miércoles, 16 de octubre de 2024

Segundas partes nunca fueron buenas: renovaciones y proyectos

En estos días se ha planteado el tema de una posible segunda renovación del socialismo. En origen ese proceso nació a fines de los años setenta, se desarrolló políticamente en los años 1980 y fue tanto de rescate como de renovación, con elementos de continuidad y de ruptura. La caricatura interesada según la cual los socialistas se pusieron buenas personas porque adhirieron a la democracia y a la economía de mercado es eso, una caricatura.

La historia es diferente: la práctica democrática del PS siguió inmediatamente a su fundación en 1933, con Marmaduke Grove pasando directamente del destierro a ser candidato presidencial y los líderes socialistas al parlamento y a los sindicatos. El programa de 1947 elaborado por Eugenio González es elocuente en la adhesión a la democracia y a su extensión más allá del parlamento y las elecciones, como lo fue la práctica política de los socialistas de la época y de Allende hasta el último día de su vida. En el PS hubo admiradores de la revolución cubana y de una idea insurreccional, como también contendores, pero no se alejó en lo sustancial de una práctica democrática persistente. Eso había que rescatarlo, no renovarlo. Por su parte, la idea de la estatización general de la economía fue impugnada por el PS desde los años 1940, en la crítica a la Unión Soviética, en beneficio de la idea de una economía de planificación democrática y de empresas de autogestión. En palabras de Eugenio González en 1953, "no se propone el socialismo levantar sobre las ruinas de las empresas privadas a un especie de gran empresario que sería el Estado burocrático y policial. Por el contrario, quiere el socialismo que los propios trabajadores y técnicos, a través de sus organizaciones, planifiquen, regulen y dirijan, directa y democráticamente, los procesos económicos en beneficio de ellos mismos, de su seguridad, de la sociedad real y viviente. Para el socialismo es tan imperativa la defensa de los intereses y los valores humanos frente a las tendencias absorbentes del totalitarismo estatal como frente al poder económico del capitalismo monopolista."

Por su parte, la reivindicación y renovación en esta materia en los años 1980 fue la de proponer una alternativa a la concentración capitalista y a la sociedad de mercado, lo que suponía favorecer una economía mixta con componentes estatales, privados y sociales y una asignación de recursos que combinara regulaciones y redistribuciones públicas mediante impuestos y transferencias progresivas, transacciones descentralizadas en mercados gobernados social y ecológicamente y sistemas de economía social y reciprocidad fuera del mercado. Como señala su actual declaración de principios, "proponemos que el socialismo de mayorías encamine a Chile hacia cambios y avances que ...disminuyan drásticamente las desigualdades, promuevan una cultura plural, subordinen el poder económico a un Estado Social Solidario y Democrático, promuevan una base material sólida y en expansión, integren a Chile con el máximo de autonomía al mundo global y viabilicen la integración latinoamericana", para lo que se debe terminar "con la acción depredadora del capitalismo" y "asegurar la vida, la sustentabilidad del planeta y la libertad para todos, sin opresores ni oprimidos".

El proceso de renovación se completó a partir de la reunificación de 1989. Es cierto que algunos lo usaron como pretexto para acomodos con los poderes oligárquicos existentes y para aproximaciones a las ideas neoliberales, y también para alineaciones con el expansionismo occidental, como ocurrió con el blairismo y la tercera vía. Pero eso debe rebatirse, dado que no hay nada que renovar allí. También deben rebatirse, ante la polarización global, las adhesiones a modelos hegemónicos como el ruso y sus invasiones o el chino y su dominación económica. Lo que cabe es mantener la continuidad de la idea de no alineación latinoamericana, de defensa del multilateralismo y de una economía mundial equilibrada, que ahora también se debe hacer cargo tanto de las desigualdades globales como del cambio climático.

Se puede pensar que segundas partes nunca fueron buenas. Los desafíos son en la actualidad en parte los mismos y también de otra naturaleza que aquellos de hace 50 años atrás. Además, superan con creces las filas del socialismo. La tarea de la izquierda es renovarse siempre y se debe consolidar hoy como una izquierda moderna y democrática, inserta en la sociedad y las instituciones, plural y abierta al centro, capaz de gobernar pero que aprenda las lecciones de los gobiernos de Lagos, Bachelet y Boric y de sus aciertos y fracasos, así como de la evolución reciente de los movimientos sociales y de los cambios en el mundo.

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Sobre el proceso de renovación socialista, se puede leer extractos del libro con Alfredo Joignant que publicamos hace 20 años.

Sobre la renovación socialista

Extracto del libro de conversaciones con Alfredo Joignant, El socialismo y los tiempos de la historia, 2003. 

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El punto de partida era que debía trabajarse una línea de derrota política de la dictadura a través de un proceso de desobediencia civil generalizada y de alianzas partidarias amplias y no una línea de acciones militares sin viabilidad en las condiciones de la dictadura chilena y que en caso de éxito prefiguraría un autoritarismo contrario a nuestros propósitos democratizadores. Además, se trataba de definir sin equívocos que la democracia sería el espacio y límite de nuestra acción política futura, en un contexto de plena autonomía de la sociedad civil y con, además, una ruptura clara con cualquier alineación con los llamados «socialismos reales”. Se produce, primero, la reflexión de intelectuales de la izquierda que pudieron permanecer en el país, como Enzo Faletto, Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulián, luego la conformación de la Convergencia Socialista, que contaba con la activa participación de Ricardo Lagos que ya perfilaba su liderazgo, y más tarde los eventos de Ariccia, en Italia, que organiza Raúl Ampuero en 1979 y 1980, en el que se llama a abrir esta reflexión muy a fondo, y de Chantilly en las afueras de Paris a inicios de los años ochenta. En esto influyeron por cierto las dificultades en las que nos encontrábamos en Chile y también el debate de la izquierda europea de la época. Estamos hablando de la etapa del eurocomunismo, especialmente de los procesos del Partido Comunista italiano, de la Unión de la Izquierda en Francia y del rol que jugaba el modelo de la social democracia nórdica, que mantenía con el liderazo de Olaf Palme en Suecia un gran prestigio, así como los que encarnaban Willy Brandt y Bruno Kreitsky en las socialdemocracias alemana y austríaca. Ante el terrible impacto de la derrota de la izquierda en 1973, cabía entonces al socialismo chileno autónomamente llevar a cabo una identificación a fondo de qué se había hecho mal y a la larga una revisión de los fundamentos de su proyecto de sociedad. Ese proceso, en medio de dificultades y tragedias, llevó a fuertes tensiones. ¿Cuáles fueron los tópicos del proceso de renovación? En primer lugar, la relación entre socialismo y democracia. En su fundación en 1933 el PS declaró su escepticismo frente a la posibilidad de llevar a cabo su proyecto de cambio social en el marco democrático y parlamentario, aunque su práctica política se desarrollara desde el inicio en ese marco, con la exitosa candidatura presidencial, desde la relegación, de Marmaduke Grove. En 1947, su programa enunció una fuerte crítica al estalinismo y a la ausencia de libertades en la URSS. Visionariamente, el entonces senador Eugenio González proclamó que los fines igualitarios libertarios del socialismo no podían realizarse, sin desnaturalizarlos, por medios que no fueran los democráticos. 


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La intervención estatal no debería convertir al Estado en empresario ni generar burocracia ni tiranía. No hay que estatizar la economía sino socializarla, es decir, humanizarla. Es bien sabido que cuando el Estado se hace cargo de determinados servicios se comporta frente a los trabajadores como un empresario cualquiera, y los trabajadores, a su vez, se mantienen frente al Estado en virtual actitud de lucha, como si se tratara de un empresario particular. De ahí que se produzcan los mismos conflictos sociales en las empresas privadas y en las empresas «nacionalizadas», es decir estatizadas. Huelgan los ejemplos. La administración directa de empresas por parte del Estado a través de la burocracia tramitadora y lenta por esencia, es una forma casi siempre dispendiosa y, generalmente, ineficaz de capitalismo público.El socialismo es otra cosa. No aspira el socialismo a reforzar el poder político del Estado con el manejo del poder económico. No pretende el socialismo que sea el Estado quien planifique, regule y dirija los complejos procesos de la producción y distribución de bienes y servicios. No se propone el socialismo levantar sobre las ruinas de las empresas privadas a un especie de gran empresario que sería el Estado burocrático y policial. Por el contrario, quiere el socialismo que los propios trabajadores y técnicos, a través de sus organizaciones, planifiquen, regulen y dirijan, directa y democráticamente, los procesos económicos en beneficio de ellos mismos, de su seguridad, de la sociedad real y viviente. Para el socialismo es tan imperativa la defensa de los intereses y los valores humanos frente a las tendencias absorbentes del totalitarismo estatal como frente al poder económico del capitalismo monopolista." 

Eugenio González, Discurso en el Senado, 20 de octubre de 1953.




"Las formas de vida en que el socialismo se vaya realizando dependerán, por cierto, de las circunstancias nacionales, pero ellas sólo serán auténticas y, por lo tanto, verdaderamente progresivas si están animadas por lo esencial de su espíritu: la dignificación del hombre.Ningún método de violencia estatal, menos aún la violencia erigida en sistema, es compatible con la índole del socialismo. Puede realizarse por la violencia una cerrada planificación económica que, acortando etapas, haga pasar a un país, en breve plazo, del feudalismo agrario al industrialismo exacerbado, pero ello se hará a costa de una inevitable deformación moral de las nuevas generaciones en el ámbito inhumano del Estado totalitario. El socialismo es revolucionario por sus objetivos, que implican un cambio radical en la estructura de la sociedad capitalista, pero no puede ser dictatorial por sus métodos, desde el momento en que procura el respeto a valores de vida que exigen el régimen de libertad.De ahí que no nos parezca posible separar el socialismo de la democracia. Más aún: sólo utilizándo los medios de la democracia puede el socialismo alcanzar sus fines sin que ellos se vean desnaturalizados. No se trata, por cierto, de la democracia estáticamente concebida, en pugna con el proceso histórico, sino de una democracia viva, que se vaya modificando orgánicamente, de acuerdo con las mudables circunstancias de la existencia colectiva. La democracia puramente formal, de alcances civiles y políticos, tiene que llegar a ser una democracia real, de contenido económico y social, pero sin que su contenido histórico y moral, que es, por sobre todo, la preservación de los derechos humanos, experimente menoscabo alguno en provecho del poder del Estado o del progreso de la economía".

Eugenio González, Discurso en el Senado, 14 de mayo de 1957.

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No obstante, en los años cincuenta y siguientes la tesis de la República Democrática de Trabajadores mantuvo una cierta distancia con la democracia parlamentaria, aunque no era contradictoria con ella. El impacto de la revolución cubana extendió luego en el socialismo la idea de que la lucha armada frente a la resistencia de los poderosos era inevitable para llevar a cabo su proyecto, lo que se consagra en el famoso congreso de Chillán de 1967, aunque, como te señalé, en la práctica elige para dirigirla a un insigne parlamentario moderado y al año siguiente proclama a Salvador Allende como candidato a presidente de una coalición amplia.


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"Una vez más, la historia permite romper con el pasado y construir un nuevo modelo de sociedad, no sólo donde teóricamente era más previsible, sino donde se crearon condiciones concretas más favorables para su logro. Chile es hoy la primera nación de la tierra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la sociedad socialista (...) democrático, pluralista y libertario (...). Para nosotros, representantes de las fuerzas populares, las libertades políticas son una conquista del pueblo en el penoso camino por su emancipación. Son parte de lo que hay de positivo en el período histórico que dejamos atrás. Y, por lo tanto, deben permanecer. De ahí también nuestro respeto por la libertad de conciencia y de todos los credos (...) Pero no seríamos revolucionarios si nos limitáramos a mantener las libertades políticas (...) Las haremos reales, tangibles y concretas, ejercitables en la medida en que conquistemos la libertad económica(...) Nuestro camino es instaurar las libertades sociales mediante el ejercido de las libertades políticas, lo que requiere como base establecer la igualdad económica. Este es el camino que el pueblo se ha trazado porque reconoce que la transformación revolucionaria de un sistema social exige secuencias intermedias. Una revolución simplemente política puede consumarse en pocas semanas. Una revolución social y económica exige años. Los indispensables para penetrar en la conciencia de las masas. Para organizar las nuevas estructuras, hacerlas operantes y ajustarlas a las otras. Imaginar que se pueden saltar las etapas intermedias es utópico. No es posible destruir una estructura social y económica, una institución social preexistente, sin antes haber desarrollado mínimamente la de reemplazo. Si no se reconoce esta exigencia natural del cambio histórico, la realidad se encargará de recordarla (...) El camino que mi gobierno se ha trazado es consciente de estos hechos. Sabemos que cambiar el sistema capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades políticas, exige adecuar nuestra acción en lo económico, político y social a ciertos límites." 

Salvador Allende, Mensaje al Congreso Pleno, 21 de mayo de 1971.

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Lo primero que cabía al socialismo en su proceso de rescate y renovación era afirmar con claridad sus definiciones y reconocer la pertinencia del enfoque de González y Allende. El socialismo chileno reunificado y ampliado consagró formalmente desde 1989 que la democracia es el espacio y el límite en que se desenvuelve su acción política y que su proyecto de cambio es progresivo y está sujeto a la obtención de las mayorías populares y ciudadanas suficientes. 


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"Establecer uno o más centros donde podamos cerrar la brecha entre la elaboración intelectual y la praxis, entre la búsqueda teórica y las exigencias de la acción, ha pasado a ser una exigencia prioritaria. En seis años el país ha sufrido una mutación profunda. Las fuerzas que aspiran a protagonizar el futuro de Chile lo lograrán únicamente si son capaces de comprender esos cambios en toda su hondura. La izquierda socialista está en óptimas condiciones para lograrlo. Aún con graves carencias teóricas, demostró en el pasado una aguda receptividad para interpretar y guiar los impulsos históricos de las masas populares y dispuso siempre de la independencia necesaria para juzgar con cabeza propia el complejo proceso de emancipación de los pueblos, rehusando someterse a modelos sagrados o a cálculos hegemónicos. Hoy tiene la oportunidad de romper de nuevo la inercia si opera con unidad y con audacia, porque son muchos y muy grandes los errores que se deben corregir y vivimos un tiempo en que los viejos mitos -paz, libertad, internacionalismo, liberación, autogobierno- adquieren vigencia concreta y, en su contenido real, no pasarán a ser palabras muertas incapaces de movilizar las inagotables esperanzas de los hombres."

 Raúl Ampuero, Informe a la segunda reunión de Ariccia, enero de 1980.

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En segundo lugar, la inspiración ideológica. El PS fue desde sus orígenes un partido de izquierda no dogmático y fuertemente confrontado con la ortodoxia comunista. Se declaró en 1933 inspirado por el marxismo, pero «enriquecido y rectificado por el constante devenir social», y en su seno nunca prevaleció un modo doctrinario de hacer política. En 1965 se declaró, sin deliberación mayor, “marxista-leninista», en medio de la radicalización política de la época. El proceso de renovación debía dar cuenta de esa regresión y de hecho la unificación de 1989 consagró el pluralismo de las inspiraciones ideológicas del socialismo chileno, que incluye este marxismo enriquecido y rectificado, pero que también incluye al cristianismo popular y al racionalismo laico y a todas las expresiones de las ciencias sociales modernas que permiten interpretar racionalmente el mundo tal como es para mejor transformarlo.

En tercer lugar, la visión económica. El PS siempre fue un partido anticapitalista, pero no un defensor de la estatización de la economía, y esto bastante antes, por ejemplo, que el programa de Bad-Godesberg de la socialdemocracia alemana. El programa de 1947, bajo la inspiración y la pluma de Eugenio González, contiene vehementes críticas a la planificación central de tipo soviético y oponía la estatización una socialización autogestionaria, en sintonía con la crítica contemporánea desde la izquierda al esquema de planificación central y propiedad estatal generalizada. Ampuero fue en este sentido un admirador de la autogestión yugoslava. Sin embargo, en los años 1960 y 1970 volvió por sus fueros la identificación del socialismo con la estatización generalizada de la producción. La renovación del socialismo supuso reactualizar progresivamente su visión económica, optando por sustentar su proyecto igualitario en una economía plural con una estructura de propiedad mixta (pública, social y privada), con soportes de mercado en la asignación descentralizada de recursos pero con regulaciones públicas fuertes para gobernarlos social y ecológicamente en beneficio del interés general y de las futuras generaciones. La idea de estatizar todos los medios de producción fue reemplazada por la de construir un sistema económico con capacidad de garantizar a todos ingresos básicos para una vida digna a través de la distribución de la renta de los recursos naturales y la de acumulación tecnológica que pertenece todos, junto a derechos laborales consagrados y eficaces en las empresas, una amplia protección frente a los riesgos sociales, una fuerte redistribución de las capacidades de inserción social y sólidos servicios públicos proveedores de bienes colectivos, todo lo cual con orden en las cuentas fiscales y externas e inflación controlada. Se entendía que debían existir las empresas y servicios públicos que fueran necesarias al desarrollo y a la cohesión social, y promover también a la economía social y cooperativa y a la pequeña y mediana empresa, desarrollando una política antimonopólica de cautela de la competencia, con promoción de la innovación y la eficiencia productiva. Se debía consagrar políticas redistributivas para ampliar el consumo popular y el mercado interno, pero al mismo tiempo reconocer que esa no era una base suficiente para sostener el dinamismo económico y se debía buscar una inserción externa activa para aumentar el crecimiento mediante el acceso a los mercados más significativos del mundo, con privilegio estratégico de la integración latinoamericana. 

Se trataba de replantearse, con una nueva visión adaptada a una sociedad cada vez más compleja, el propósito de superar el capitalismo en tanto sistema que se sustenta en la acumulación ilimitada de capital en pocas manos, concentra monopólicamente el poder económico, multiplica las asimetrías de información y la ineficiencia en la asignación de recursos, que es contradictorio con la existencia de derechos sociales y económicos al margen del mercado y con la ampliación de la base productiva del emprendimiento de pequeña escala. Si además el capitalismo crecientemente mundializado promueve mantener en la impotencia a los Estados-Nación y al poder político representativo de las aspiraciones de los ciudadanos a disponer de derechos, y que relega la democracia a ritos electorales sin importancia, influidos decisivamente por el poder económico del gran capital, entonces la alternativa democrática y socialista había de mantener su plena vigencia. Y así con diversos otros temas (sindicalismo, género, medio ambiente, poder local), y que han oxigenado la propuesta socialista a la sociedad chilena. Se entendió la renovación socialista como un proceso siempre abierto, siempre dinámico, en el que un espíritu no dogmático y crítico alimentara la reafirmación del proyecto igualitario y libertario que, desde Arcos, Bilbao, Recabarren, Grove, Schnake y Matte dio origen al socialismo chileno y del que los socialistas de hoy, con orgullo, nos sentimos los activos herederos. Nos consideramos legítimos portadores de la modernidad que siempre hemos encarnado y adversarios tenaces de todas las derechas. La lógica en la cual se desenvolvía nuestra izquierda en aquella época estaba agotada. Especialmente, debía rechazarse toda reafirmación ortodoxa y pro-soviética, que por entonces apoyó la invasión soviética a Afganistán y más tarde apoyó el golpe de Jaruzelsky en Polonia. En consecuencia, la matriz ortodoxa siguió su curso y el resto de la izquierda abrió un gran debate.

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El socialismo y los tiempos de la historia. Diálogos exigentes, Santiago: Prensa Latinoamericana, 2003. https://www.researchgate.net/publication/259041705_El_socialismo_y_los_tiempos_de_la_historia_Dialogos_exigentes_Santiago_Prensa_Latinoamericana_2003.


¿Por qué el Banco Mundial propone aumentar el impuesto a la propiedad?

En El Mostrador

Un reciente informe del Banco Mundial muestra que los impuestos sobre la propiedad en América Latina son muy inferiores al promedio mundial, a pesar de que el 86% de la riqueza de las personas está concentrada en bienes raíces en el continente. Los impuestos a la propiedad representan el 2% de los ingresos fiscales, muy por debajo de América del Norte, donde este tipo de impuesto genera el 13% de los ingresos. Las tasas impositivas son similares a las de Estados Unidos, pero con una valoración de la propiedad por parte del Estado que oscila entre el 10 y el 40% del valor de mercado.

En Chile, la recaudación por este concepto es inferior al 1% del Producto Interior Bruto, mientras su potencial es superior a 3% del PIB, a pesar de la sobretasa establecida en 2020 en medio de la pandemia, que recae sobre 21 mil propietarios. Aunque es uno de los más altos en América Latina, el porcentaje de activos financieros en el patrimonio del 5% de los hogares con mayores ingresos es de solo 14%, proporción que es mucho mayor en los países industriales.

El Banco Mundial sostiene que “el patrimonio inmobiliario en general contribuye menos al dinamismo económico en términos de promover la innovación, generar sinergias positivas con otros sectores productivos estratégicos o estimular el capital humano” y que “reformar los sistemas tributarios de ALC para darle mayor preponderancia a los impuestos a la propiedad mejoraría la equidad, promovería el crecimiento y generaría espacio fiscal”.

Este tipo de tributación tiene “menos consecuencias negativas en el comportamiento y cargas administrativas más manejables. Por naturaleza, la propiedad es un activo relativamente fijo y fácilmente identificable, y, por ende, menos susceptible a la evasión”. Esto supondría invertir en capacidad administrativa y realizar tasaciones adecuadas para asegurar la progresividad. Una mejor actualización del valor de mercado debiera hacerse sin afectar a las personas de menos ingresos.

Aunque aumentar la tributación de la riqueza inmobiliaria tiene más beneficios y menos defectos, la concentración en los activos financieros es excesiva y creciente. Thomas Piketty (Le Monde, 12-10-24), sostiene que “las sumas acumuladas por los más ricos en las últimas décadas son simplemente gigantescas”. En Francia, bastaría con un impuesto excepcional del 10 % sobre este enriquecimiento para recaudar por una vez un 3% del PIB.

Se pregunta el economista francés: ¿cómo harían los millonarios para pagar este impuesto del 10% sobre el enriquecimiento? Su respuesta es que “si los beneficios obtenidos en el año no son suficientes, entonces tendrán que vender una parte de sus acciones, digamos el 10% de su cartera. Si esto presenta un problema para encontrar un comprador, entonces el Estado puede perfectamente aceptar estos títulos como pago de impuestos. Si es necesario, luego pondrá a la venta estos títulos utilizando el procedimiento que prefiera, por ejemplo, permitiendo a los empleados adquirir esas acciones, lo que aumentaría su participación en las empresas. En cualquier caso, la deuda pública neta se reducirá en esa misma proporción”.

Recalca que todos estos son temas de decisión política, incluyendo el del desplazamiento de los capitales a las plazas con menos tributos: “Cuando Estados Unidos amenaza con retirar las licencias de los bancos suizos, Berna pone fin al secreto bancario. En Estados Unidos, los contribuyentes son gravados en función de su nacionalidad, incluso si abandonan el país. Y si quieren renunciar a su pasaporte, lo cual no está exento de riesgos, entonces nada impide que el poder público siga imponiéndoles impuestos, siempre que su enriquecimiento haya tenido lugar en Estados Unidos”.

Según la revista Forbes, hay en 2024 seis milmillonarios en dólares en Chile, el tercer país con mayor cantidad en el continente. Su fortuna suma unos 42.200 millones de dólares, 300 millones de dólares más que el año pasado. Destaca la familia Luksic, con 25.700 millones de dólares. Horst Paulmann suma 3.400 millones de dólares y Julio Ponce Lerou unos 2.600 millones de dólares. Roberto Angelini Rossi y Patricia Angelini Rossi cierran el listado de milmillonarios chilenos, con 1.800 y 1.400 millones de dólares, aunque cabe también considerar a Sebastián Piñera, quien poseía un patrimonio neto estimado de 2.900 millones de dólares cuando falleció y cuya herencia aún no se ha resuelto.

Si se considera que en Chile el inevitable aumento de la deuda pública neta desde los acontecimientos de 2019 y la pandemia es excesivo, una contribución sobre el enriquecimiento como la propuesta por Piketty podría disminuirla si se gravara en 10% el enriquecimiento de los grupos de muy altos ingresos desde entonces.

El Grupo Luksic, siempre según Forbes, aumentó su riqueza en 10.300 millones de dólares entre 2019 y 2024; la de Horst Paulmann, en 400 millones; y la de Julio Ponce Lerou, en 1.200 millones. A título de ejemplo, si solo se incluyera estos tres casos, aunque se debiera sumar los incrementos de patrimonio del segmento del 1% más rico, se podría disminuir de esta forma la deuda pública neta en el equivalente a 0,4% del PIB.

Otra acción en la materia es la de ayudar a la desconcentración económica, y a limitar un capitalismo de herederos y no de innovadores, llevando el impuesto a la herencia del 25% actual al 50-65% de Corea del Sur en el caso de las grandes fortunas. Esto podría traducirse, como alternativa a tributos en dinero, en un pago en un porcentaje accionario de valor equivalente de los activos involucrados. Estos porcentajes podrían pasar a un fondo –sin injerencia cotidiana en la gestión de las empresas– cuya rentabilidad aumentara el financiamiento de la innovación y la sostenibilidad en empresas de distinto tamaño (ver).

Esto no alteraría mayormente la economía, salvo disminuir las muy altas fortunas de los herederos, a cuya creación no han concurrido. En el largo plazo tendería a mejorar la gestión de las empresas, pues, como señala el economista Hugo Hopenhayn, “cuando las firmas pasan del padre al hijo, puede que el padre fuera muy ingenioso y se le ocurrió hacer esa firma. Pero no hay ninguna razón por la cual el hijo es el más idóneo. Hay estudios que analizan que cuando la firma pasa al hijo en general pierde mucha productividad. O sea, no basta con tener firmas para la productividad, sino que tienen que estar dirigidas por las personas correctas”.

Se puede concluir con Thomas Piketty que “no se puede afrontar los desafíos sociales y climáticos actuales si no se empieza por gravar de manera visible e indiscutible a los más ricos” y orientar las empresas a aumentos de productividad que permitan una mayor prosperidad compartida y sostenible. A su vez, no se puede tolerar una concentración de la riqueza que induce un control plutocrático del sistema político por las grandes fortunas, a través del financiamiento de campañas, la influencia del dinero en los poderes del Estado y el control de los medios de comunicación masivos.

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