el tiempo y será reintegrado a los que paguen esta cotización bajo la forma de un suplemento del fondo de pensión a través de un bono al llegar al momento de la jubilación.
- un 1% irá a igualar las pensiones de hombres y mujeres con un mismo fondo acumulado, hoy distintas por las diferencias en la esperanza de vida. Esta es mayor en el caso de las mujeres, por lo que hoy se disminuye su pensión mensual en comparación a la de los hombres. Habrá un beneficio mínimo de 0,25 UF mensuales.
Es un avance institucional importante el que, según el acuerdo, el Instituto de Previsión Social (IPS) pueda administrar en el futuro cuentas previsionales y que se cree un Fondo Autónomo de Protección Previsional para las prestaciones del nuevo Seguro Social Previsional, que serán pagadas por el IPS. El Seguro Social gestionará el 1% para compensación por diferencias en la esperanza vida entre hombres y mujeres y el aporte de 1,5% a las pensiones actuales con bono posterior, junto al 1,5% de las cotizaciones del seguro de invalidez y sobrevivencia ya existente. Este último beneficia ("con mi plata si" y desde 1981) a los que se accidentan o enferman o a las familias de los que fallecen jóvenes. Es un seguro pagado por los empleadores y es parte del costo de contratar, como el de accidentes del trabajo, y que beneficia a quienes sufren una enfermedad invalidante o una muerte prematura, lo que puede ocurrir a cualquier trabajador, aunque solo termine abarcando a una parte y la mayoría no reciba beneficio alguno a lo largo de su vida. Es la lógica de la seguridad social ("hoy por ti, mañana por mí"), que también se aplica al financiamiento de las atenciones de salud y en parte al subsidio por desempleo temporal, con cotizaciones que cubren los riesgos respectivos. No obstante, el 4,5% para financiar la invalidez y sobrevivencia y los nuevos complementos de pensiones es una proporción baja de la cotización total de 18,5%, pero es el germen de un nuevo sistema de seguridad social. Este debiera extenderse progresivamente a la opción de gestión de todas las cuentas de cotización obligatoria y de inversión de los fondos por el Instituto de Previsión Social y el Banco del Estado a través del Fondo de Seguro Social (que recibirá para funcionar de inmediato un préstamo del gobierno de hasta 900 millones de dólares).
Las entidades privadas que reciben cotizaciones para la capitalización competirán más, dada la futura licitación del 10% de las cuentas de ahorro existentes cada dos años y la incorporación de nuevos participantes, como las Administradoras Generales de Fondos no bancarias, las cajas de compensación y cooperativas. Esto incluirá la gestión de inversiones y se podrá subcontratar las tareas de administración de cuentas, para lo que se habilita el ingreso del Instituto de Previsión Social en esas segundas funciones, disminuyendo las barreras de entrada. A su vez, se ingresará en marzo un proyecto de ley para la creación de un inversor público, que la derecha se negó a incluir en el acuerdo. Este conjunto reducirá potencialmente las inusuales utilidades de las AFP por cobro de comisiones, aunque ganarán un mercado de 4,5% de cotización obligatoria adicional, salvo que los cotizantes prefieran a los nuevos entes de recaudación e inversión.
Un ángulo de ataque empresarial, y de la prensa que le es dependiente, al que se suma la extrema derecha, es el de los bonos reintegrados por la nueva cotización de 1,5%, gestionada por un nuevo Seguro Social con garantía estatal. El planteamiento de que no existe seguridad de que se paguen esos bonos es extemporáneo, pues no hay otra entidad más segura en materia financiera, en el corto o en el largo plazo, que el Estado. En el Chile independiente nunca ha entrado en cesación de pagos, dicho sea de paso. Se trata, en todo caso, de una fórmula un poco retorcida para evitar que se la denomine de "reparto", sistema que consiste en que las cotizaciones recaudadas en el presente pagan las pensiones mes a mes, a cambio de que la siguiente generación haga lo mismo con los futuros pensionados. Estos, entretanto, adquieren derechos de pensión ("cuentas nocionales") cotizando en su vida activa. Esta modalidad es calificada de "cáncer" por el presidente de la UDI, seguramente porque supone un sistema público. Conceptualmente se trata de lo mismo que cobrar un impuesto para realizar un gasto, en este caso para un fin específico, lo que en sí mismo no tiene nada particularmente especial, salvo que se considere que todo impuesto es un cáncer. El "reparto intergeneracional" es una forma de vínculo entre activos y pasivos para financiar pensiones, que suelen combinarse con ahorros (obligatorios o voluntarios y con descuento tributario en el impuesto a la renta) que se capitalizan. Casi todos los sistemas de pensiones combinan ambos mecanismos, incluyendo en Estados Unidos, junto a una prestación mínima financiada con impuestos, en proporciones y mecanismos variados.
Otro ángulo de ataque es la compensación de género por diferencia de esperanza de vida, que es considerada por algunos como una interferencia en la propiedad privada. Se trata de una medida de redistribución de ingresos en la vejez desde los hombres a las mujeres, la que se justifica por la situación socialmente desmedrada de las segundas, las lagunas de ingresos que provoca la maternidad (los que se oponen a este mecanismo suelen ser paradojalmente grandes partidarios de la promoción de la natalidad) y una mayor esperanza de vida que las lesiona en el cálculo de sus pensiones. No se trata en este caso de "reparto", sino de una forma de solidaridad y no discriminación que la sociedad decide establecer. Por ejemplo, en la Unión Europea está simplemente prohibido todo cálculo actuarial de seguros basado en la esperanza de vida por géneros.
Otra objeción empresarial es el nuevo total de 8,5% del costo salarial de cotización del empleador. Este seguirá siendo inferior a la actual cotización de 10% de cargo del trabajador. Se lee en la prensa: "gremios empresariales advierten efecto negativo del aumento de cotización al 8,5% del acuerdo previsional". Esto no es efectivo, pues el acuerdo señala que habrá una cotización adicional de 7% del salario bruto imponible por parte de los empleadores, que se establecerá de manera progresiva hasta completarse en 9 años, en vez de 6 contemplados originalmente. El 1,5% del seguro de invalidez y sobrevivencia ya existe y es pagado por los empleadores (1,38% en la actualidad, cifra que resulta de la licitación periódica a compañías de seguros). Cabe subrayar que sin cotizaciones suficientes no hay pensiones contributivas con una tasa aceptable de reemplazo del salario previo. Es un asunto de aritmética, hoy agravado por las sustanciales utilidades privadas que se sustraen a las pensiones y que alcanzan un tercio del capital invertido por las AFP al año, una cifra a todas luces inaceptable. La cotización salarial de 10% de 1981 se estableció solo para favorecer el cambio desde las Cajas de Previsión a las nuevas AFP privadas. Las primeras funcionaban con cotizaciones mayores, lo que a la postre redundó comparativamente en menores pensiones de las segundas y en el fracaso de la privatización de las pensiones, emblema del modelo neoliberal impulsado por la dictadura de 1973-89 que debió dar paso a un aumento sustancial de la pensión básica de cargo fiscal.
La cotización adicional impactará en el costo de contratar, pero tendrá una aplicación gradual y podrá básicamente ser absorbida año a año por los aumentos usuales de la productividad del trabajo. Si no fuera así, y si se considera que la contratación se produce cuando el ingreso adicional para el empleador previsto supera su costo adicional, entonces habría contratación con una mejor distribución del ingreso entre capital y trabajo, lo que en las condiciones chilenas no tiene nada de reprochable. Además, crea una demanda adicional de bienes que dinamiza una parte de la economía con efectos multiplicadores. La afirmación según la cual "bajarán los salarios líquidos de la clase media" o "bajará el empleo formal" son típicas de los análisis mecánicos del tipo "si todo lo demás permanece constante", lo que no captura una dinámica económica en la que están envueltos diversos incentivos expansivos. Estos están situados en la interacción entre la innovación por el lado de la oferta, como subrayan los enfoques neo-schumpeterianos (Aghion y otros, 2021), hoy acelerada por los cambios tecnológicos en curso, y los impulsos de demanda interna y externa sobrevinientes, con diversos mecanismos de adaptación entre ambas dimensiones que explican por qué las economías con Estados de bienestar son históricamente dinámicas.
Para los enfoques liberales, los impuestos y contribuciones obligatorias afectan siempre negativamente a la economía, en circunstancias que buena parte de las de más alta productividad e ingresos son las de más alta presión tributaria y contributiva (quien quiera constatarlo puede revisar las bases de datos de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial). Esto se explica porque, al aumentar las capacidades humanas mediante una mayor inversión pública en educación, salud e infraestructuras, se aumenta la producción en el largo plazo, mientras la protección con seguros sociales ante los principales riesgos, incluyendo el de llegar a la vejez sin ingresos, aumenta la movilidad de los factores de producción hacia sus sectores más dinámicos y mejora la disposición a innovar, lo que termina por aumentar la productividad media de manera sostenida.
Desde otro enfoque, hay quienes señalan que se mantiene un "ahorro forzoso" en beneficio de los grupos económicos. Una parte del ahorro se invierte, pero con sus respectivos rendimientos en beneficio de los fondos de pensiones, en bonos y acciones de grandes empresas, dentro y fuera de Chile. Y otra parte es invertida en instrumentos públicos o en activos no concentrados. Todo esto depende de las políticas de inversión: la capitalización de ahorros no es un problema en sí mismo, sino que depende de la orientación que tenga. La cotización es un aporte obligatorio, dicho sea de paso, que existe desde que se inventó la seguridad social hacia 1880 en Alemania, del mismo modo como son obligatorios los impuestos desde tiempos inmemoriales. Estos pueden ser considerados positivos o negativos según a quién se apliquen y qué destino tengan. En Chile los impuestos financian la Pensión Garantizada Universal para el 90% de los mayores de 65 años, lo que constituye el grueso de la pensión total para una proporción muy significativa de los jubilados. Esta subirá a 250 mil pesos en 2025 como parte del acuerdo. Una opción para el futuro es que solo exista un mecanismo compulsivo para el financiamiento tributario obligatorio de esta pensión, y que las contribuciones como porcentaje del salario sean solo complementos de pensión que resulten de aportes voluntarios, que se ahorren y capitalicen por decisión individual o colectiva en acuerdos de empresa. Pero mientras el ahorro para la jubilación sea muy bajo, entre otras cosas porque los salarios son muy bajos, y no se aumenten los impuestos de las personas de mayor riqueza e ingresos, las cotizaciones obligatorias sobre salarios son necesarias para mejorar la situación de los pensionados.
El acuerdo sobre pensiones supondrá llevar el gasto total en la materia a una cifra del orden de 7,8% del PIB (con un aporte de los trabajadores de 2,9% del PIB, de los empleadores de 2,4% y el del presupuesto público de 2,5%), todavía inferior al promedio de gasto en pensiones de 10% del PIB en la OCDE. Un sistema con más reformas futuras podría dejar la capitalización individual como eventual opción complementaria no obligatoria, aliviando sustancialmente la cotización obligatoria sobre salarios, y subir gradualmente la pensión estatal universal financiada por impuestos más progresivos. Pero esas opciones u otras las decidirá la ciudadanía en las próximas y en las sucesivas elecciones: nada de lo emanado del actual parlamento de mayoría conservadora quedará escrito en piedra, sino que podrá modificarse posteriormente por otras mayorías.
jueves, 9 de enero de 2025
¿Meritocracia o dignidad del trabajo?
La evolución de las sociedades no está solo marcada por las ideas de quienes procuran influir en ellas, sino también por la dinámica de fuerza y dominio relativo de unos y otros intereses existentes a lo largo del tiempo. Cuando en Chile se discute sobre la huella del neoliberalismo, por ejemplo, se razona como si no existieran los conflictos políticos y de poder y tampoco la huella de una dictadura de 17 años en la profunda re-oligarquización del país. Se privilegia un enfoque que otorga una suerte de omnipotencia a las ideas, y juzga como traiciones las conductas de sus portadores cuando no se concretan a cabalidad en el choque con aquellos intereses que logran imponerse en u otras etapas de la dinámica política. El hecho es que se ganan algunas batallas políticas y se pierden otras. Pero no por eso las ideas dejan de importar, pues son las que permiten mantener el rumbo. Como afirmó en 1936 el británico John Maynard Keynes, “los hombres prácticos, que creen que están exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún difunto economista”. O de algún difunto pensador.
En los años 1990 hubo quienes sostuvieron que se produciría el fin de la historia con la identificación de la democracia con la economía de mercado a lo Francis Fukuyama, en detrimento de la idea de sociedades en permanente transformación. Algunos quisieron asociar en Chile esta tesis equivocadamente a la renovación del socialismo para buscar acomodos y reemplazar aquella de la democracia social y económica y de centralidad del trabajo y la cultura como modos de organización de la sociedad. Ahora hay quienes reivindican, en un mismo orden de ideas, la meritocracia y la movilidad como valores sociales que debieran prevalecer, siempre en nombre del acelerado cambio tecnológico y cultural, como si no fueran constantes de la historia.
La historia siguió efectivamente su curso y dio lugar a luchas sociales que modificaron el capitalismo salvaje en el siglo XIX, con los primeros compromisos de seguridad social en la Alemania de Bismarck hacia 1880, e hicieron emerger en el siglo XX diversos tipos de Estados de bienestar basados en economías mixtas. Y también a revoluciones y a los llamados "socialismos reales", principalmente a partir de 1917 en Rusia y de 1949 en China, fruto de la descomposición de naciones en guerra en periferias inicialmente pobres, sin tradiciones democráticas ni mayor base industrial. Estas revoluciones fueron rápidamente acosadas militar y económicamente y debieron privilegiar para sobrevivir la industrialización forzada y los esfuerzos de guerra. El consumo presente fue subordinado a esos fines, con las consiguientes obligaciones de trabajo y mantención de precarias condiciones de vida mediante la provisión racionada de bienes básicos, salvo la parcial excepción de las elites gobernantes. Los sistemas de asignación burocrática de los recursos terminaron por colapsar y perder legitimidad, al no observarse cambios en la condición asalariada ni el logro de mejores niveles de vida comparativos.
martes, 31 de diciembre de 2024
¿Vaso medio lleno o medio vacío?
En El Mostrador
En estos días de fin de año se discuten balances en diversos tópicos. Dos de ellos son los tributarios y las pensiones. A la vez, permanece el debate sobre cuán neoliberal y libremercadista sigue siendo Chile desde que los Chicago Boys y el gran empresariado iniciaron una refundación de la economía y la sociedad chilenas en 1974 bajo una dictadura militar, y cuyo redireccionamiento sus representantes resisten tenazmente desde la recuperación de las libertades democráticas. Ese redireccionamiento ha sido excesivo para algunos e insuficiente para otros, entre los que me cuento, pero convengamos en que al menos ha sido parcialmente logrado en varios de sus ejes principales: los impuestos y gastos públicos y las regulaciones han aumentado, mientras el rol de las empresas públicas permanece en las áreas estratégicas, a pesar de los intentos por privatizarlas (lo que lograron con tres sanitarias durante Frei Ruiz-Tagle, pero no mucho más), con una falta de avance socialdemócrata suficiente en materia de negociación colectiva equilibrada de las condiciones de trabajo y de rol de los sindicatos y el diálogo social y de avance ambiental en la preservación suficiente de los ecosistemas.
La falta de envergadura comparativa de la carga tributaria y las desigualdades de su composición persisten en Chile, por lo que se debe seguir bregando en la materia. Pero no se debe olvidar algunos datos que denotan progresos. Según la OCDE, en 1990 los ingresos tributarios del Estado representaban un 16,8% del PIB, mientras en 2022 alcanzaron un 23,8% del PIB, 7 puntos porcentuales más, aunque lejos del 34% de promedio en la OCDE. En 2023 bajaron a un 20,6% del PIB por la caída coyuntural de la tributación al ingreso y la minera, y aumentará en 2024. El incremento ha tenido como contrapartida más gastos en pensiones, salud, educación, vivienda e infraestructura, entre otros temas sociales y productivos que han sido reforzados a lo largo del tiempo fuera de la lógica neoliberal.
Esa carga tributaria mayor se explica en buena medida por aumentos en la suma de los impuestos al ingreso, a las utilidades y a las ganancias de capital de personas y corporaciones. En 1990, este conjunto representaba un 3,9% del PIB, mientras en 2022 alcanzó un 10,4% del PIB, unos 6,5 puntos porcentuales adicionales. En 2023, la cifra bajó a un 7,2% del PIB, por las caídas coyunturales mencionadas.
Por su parte, los impuestos indirectos a las transacciones (IVA y otros) son pagados en mayor proporción de sus ingresos por los sectores de rentas más bajas, pues no tienen capacidad de ahorro, aunque la tasa que se aplique sea pareja. En 1990, los ingresos del Estado por impuestos a los bienes y servicios representaban un 10,6% del PIB, y en 2023 llegaron a un 11,2%. Es un aumento marginal, a pesar de una tasa de IVA que pasó de 14% a 19%, pero que se acompañó, entre otras cosas, de bajas en los aranceles externos.
En materia de pensiones, cuya reforma se discute en estos días en su fase final, el logro principal es el paso de la cobertura de la pensión garantizada del 60% al 90% del universo de mayores de 65 años logrado en 2022 y ampliado en 2023 al 90% de la población en su conjunto, después de su establecimiento inicial en 40% durante el gobierno de Bachelet I. Esta pensión experimentará un incremento real de cerca de 17% de su valor por beneficiario entre febrero de 2022 y febrero de 2025, cuando subirá a 250 mil pesos. Esto ayudará a sacar de la pobreza a los mayores de 65 años si se considera la línea de pobreza por persona equivalente, concepto siempre discutible pero útil para evaluar algunas situaciones, la que alcanza hoy a 233 mil pesos en la actualidad, a comparar con el valor actual de la PGU de 214 mil pesos. La pensión garantizada debiera acercarse progresivamente al menos al 80% del salario mínimo (500 mil pesos), que es una de las razones por las cuales se requiere de una reforma tributaria progresiva más amplia, aquella que la oposición neoliberal y sus aliados en la Cámara rechazaron en marzo de 2023 votando en contra de la idea de legislar, paralizando al gobierno en la materia.
El aumento del 6% de la cotización salarial y del tope de cotización para aumentar en el largo plazo las pensiones, que se viene planteando desde el gobierno de Bachelet II, es una respuesta a otro problema: un sistema de capitalización privada -el emblema del neoliberalismo chileno- que otorga muy bajas pensiones autofinanciadas, especialmente a las mujeres, y permite que todos los años los dueños privados de las AFP extraigan rentas improductivas de cientos de millones de dólares de las cotizaciones. Las AFP funcionan con del orden de un 100% de margen entre ingresos por cotizaciones y costos y una rentabilidad sobre activos de 33% anual, una de las actividades más privilegiadas en el país, mientras financian campañas publicitarias millonarias con las comisiones de los cotizantes para intentar quedarse con la mayor ampliación posible de su negocio en el proceso de reforma en curso.
El recaudador único de cotizaciones para ahorrar costos, como ya ocurre en el seguro de desempleo, y dejar en competencia amplia solo la función de inversión de los fondos, es parte de lo más importante en juego. También lo es el uso parcial de la cotización adicional para aumentar las pensiones contributivas actuales, compensar a las mujeres por su mayor esperanza de vida y asegurar un mínimo de pensión contributiva a los participantes del sistema de pensiones. Esto ahora se rechaza, aunque había sido propuesto en una distribución de 3% a cuentas individuales y un 3% a compensaciones por el gobierno de Piñera. Se ha abierto una pequeña puerta con la extravagancia de proponer un préstamo de largo plazo de los actuales cotizantes, planteada por la oposición. Esta se aferra en declarar un "cáncer" el pago de las pensiones actuales por los cotizantes actuales, incluso parcial, lo que no solo existe en sistemas de pensiones como el estadounidense y el de la mayoría de los países europeos, sino que es el mismo mecanismo de pago de impuestos mes a mes para financiar la PGU mes a mes. Dicho sea de paso, la generalización de este mecanismo haría imposibles los retiros desde cuentas individuales como los que conocimos durante la pandemia, pero el dogma es el dogma.
Todo esto es lo que bloquea la derecha en su larga resistencia en todos los temas para mantener el enfoque neoliberal, en este caso tanto para defender el interés corporativo de las AFP como por ideologismo puro y simple, acompañado de la voluntad de negarle todo éxito al gobierno, aunque sea a costa de los pensionados actuales y futuros y de las familias que podrían ver aumentados sus ingresos.
sábado, 28 de diciembre de 2024
Fin de año en medio de un genocidio
domingo, 22 de diciembre de 2024
La xenofobia y las próximas elecciones
La posición de las derechas en materia migratoria está, en variados casos, inspirada directamente por la xenofobia, una de la peores pasiones tristes, como diría Spinoza. Pero esto ha ido más allá en el espectro político, en una especie de efecto dominó. Por ejemplo, recientemente el liberal Vlado Mirosevic expuso sobre la regularización de personas extranjeras que llevan años en Chile -planteada recientemente por el gobierno- una postura francamente demagógica: "me preocupa la utilización de esta información que van a hacer las bandas de crímenes organizados que transforman esto en un negocio y que tienen un modelo, una industria del tráfico de personas y que frente a eso lo que perfectamente podrían decir es 'miren, vengan a Chile porque después de esto el Gobierno los va a regularizar'". Precisó que "lo que me preocupa es la señal general, esto puede producir un efecto Cúcuta, y eso puede ser muy malo porque Chile ya copó la capacidad de recepción de migrantes".
Lo más paradojal es que estas frases suelen ser expresadas por descendientes de inmigrantes que fueron objeto de los mismos comentarios sobre la capacidad de recepción de migrantes cuando llegaron sus antepasados, en este caso croatas, lo que las hace todavía más incomprensibles.
El racismo y la xenofobia existen en segmentos más o menos significativos de las sociedades y han derivado a genocidios y masacres a lo largo de la historia -siendo la más dramática, por su extensión y modalidades, la Shoa de los nazis contra los judíos y siendo la más reciente la terrible masacre indiscriminada de palestinos en Gaza por el gobierno israelí y el sometimiento por hambre de millones de personas, todas inaceptables- pero no por eso son emociones y prejuicios menos primitivos. Más aún si se considera, en nuestro caso, la gran cantidad de familias chilenas que tienen miembros emigrados fuera del país por una u otra razón, y no quisieran verlos maltratados o expulsados en los países de acogida como proponen hacerlo con los que vienen del extranjero a Chile. En estos temas, como en tantos otros, debe prevalecer al menos un cierto sentido de la reciprocidad y de la decencia.
Por lo demás, todos los seres humanos que vivimos en Chile somos de origen inmigrante en algún punto del tiempo, incluso los pertenecientes a los sucesivos pueblos originarios que en determinados momentos de la historia humana vinieron de más al norte. También lo son los que vinieron de Europa, colonizadores o no, en distintas etapas y oleadas. La única diferencia sustancial es que unos han llegado antes que otros. Todos los que habitamos Chile somos parte de la conformación de la cultura que da lugar a la identidad nacional, hecha de diversidades y mestizajes en esta suerte de isla de confines desérticos y australes del mundo, que concentra minerales y es cruzada por valles fértiles regados por las aguas de la imponente cordillera, acompañada por "ese mar que tranquilo te baña", aunque muy tranquilo no sea. El hecho es que la nación chilena suma y mestiza poblaciones de distintos orígenes y culturas desde siempre.
Por lo demás, desde un punto de vista estrictamente pragmático, la inmigración es necesaria para el futuro del país. En la actualidad, Chile vive una baja acelerada de la tasa de fecundidad, por múltiples razones vinculadas al modo de vida y sus restricciones, incluyendo la precarización de las condiciones sociales para tener hijos de los que viven de su trabajo. Según la última estimación del INE, la tasa de fecundidad alcanza a 1.2 hijos por mujer, una de las más bajas de América Latina y del mundo (el promedio global era de 2.25 en 2023). Chile está cerca de los de menos fecundidad como Singapur, Taiwan y Corea del Sur y su tasa es inferior a la de Perú y Bolivia (2.1) y a la de Argentina (1.9).
La tasa requerida para mantener los niveles de población es de 2.1 hijos por mujer (suponiendo que no haya migración neta y que la mortalidad no cambie). En 1955-60 la tasa de fecundidad en Chile alcanzó la impresionante cifra de 5.5 hijos por mujer, entre las más altas del mundo, mientras en 1970-75 había descendido a 3.6. En 2000-05 ya lo había hecho a 2 hijos por mujer, como fruto de la extensión de la anti-concepción y de las transformaciones culturales y socio-económicas del país.
El hecho es que un 17,4% de los nacimientos ocurridos en Chile en 2023 correspondieron a madres de origen extranjero, por lo que sin la mayor tasa de fecundidad de esas mujeres la caída de la natalidad sería aún mayor.
La inmigración irregular masiva y sin derechos es un problema, evidentemente. Su origen, no lo olvidemos, es en buena medida la catástrofe venezolana y sus 8 millones de emigrantes, concentrados en Colombia (3 millones), Perú (1,5 millones), Estados Unidos, Brasil, Ecuador y Chile, entre otros. En cambio, la inmigración regulada y con derechos enriquece la cultura y aporta, además, voluntades adicionales de búsqueda de una vida más digna y próspera en nuestro territorio.
Chile hoy tiene el más alto nivel de restricciones a la inmigración irregular en su historia, por lo que la situación nada tiene que ver con la insinuación a inmigrar a los venezolanos que hizo Piñera en Cúcuta por razones políticas (se supone que los extranjeros latinoamericanos votan en Chile más por la derecha) y económicas (más oferta de fuerza de trabajo presiona a la baja los salarios), desde su perspectiva. Y el gobierno actual, del que se supone Mirosevic forma parte, no tiene en absoluto la intención de favorecer el tráfico de "las bandas de crímenes organizados" sino que los persigue con resultados crecientes día a día, que el diputado liberal, hoy precandidato presidencial, debiera saludar. Y el gobierno ahora busca regularizar a un cierto número de personas por razones de seguridad y otorgamiento de derechos básicos, que les permita contribuir al desenvolvimiento nacional.
Los que piden expulsar a los extranjeros no se detienen siquiera en pensar hacia dónde. En el caso de Venezuela, Maduro y su gobierno rompieron relaciones con Chile, se han desentendido de sus connacionales y no les prestan siquiera servicios consulares. Menos están dispuestos a recibir expulsados desde Chile. Ya vendrán momentos mejores para Venezuela, en los que muchos volverán a su patria, y otros se quedarán aportando al país, como ya lo hacen peruanos, argentinos, bolivianos, uruguayos o brasileños, y de muchas otras nacionalidades de origen, enriqueciendo a Chile, como lo hizo en su momento Andrés Bello, el venezolano.
Es de esperar que no entremos por cálculo en la próxima etapa electoral en un festival de demagogia anti-inmigración y de asociación de los extranjeros con la delincuencia (cuya proporción no es mayor a la de los nacionales), en la búsqueda poco honorable de votos motivados por la xenofobia.
viernes, 20 de diciembre de 2024
Los debates sobre el nuevo financiamiento para estudiantes de educación superior
En LT Digital
En la etapa final del actual gobierno será debatido con intensidad el proyecto de ley que crea un nuevo mecanismo de financiamiento de estudiantes de la educación superior. Éste establece descuentos en la deuda acumulada con el esquema de crédito vigente, y en diversos casos la lleva a cero, y premios y beneficios tributarios para quienes han pagado. Para el futuro, permitirá que quienes no sean beneficiarios de la gratuidad hoy existente cuenten con una alternativa para acceder a la educación superior. No deberán pagar aranceles (excepto el décimo decil de ingresos, con copagos adicionales) bajo la obligación de retribuir el aporte estatal con un porcentaje de sus rentas posteriores, una vez se inserten en el mercado laboral.
Este nuevo sistema ya no incluirá a la banca -que obtiene hoy utilidades completamente injustificadas a partir de un subsidio público, en un ejemplo más de “capitalismo subsidiado”- y sin tasa de interés, con un reembolso posterior. Los ingresos anuales de hasta 7,5 UTA (unos $500.000 mensuales) estarán exentos. Para los ingresos superiores a ese monto, se contempla una tasa marginal de contribución progresiva de 13% para rentas hasta 11,2 UTA y de 15% para las que las superen. La retribución no podrá exceder el 7% de los ingresos anuales, o el 8% en el caso de personas con rentas anuales iguales o superiores a 45 UTA, con suspensión en situaciones de cesantía y un tope de pago por 20 años.
Este esquema es un evidente progreso respecto al sistema hoy existente. Pero no faltan los reproches. Hay uno que es nominalista y escasamente relevante: se trataría de “un impuesto”, aunque se trata esencialmente de la devolución de un subsidio por parte del beneficiario a lo largo del tiempo. El nuevo esquema no es un impuesto a la renta, pues por definición este no está asignado a ningún fin específico, como ocurre en este caso con la devolución, aunque bajo algunos supuestos en las carreras con mayores ingresos futuros el pago sería eventualmente superior al subsidio. Esto provoca escándalo, pero se trata de reemplazar un esquema que, como el actual, aplica el cobro de un interés de 2% que encarece la devolución a todos y hace difícil el pago a los que siguieron carreras menos remuneradas. El nuevo esquema beneficia a unos más que a otros y eso se llama progresividad.
Hay quienes consideran los impuestos como una especie de pecado, más aún si son progresivos, es decir cuando paga proporcionalmente más el que tiene ingresos más altos. Pero ese es un asunto de doctrina que solo atañe a los que la defienden. El hecho es que la educación superior tienen un costo, que pagan las familias o bien el Estado a través de impuestos en el caso de la gratuidad, o a través de un fondo para los estudiantes de familias de más altos ingresos que optan por asumir en el futuro un pago diferido y con elementos de progresividad, que se retroalimentará generación tras generación. Lo que importa es si este esquema ayuda o no de manera justa a los estudiantes que opten por él.
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