sábado, 15 de diciembre de 2012

lunes, 1 de octubre de 2012

Nuevos Horizontes


Presentación en el INSTITUTO IGUALDAD, en el encuentro “Pensar a Chile: El desafío de la democracia, del desarrollo y la igualdad en un nuevo ciclo político”, en el panel “Construyendo un nuevo Modelo de Desarrollo: Economía, Empleo y Desigualdad”, el 29 de septiembre 2012.

Frente a los desafíos actuales, de crisis externa y expansión interna desigual, hay diversas respuestas, entre ellas:
 - la neoliberal y conservadora de menos Estado y más mercado, que termina abandonando a su suerte a los sectores sociales con inserción económica precaria, no financia suficientemente a las empresas y personas que innovan y descuida los efectos externos de la acción pública sobre las capacidades humanas, el patrimonio tecnológico, el ambiente y la cohesión social;
- la “blairista” de ayuda pública a individuos autonomizados, con intento blando de mayor igualdad de oportunidades, pero sin diálogo social por considerarlo “corporativista”, sin reformas fiscales ni Estado de bienestar recompuesto,  para prolongar el actual “modelo híbrido” con creciente sello liberal y privatizador, es decir más de lo mismo y de los mismos en un Chile que prolonga la desigualdad;
- la “caudillista y paternalista” de gobierno interventor y clientelista según las necesidades de liderazgos mesiánicos, con chequera estatal para pagar favores y como condición de posibilidad, que algunos llaman “Estado protector”;
- la del proyecto del Estado democrático y social de derecho y modelo de desarrollo integrador y sustentable, con rasgos de la socialdemocracia europea, y especialmente nórdica, que logró construir sociedades igualitarias en condiciones iniciales no radicalmente diferentes de las nuestras, pero asumiendo que la estructura laboral precaria e inestable requiere de una organización más directamente estatal de la solidaridad, y  valorando en América Latina el camino seguido por Brasil y Uruguay hacia una mayor equidad.

El progresismo debe, para estar a la altura de los desafíos del país  y de las demandas de la sociedad, desordenar  (¡horror!) el statu quo obsoleto e improductivo actual  para  rearticular  y  promover sin subordinaciones el  proyecto histórico de una sociedad democrática, socialmente solidaria, ecológicamente sustentable, económicamente eficiente y capaz de ofrecer una calidad de vida digna a todos acorde con el nivel de desarrollo del que logre disponer.
El mero crecimiento no basta. El crecimiento definitivamente no es el desarrollo, como se ha constatado con el actual gobierno. Contribuye al bienestar, pero mantiene una sociedad desarticulada y conflictuada sometida al mal vivir y a la desconfianza. Una de las lecciones cruciales de los últimos 22 años, cruzados por avances y retrocesos, esperanzas y decepciones, es que el instrumento central para construir nuevos horizontes es la interacción de la sociedad civil organizada con un Estado fuerte y reinventado, en base a los siguientes principios:

-  Un Estado que se sustenta en la legitimación democrática permanente, con la decisión ciudadana periódica como el bien social más preciado, que además de garantizar las libertades y derechos fundamentales contribuye al bienestar y el bienvivir mediante políticas públicas activas que combaten frontalmente la corrupción, el clientelismo y la depredación del Estado por intereses particulares  y por el poder económico, y hace de la transparencia, el respeto de la ley legítima y la participación ciudadana su fundamento.
- Un Estado garante del contrato social, que prioriza la disminución de las desigualdades y es catalizador de la concertación socioeconómica, para lo que consagra derechos mediante una tributación justa y eficaz  y dota al gobierno, administrado con la exigencia perentoria de la eficiencia y la transparencia,  de los medios para hacerlos efectivos.
- Un Estado que desarrolla la economía, invierte en innovación, especialmente en educación, políticas industriales y energéticas sustentables, sin subsidiar las actividades y modos de organización obsoletos, y no se subordina al mercado sino que lo gobierna.
Un Estado que mejora la seguridad  y prosperidad todos y especialmente del mundo del trabajo frente a los riesgos sociales de desempleo, enfermedad, vejez sin ingresos  y vida urbana  insegura, y que actúa para integrar en la vida social a los excluidos y marginados,  tarea central en el contexto de una economía periférica que precariza el trabajo y margina a los  grupos sociales sin recursos, en medio de la inestabilidad financiera y económica global, sobre la que Chile no tiene capacidad de control.

De la reafirmación de esos principios y de sus instrumentos de realización podrá desprenderse, junto y en diálogo estrecho con la sociedad civil organizada y los movimientos ciudadanos, un programa de gobierno para el período 2014-2018 que sea una auténtica alternativa mayoritaria a la derecha y al capitalismo neoliberal que ésta defiende. De ese programa podrán desprenderse, a su vez, los planes de acción gubernamental específicos encargados al liderazgo político por mandato de los ciudadanos y mediante diálogo social y político, en el entendido que éste no se sitúa por encima del bien y el mal sin darle cuenta a nadie, sino que debe interactuar con sus representados para ... representarlos, y en su caso hacer valer el interés general, articulando y si es necesario limitando los intereses sectoriales, y arbitrando la necesidades del presente y las del futuro. ¿Por qué no empezar por discutir la pertinencia de las grandes tareas que emergen de las limitaciones y orientaciones de defensa de los intereses de los privilegiados del actual gobierno?

1. Superar el bloqueo institucional. Es ineludible salir del bloqueo institucional contenido en el diseño de la constitución de 1980, que ilegítimamente impide la expresión de la soberanía popular. La nuestra es una democracia crecientemente inútil para representar los intereses mayoritarios, lo que genera un irremediable desprestigio de lo que muchos ciudadanos comunes asumen ya como la "clase política", indiferenciada y con intereses propios repudiables. Relegitimar la democracia es la tarea de hoy, mediante nuevos contenidos de la constitución en materia de valores colectivos,  deberes y derechos y el pronunciamiento ciudadano sobre su orientación. El mejor instrumento conocido para la tarea de legitimación democrática que Chile necesita con urgencia es una asamblea constituyente representativa, autorizada y mandatada para esa tarea por los ciudadanos en un plebiscito convocado por ley. ¿Es inviable? La peor batalla es la que no se da. La acción política está para  ampliar la frontera de lo posible, no para la resignación y la renuncia, ni para conformarse con la coparticipación en la administración del orden desigual existente. Esta tarea emana de una constatación simple y a la vista de todos: no se puede disminuir las desigualdades en el actual marco constitucional. Esquivar este desafío es renunciar a todo cambio de la estructura de poder para eliminar privilegios ilegítimos en la sociedad chilena. Avanzar a una nueva constitución no es provocar el caos ni partir de cero, y no prejuzga sobre la orientación política de los gobiernos futuros, aunque si debe establecer en primer lugar el principio de mayoría, en respeto de las minorías y de su derecho a procurar transformarse en mayoría. Es poner al día las reglas democráticas de convivencia, sin amenazar a nadie e incluyendo a todos: es dejar un legado consistente a las nuevas generaciones que asegure la gobernabilidad democrática, hoy cuestionada por todos lados.        
La nueva constitución debe proponerse consagrar los derechos civiles y políticos fundamentales y las garantías y deberes de los ciudadanos; consagrar la igualdad de género; reconocer y promover los derechos de los pueblos originarios; reafirmar los derechos económicos, sociales y culturales  contemplados en los tratados internacionales firmados por Chile; reafirmar la propiedad pública sobre los bienes comunes para permitir la explotación racional y sustentable de los recursos naturales y el ordenamiento del territorio en beneficio de todos los ciudadanos y de las nuevas generaciones y para permitir el uso del espectro radioeléctrico con obligaciones de desarrollo cultural y de respeto del pluralismo, especialmente en la televisión; establecer la igualdad de oportunidades de acceso a los cargos públicos; avanzar a un régimen político semi-presidencial y la representación proporcional en el parlamento; poner fin a los quorum que dan de derecho a veto ilegítimo a la minoría en las leyes orgánicas; establecer la obligación de consulta a las organizaciones sociales y productivas en la elaboración de leyes sociales, económicas y ambientales; consagrar la iniciativa popular de ley; fortalecer la independencia y profesionalismo del poder judicial; ampliar la descentralización política, incluyendo la elección popular de los gobiernos regionales y la afirmación de la autonomía regional y municipal en las tareas de desarrollo y a avanzar hacia nuevas libertades, en primer lugar hacia la libertad de la mujer para decidir sobre la maternidad en determinadas condiciones; el matrimonio igualitario y el respeto por la diversidad sexual.

2. Avanzar a un nuevo modelo de desarrollo innovador  y sustentable 
Afianzar una transición desde la exclusiva especialización en la explotación de recursos naturales con bajo valor agregado, que genera una economía inestable, desintegrada y desigual, a una economía diversificada basada en el conocimiento innovador, la sustentabilidad y la integración sectorial requiere retomar, pero ahora en gran escala, la tarea de robustecer complejos productivos que desarrollen los encadenamientos hacia adelante y hacia atrás en al menos la actividad minera, pesquera, forestal y alimentaria, mediante programas de innovación, desarrollo y producción limpia, triplicando la inversión actual. Requiere fortalecer una banca pública activa y un sistemas de compras públicas que amplíen la red de pequeñas y medianas empresas creadoras de empleo, con un nuevo sistema de subsidios directos a la capacitación, ampliación sustancial del microcrédito y regulación de los poderes monopsónicos en la distribución.
También supone establecer un nuevo modelo energético basado en una meta de uso de tecnologías renovables no convencionales de 20% en 2020 y 70% en 2040 en la generación eléctrica, desechando la insanía tecnocrática que persiste en introducir la energía nuclear en Chile, el país más sísmico del mundo. Cubrir las necesidades energéticas, incluyendo políticas sustanciales de ahorro, requerirá un ordenamiento territorial riguroso para luchar contra el cambio climático y proteger los ecosistemas y la biodiversidad, ampliando el sistema de zonas protegidas. Se requiere además devolver los derechos de agua al dominio público, y permitir su uso racional mediante concesiones limitadas en el tiempo, con garantías de acceso equitativo y sustentable.
Un nuevo Fondo de Inversión en  Infraestructuras debe permitir un mayor equilibrio regional, consolidar la formación y educación de capacidades humanas y favorecer un urbanismo integrador que aumente la calidad de vida e intervenga los barrios sin equipamiento social y cultural, en una amplia política de reforma urbana. El Fondo Nacional de Desarrollo Regional debe disminuir su condicionalidad para que las decisiones sobre su uso residan en los territorios. El Fondo Común Municipal debe redistribuir mejor los recursos desde las comunas ricas a las pobres y aisladas.

3. Optar por una política económica y laboral para el pleno empleo y la desconcentración
Para financiar el esfuerzo productivo y social del Estado con mayor equidad, la estructura tributaria debe ser progresiva, con una mayor tributación de las empresas y de las personas que tienen más ingresos (eliminando el vínculo entre ambas) y una diferenciación de los impuestos al consumo. La recaudación tributaria debe aumentarse estructuralmente en 1% del PIB al año por una década (y aún así quedaría bajo el promedio OCDE). Se debe estimular el ahorro y la inversión  mediante el reforzamiento de los impuestos al lujo y los males públicos, así como a las rentas especulativas mediante impuestos a las ganancias de capital. Los impuestos permanentes deben permitir el financiamiento de las tareas permanentes del Estado, el que debe combatir el clientelismo y la ineficiencia con una función pública más profesional, reforzando los sistemas de control, transparencia y rendición de cuentas de todas las actividades de gobierno.
Cabe además la ampliación sustancial de la minería estatal y el aumento drástico de la tributación privada por el acceso al subsuelo y a los recursos del mar que pertenecen a todos los chilenos, con licitación periódica y transparente de las concesiones de explotación de recursos naturales que se justifiquen; el cambio en el tratamiento de la renta por uso de los recursos naturales, que hoy se transfiere gratuitamente en proporciones inaceptables a inversores extranjeros y nacionales, deteriorando de paso las cuentas externas de Chile, fruto de un sistema de regalías que debe ser modificado, junto al aumento del impuesto adicional a la repatriación de utilidades. Esta política puede generar nuevos recursos fiscales que deben orientarse al sustancial aumento de la investigación y el desarrollo de productos y procesos innovadores y la ampliación de la infraestructura productiva y social.
La política fiscal y monetaria debe acentuar la capacidad de acción contracíclica y evitar los errores de 1999  y 2009, que  llevaron a la economía chilena a recesiones evitables por actuar poco y tarde.
Las grandes empresas deben estar sujetas a estrictas reglas competitivas y de protección del consumidor, con una regulación financiera que impida los abusos y limite la concentración económica. La fijación de tarifas en los servicios básicos debe evitar las sobreutilidades monopólicas y responder a sus  costos reales.
La negociación colectiva debe realizarse en la empresa y más allá de la empresa, pues la relación laboral no puede estar determinada de manera individual en beneficio exclusivo del empleador. Los trabajadores deben tener organización, voz y poder, factores con los cuales es posible aumentar la confianza y mejorar la cooperación productiva en la empresa, en interés compartido. La ausencia de la negociación colectiva debe terminar, pues no es propia de una economía moderna y civilizada. Esta se debe extender a temas como los despidos colectivos, que deben asociarse a compensaciones y mecanismo de reinserción, la capacitación laboral y la seguridad en el trabajo.
Nuevos aumentos del salario mínimo deberán proteger los ingresos de los trabajadores más pobres, mientras el seguro de desempleo debe ser ampliado en su cobertura, complementado con programas de empleo de inserción juvenil y de reinserción para los desempleados de la larga duración.

4. Desarrollar la educación pública
La educación no es un bien de consumo más llamado a transarse en mercados. Los valores democráticos y humanistas en la sociedad y la igualdad de oportunidades para hacer posible la transición a la economía del conocimiento aprovechando todos los talentos, independientemente de su origen social, es tarea de la educación. Para cumplir ese propósito, el sistema educativo debe ser público por esencia. Esto no es contradictorio con un sistema mixto de provisión, pero solo con el financiamiento público de entidades no estatales sin fines de lucro ni discriminadores. En la medida en que los establecimientos reciban recursos públicos, nada justifica ser un factor caracterizado de segmentación social y cultural y además obtener utilidades privadas con el presupuesto de la Nación. Este debe emplearse en seguir fortaleciendo la cobertura de la educación pre-escolar  y los recursos en la educación básica y media estatal o sin fines de lucro, con escuelas públicas administradas por nuevas corporaciones educacionales regionales con fin único bajo tuición directa del Ministerio de Educación, terminando con el factor de discriminación constituido por el financiamiento compartido y la selección por dinero. Cabe volver a consagrar  la  completa gratuidad escolar y la cabal sujeción a las normas públicas allí donde existan recursos del Estado, incluyendo la prohibición de la selección arbitraria en el acceso, que debe estar vinculado a la vecindad y a políticas de heterogeneidad social y cultural. La formación de profesores debe someterse a altos niveles de exigencia, con exámenes de habilitación obligatorios, junto a una carrera docente fortalecida.
La educación técnica superior deberá asimilarse al régimen de educación universitaria y terminar con su mercantilización generalizada. La educación universitaria debe ser efectivamente sin fines de lucro –cerrando las universidades que burlan la ley y reintegrando a sus alumnos a otras universidades- y su acceso debe ser gratuito para los jóvenes pertenecientes a las familias que integran el 90 por ciento inferior de la distribución de ingresos. La completa gratuidad puede abordarse para la totalidad de los jóvenes con capacidad de seguir estudios superiores si se opta por agregar un nuevo  tramo en el impuesto a la renta con una tasa marginal de  50% (reforzado en 1990 y vigente hasta 1994), por sobre la de 40% actualmente existente, de modo que los más ricos financien su educación con el pago de mayores impuestos.
Las universidades públicas deben garantizar una educación plural y laica y recibir mayores aportes basales para el desarrollo de la cultura y de la ciencia de acuerdo a su nivel de complejidad, junto al fortalecimiento de su rendición de cuentas y sujeción a normas estrictas de calidad y excelencia.

5. Seguir mejorando la protección social.
La experiencia histórica de todas las economías modernas exitosas muestra que la desigualdad se combate de muchas maneras, pero con prioridad mediante estados de bienestar y sistemas de tributación-redistribución directa.  Mencionar cambios de largo plazo en la distribución primaria del ingreso en la empresa como eje de la lucha contra las desigualdades es simplemente esquivar el desafío. Para que estos sistemas de redistribución secundaria del ingreso no se transformen en maquinarias de clientelismo y de desincentivo de la responsabilidad personal, deben basarse en el acceso a prestaciones concebidas como derechos, no como gracia del gobernante de turno ni caridad individualizada. 
Llegó la hora de combatir la individualización, estigmatización y prolongación de la exclusión que se realiza en nombre de la focalización de las políticas hacia los pobres, que debe desaparecer de nuestro lenguaje, y reorientar los subsidios hacia derechos universales, especialmente orientados a la inserción en el trabajo, en la educación y en la participación comunitaria local. Se deja de ser pobre en primer lugar cuando se es responsablemente parte de la sociedad y de sus desafíos colectivos.
Abordar uno de los grandes riesgos de la sociedad futura, el envejecimiento demográfico, requiere dejar de someterse al ideologismo ultraliberal e introducir un pilar de reparto que dé certeza básica a las pensiones junto al pilar solidario y el de capitalización individual, el que debe incluir una entidad pública. A su vez, debe organizarse un pilar solidario que ayude a las familias y comunidades a sustentar la pérdida de autonomía de las personas de edad.
Un Fondo Solidario en Salud debe corregir el mayor riesgo de los cotizantes en el seguro público (los seguros privados discriminan contra las personas afectadas por enfermedades preexistentes, las personas de edad y las con menores recursos) y utilizarlo para aumentar las garantías de atención en la salud pública, que ya abarca el 70% de las patologías, además de reforzar la salud primaria y preventiva, que sigue siendo la mejor inversión posible en salud y también en eficiencia productiva que contribuya al desarrollo.


Sobre el litio y la tributación minera a los recursos naturales

Presentación sobre el litio, en el seminario de la Federación de Sindicatos de Supervisores y Profesionales Rol A Codelco – Chile (Fesuc), que representa cerca de 2000 profesionales de la gran minería del cobre, el 10 de septiembre de 2012.


1. Del “máximo desarrollo” a la optimización fiscal y la sustentabilidad

·          Los objetivos que parecen haber dominado las opciones de política tributaria de los recursos no renovables en los años cincuenta y sesenta del siglo 20, en muchos países en desarrollo pero también en Estados Unidos y Canadá, pueden resumirse en el concepto de “máximo desarrollo”, sobre la base de considerar los efectos en cadena del sector en términos de producción, exportaciones y empleo. Dados los usos alternativos de los recursos públicos, o simplemente ante la escasez de ellos, muchos gobiernos optaron por fomentar las inversiones privadas para este fin. Además, dado que la actividad minera se realiza en áreas geográficas frecuentemente carentes de otras opciones productivas, se agregó un componente de fomento del desarrollo regional. En algunos casos, como en Estados Unidos, se agregó el objetivo de abastecimiento autónomo de recursos en una perspectiva de seguridad nacional.
             El "máximo desarrollo" fue cambiando en casi todo el mundo, en beneficio tanto de una lógica de preservación de los recursos naturales como de maximización de su retorno fiscal. Esto incluyó una ola de nacionalizaciones, especialmente de recursos petroleros, pero también, como en Chile, del cobre y otros minerales, lo que se tradujo en la reforma constitucional de 1971 que consagró la propiedad pública del subsuelo. Esta se mantuvo en la constitución de 1980, pero fue revertida por la ley de concesiones mineras. La tributación minera desde la dictadura ha buscado, con excepción de sectores como el petróleo y el litio -que en su momento recibieron la calificación de “bienes estratégicos”-, el objetivo de "máximo desarrollo de las empresas privadas" en el sector, bajo el supuesto de anticiparse a posibles sustitutos tecnológicos que disminuirían el valor del recurso, especialmente el cobre, lo que resultó ser totalmente erróneo frente a la demanda creciente de los países emergentes. 
                En los años recientes se experimenta en Chile cambios hacia una preocupación por la conservación de recursos combinada con un objetivo de maximización de los ingresos fiscales y de morigeración del impacto macroeconómico. Se discute en la actualidad más ampliamente que los encadenamientos multiplicadores hacia delante y hacia atrás en la actividad de extracción de recursos no renovables es relativamente poco significativa, así como su capacidad de creación de empleo, mientras se entiende que la expansión exportadora tiende a provocar efectos en el tipo de cambio real de largo plazo conducentes a alguna forma de “enfermedad holandesa” que deprime la actividad agrícola e industrial. En este conjunto de temas uno de los que destaca en el debate sobre la definición de la política pública para el sector es el de la maximización de ingresos fiscales. En efecto, el control del acceso a los recursos no renovables da al gobierno la posibilidad de recuperar una renta por la explotación de estos recursos. La discusión se remite al concepto de renta económica y a las modalidades pertinentes para obtener para los ciudadanos el máximo de beneficio de la explotación de sus recursos naturales no renovables. Las opciones son: 
a           a) propiedad pública y explotación pública,
             b) propiedad pública y explotación privada con maximización de la tributación sobre la          renta,
             c) propiedad pública y explotación privada sin maximización de la tributación sobre la            renta y
            d) propiedad privada (o concesiones permanentes, que vienen siendo lo mismo, como         en el caso de Chile) y explotación privada sin maximización de la tributación sobre                la  renta, es decir asimilando el sector a los otros sectores de la economía.

        2. El concepto de renta económica 
          Todo excedente por sobre el rendimiento necesario para mantener en explotación un recurso escaso, constituye una renta económica. Este es un ingreso del propietario del recurso distinto de la utilidad que pudiera obtenerse de su explotación. Sin utilidad, no habrá actividad económica. Sin renta, pero con una utilidad que justifique la inversión de capital habida cuenta comparativa de la rentabilidad de otras actividades, habrá actividad económica. La definición neoclásica de renta económica se enuncia como la diferencia entre el dinero que recibe el propietario de un factor de producción y su precio de reserva, es decir la cantidad mínima necesaria para inducirlo a darle el fin que tiene en su actividad económica presente. La renta económica es en el mercado de factores de producción el equivalente del excedente del productor en el mercado de bienes (el excedente del productor son los ingresos que exceden del mínimo necesario para generar una oferta dada de producción en el mercado de bienes). Esta definición incluye tanto la "renta de escasez pura" como la "renta diferencial". La distinción entre ambas se ilustra desde David Ricardo en 1819 con el ejemplo clásico de la tierra agrícola –totalmente aplicable a los recursos mineros, incluyendo el litio- disponible en unidades homogéneas pero escasas (oferta inelástica), por las que los propietarios de cada unidad de tierra van a recibir una renta periódica similar y cuyo monto va a depender de la demanda por tierra. Si además las unidades de tierra son de calidades diferentes, la tierra marginal (la unidad de tierra de peor calidad) recibirá la renta de escasez – que será tan importante como intensa sea la demanda- mientras las tierras de calidad superior recibirán además una renta diferencial.
           En la medida en que la tierra es un recurso que no se agota, su tasa de uso en el tiempo no tendrá ninguna influencia sobre el valor presente potencial de la renta. Este no es el caso de los recursos no renovables, como los mineros, pues se debe necesariamente considerar adicionalmente la trayectoria temporal de explotación del stock existente, la que puede realizarse con mayor o menor rapidez hasta su agotamiento. El valor presente de la renta a retirar se verá modificado. El concepto pertinente para la evaluación económica será entonces el valor presente de la renta sobre la vida del stock de recursos.
          En una economía competitiva la renta vuelve al propietario a través de la siguiente secuencia: el recurso que está en el origen de la renta reporta al empresario que lo explota un rendimiento más elevado que el rendimiento normal en cualquier otra industria, lo que suscitará la llegada a la industria de nuevos interesados, los que harán aumentar el valor del recurso. La renta del propietario aumentará en el monto pleno del incremento de precio del activo. Los empresarios que exploten el recurso no retirarán sino el rendimiento normal.
            En el caso de un gobierno propietario o concedente de los recursos del subsuelo, la tributación se transforma en un medio para recuperar la mencionada renta, que de otro modo, y en ausencia de algún mecanismo de asignación competitiva de las eventuales concesiones (como el que utilizó Codelco con la mina Gabi para un porcentaje de la concesión), quedaría en manos del que explota el recurso y no del dueño legítimo del recurso, el conjunto de ciudadanos.
            Las múltiples variantes existentes en unos y otros países y territorios se resumen en dos modalidades básicas: "regalías brutas" y "regalías netas". Las primeras son ad-valorem o bien específicas y son proporcionales o bien progresivas, pero tienen como característica no incluir el costo de explotación en la base de tributación. Las "regalías netas" se asemejan a una forma de tributación de las utilidades, en el sentido de que procuran tomar en cuenta los costos de explotación. También pueden ser proporcionales o progresivas.
·            La regalía bruta tiene la ventaja considerable de ser de fácil aplicación. Su cálculo es sencillo, no requiere de grandes costos de administración y no deja lugar a elusiones fiscales. Sin embargo, al no considerar los costos de explotación, tiene fuertes probabilidades de no lograr captar la renta económica potencial si los yacimientos tienen costos que varían mucho. Si la regalía bruta está concebida para captar el costo de uso marginal, y por tanto la renta sobre el yacimiento de costos más altos, los empresarios que exploten los otros yacimientos "inframarginales" se beneficiarán de rentas diferenciales que no serán captadas por la regalía. Así, la regalía bruta puede ser la mejor opción en el caso en que no haya grandes variaciones de calidad de los yacimientos, y por tanto en sus costos de explotación, y la regalía neta en el caso de variaciones importantes.
            La opción de explotación del recurso mediante una empresa pública tiene, por su parte,  la ventaja teórica de captar la totalidad de la renta. Pero esto supone que no se produzcan fenómenos de captura de la empresa pública por parte de sus asalariados (y de los que mandan, los ejecutivos) para lograr remuneraciones por sobre las del resto de la actividad económica corregida por su productividad, o bien por sus proveedores, que abastezcan a la empresa pública con insumos a costos superiores a los de mercado. Así, la solución de la empresa pública está en condiciones de hacer recaer sobre los ciudadanos tanto los beneficios como la renta de la explotación del recurso natural, siempre que no sea capturada por sus administradores, asalariados y proveedores directos, mientras la solución de la empresa privada sin cobro tributario de renta remunera a esta última más allá de la utilidad que puede obtenerse en las demás actividades. Esto es así incluso si se ajusta por el eventual mayor riesgo de la actividad, lo que siempre es discutible, mientras tiende a sobreexplotar el recurso en el corto plazo frente a la volatilidad de los precios de los no renovables en el largo plazo.

.     3. Recomendaciones para evitar la “maldición de los recursos naturales

              La literatura sobre la “maldición de los recursos naturales”, es decir la paradoja de que muchos países que poseen recursos de este tipo se ven envueltos en efectos negativos antes que positivos en sus economías, ha producido recomendaciones relativamente precisas en materia de acuerdos entre los Estados y las empresas cuando los primeros optan por no realizar su explotación directamente, en parte o totalmente, sino captar la renta económica mediante mecanismos tributarios establecidos en contratos y/o leyes. 
           Una primera recomendación es condicionar el acuerdo sobre tributación de recursos naturales a la evolución de los precios futuros y otras circunstancias económicas relevantes. En palabras de Macartan Humphreys, Jeffrey Sachs y Joseph Stiglitz (Future Directions for the Management of Natural Resources, 2007), tomando el caso del petróleo, “ningún gobierno democrático puede aceptar un acuerdo en el que la corporación recibe un muy alto retorno y el país recibe migajas por su recurso natural. Las compañías deben ser compensadas de modo justo por sus inversiones, pero tasas de retorno que no guardan relación con el riesgo nunca serán aceptadas. Las matemáticas son relativamente simples. Ignorando los costos de extracción, considérese un acuerdo con un royalty fijo bruto de 50 por ciento. Si la compañía de petróleo estaba dispuesta a llevar a cabo la extracción cuando esperaba precios del petróleo a $20 el barril, entonces, si los precios se disparan a $80 el barril, la compañía recibe cuatro veces el retorno requerido ($40 comparado con $10). Si incrementos de precios de este tipo se consideran poco verosímiles, acuerdos “progresivos” que incrementan la parte del país cuando suben los precios, pueden tener solo un impacto menor en el valor ex ante del acuerdo pero pueden eliminar gruesas situaciones inequitativas ex post (…). Los contratos deben especificar retornos al gobierno ante un amplio rango de escenarios de precios, costos y producción. De otra manera, una vez que los precios empiezan a crecer sin un incremento correspondiente en los retornos a las naciones que poseen los recursos, habrá un previsible aumento de las tensiones entre países y corporaciones y un correspondiente aumento en el nacionalismo de los recursos”.         Una lógica progresiva de este tipo se estableció en la modificación del royalty minero en 2010, aunque con una escala insuficiente para obtener para el país una proporción de la renta que se aproxime siquiera a la mitad de la misma, dados los significativos incrementos observados en los márgenes operacionales de las empresas del sector con los precios actuales, y además a cambio de una insólita prolongación de la invariabilidad tributaria hasta el año 2023.
           Una segunda recomendación es diseñar las licitaciones considerando las asimetrías de información. El diseño adecuado de contratos y de licitaciones de acceso al recurso natural puede hacer emerger informaciones económicamente relevantes para el dueño del recurso y disminuir la magnitud de las asimetrías de información sobre costos y utilidades entre el gobierno y las empresas privadas. Y puede incidir en aumentar el número de participantes y en su intensidad de competencia en las licitaciones para asegurar una mejor revelación de información acerca del valor de los activos.  
        Una tercera recomendación es requerir transparencia en los temas negociados. La vigilancia pública permite establecer restricciones sobre los negociadores gubernamentales para evitar diversas formas de corrupción y así producir mejores acuerdos para el dueño  legítimo del recurso natural. En general, no existen razones valederas para cláusulas no públicas en las licitaciones y contratos.

.     4. El caso del litio
            Estimaciones privadas proyectan que hacia 2015 la demanda de carbonato de litio se duplicará, pasando de 125.000 toneladas a 250.000 toneladas al año. No existe ninguna razón que no sea ideológica para excluir a Codelco de nuevas actividades de extracción de litio, empezando por las reservas existentes en sus propias pertenencias (salar de Pedernales), o bien haciéndose partícipe de nuevas explotaciones. Esto aseguraría que la renta del recurso natural quede en manos de todos los chilenos y que la eventual explosión de su demanda –como ocurrió con el cobre- no implique aumentos de la renta que sean apropiados por inversores privados, con un capital ilegítimamente sobre remunerado, y no por la Nación chilena. Se trata de evitar que esta se vea otra vez impedida, como en el caso del cobre, de usar los retornos de recursos que le pertenecen en el desarrollo de infraestructuras productivas y sociales, en habilidades humanas y en ciencia y tecnología, especialmente para desarrollar capacidades productivas distintas de la extracción de recursos no renovables, por definición limitada en el tiempo.
·         En otras presentaciones se demuestra la carencia de fiscalización de la explotación actual en el Salar de Atacama y la ausencia de conocimiento experto sobre sus consecuencias productivas y ambientales en el caso de Soquimich (SQM) y la Sociedad Chilena del Litio (SCL) que ostentan concesiones con cuotas otorgadas por la CORFO para la extracción de litio (la primera hasta el año 2030). El principio de precaución debiera impedir cualquier explotación adicional antes de la puesta en vigencia de un Instituto de los Recursos No Renovables, con una instancia especializada en el estudio de la explotación del Litio y su impacto en los salares y en la trayectoria de extracción del recurso. La tributación a la extracción privada del recurso hoy existente mientras permanezca la vigencia del contrato se debe aplicar además con un esquema de tasas progresivas sobre las ventas, dadas las incógnitas sobre el precio futuro, especialmente si se generaliza la tecnología de automóviles eléctricos en base a baterías de ion-litio. 
         La extracción actual del litio se establece de acuerdo a dos modalidades: la de la Sociedad Chilena del Litio (hoy Rockwood Litio, de capitales extranjeros), en que el litio es el producto principal, y la de Soquimich-SQM (de capitales chilenos y extranjeros), en que el litio es un producto secundario derivado de la producción de potasio a partir de salmueras. Los costos unitarios de extracción son muy disímiles en este contexto. En consecuencia, no es pertinente aplicar la regalía tributaria en función de las ventas brutas, lo que hoy ocurre con una tasa fija de 6,8%, mientras los Contratos Especiales de Operación de Litio (Ceol) que el gobierno actual pretende establecer lo fija en 7% de las ventas. Lo pertinente desde el punto de vista del interés nacional es una tasa sobre el excedente neto cuando se considera útil asociar a privados con experiencia y capacidades tecnológicas a la extracción sustentable de recursos naturales no renovables. O en el caso de optar por simplicidad por una tributación sobre los ingresos brutos, establecer tasas marginales progresivas según el precio de mercado. La maximización de la captación de la renta del recurso por el Estado supondría tasas medias más elevadas que las vigentes y una tasa marginal de fuerte progresividad, lo que es perfectamente legítimo para el interés nacional y no afectaría la inversión, que recordemos no necesita de tasas de utilidad sobre normales para hacerse efectiva. En cualquier caso, la opción de reversión a la explotación pública debe estar siempre presente en los contratos de extracción temporal.
            A la ausencia de tasas progresivas se agrega en los Contratos Especiales de Operación de Litio el grave defecto de establecerse un comité paritario de administración del contrato entre los privados y el Estado, con una fiscalización de cargo de la empresa privada. Estas son condiciones inaceptables para el Estado chileno, insólitamente consagradas por el gobierno chileno actual. Existe por último la incógnita de si estos contratos tendrán un fin específicamente productivo o si tendrán un carácter especulativo, de constitución de reservas en el contexto de carteras de activos. En efecto, fuera del salar de Atacama los costos de producción parecen ser mucho más altos. Según han informado ejecutivos de Rockwood Litio, el estudio de la química de las salmueras entre la I y III Región permite estimar que estos salares tienen leyes de aproximadamente 200 partes por millón de litio, mucho menor a las 1.500 partes por millón de litio que ostenta el salar de Atacama.

martes, 18 de septiembre de 2012

Independencia y soberanía popular

La celebración de fiestas patrias es desde hace tiempo la suma de unos feriados, unos tedeum, una parada militar y muchas ramadas. Es la llegada de la primavera y un momento de expansión. Muy bien. Pero no es un momento de reflexión, como también debiera ser. Es probable que la causa sea que para las oligarquías dominantes (concepto que prefiero al de élites, demasiado ascéptico e impreciso, oligarquías que son como las brujas: de haberlas, las hay, y son económicas, políticas y mediáticas)  no sea del todo bienvenido recordar que la independencia fue un proceso emancipador. Y que incluyó luchas insurreccionales, conflicto social y político, choque de intereses, retrocesos y nuevos impulsos, con un desenlace que marcó la ruptura con los privilegios del orden previamente existente. En suma, una revolución. 

El 18 de septiembre de 1810 no es el día de la independencia: es el día de la declaración de lealtad a un rey español depuesto por Napoleón, realizada por una junta que declaró haber “prestado el juramento de usar fielmente su ministerio, defender al reino hasta con la última gota de su sangre, conservarlo al señor don Fernando Séptimo y reconocer al Supremo Consejo de Regencia”. Nada muy heroico, aunque fue un primer paso. La independencia vino en realidad años después, en 1818, cuando maduró aquella aspiración firmada en la ciudad de Concepción, en enero de 1812, entre los plenipotenciarios de la Junta de Concepción y los representantes de la Junta de Gobierno de Santiago, en la llamada Convención de Concepción: "La autoridad suprema reside en el pueblo chileno". Llegaba para quedarse, y para ser cuestionada desde entonces por las mentadas oligarquías, con frecuente éxito, la decisiva y noble idea de la soberanía popular. Frente a ella el rey Fernando VII, repuesto en el poder en diciembre de 1813, no quiso hacer concesiones, a pesar de la Constitución liberal de Cádiz elaborada en su ausencia. Esto provocó finalmente la pérdida de su imperio americano.

Pero es solo después de muchas vicisitudes, el 1 de enero de 1818, cuando Bernardo O’Higgins termina proclamando la independencia de Chile en Concepción, en el fragor del combate y frente a un nuevo desembarco de tropas españolas, cuyo texto es aprobado de forma definitiva, corregido y firmado por el Director Supremo, el 2 de febrero de 1818 en Talca. Poco después se consolidaría la declaración en los hechos en la Batalla de Maipú, en la que bajo el mando de San Martín los patriotas derrotaron para siempre, el 5 de abril de 1818, al ejército realista. ¡Que poco se conoce y se asume lo allí expresado!: “La fuerza ha sido la razón suprema que por más de trescientos años ha mantenido al Nuevo Mundo en la necesidad de venerar como un dogma la usurpación de sus derechos y de buscar en ella misma el origen de sus más grandes deberes. Era preciso que algún día llegase el término de esta violenta sumisión”. Sostenía O’Higgins que el sentido de la declaración de independencia era "que entiendan las naciones que ya no existe la debilidad que nos ha mantenido en forzosa sumisión; que debe esperarse un manifiesto de la justicia que nos asiste para nuestra heroica resolución; que tenemos fuerzas bastantes para sostenerla con decoro; y que jamás nos sujetaremos a ninguna otra dominación". 

La independencia se hizo contra dogmas sostenidos por la fuerza y para no aceptar la sujeción a dominaciones por encima de la Nación y de la soberanía popular, según nuestros textos fundacionales. Se entiende así tal vez mejor por qué se habla tan poco de esta lección primigenia de la independencia nacional. Y de otro hecho que no resulta casual: el acta original, con las correcciones de O’Higgins, quedó destruida el 11 de septiembre de 1973, cuando un valiente Presidente de Chile decidió no aceptar la renuncia que los militares alzados contra la democracia le exigían y optó por resistir el bombardeo destemplado del Palacio de La Moneda, que destruyó hasta el Acta de Independencia, aunque esto lo obligara luego a quitarse la vida, pues su título provenía del pueblo y no estaba dispuesto a que fuera mancillado por la fuerza de la brutalidad.

Así, las naciones se construyen con valores que constituyen su cimiento. En el caso de las naciones modernas y democráticas, con el valor de la soberanía popular como supremo origen del poder. Y con el ejemplo de resistencia y rebeldía de sus líderes frente a la injusticia manifiesta. No es entonces de extrañar que surja con vehemencia creciente, pues proviene del origen de la Nación y de sus momentos más significativos, la consideración de que la actual configuración constitucional no es aceptable. Solo unos cuantos interesados en mantener sus privilegios y unos pocos necios pretenden negar que el actual orden constitucional carece de legitimidad de origen, a pesar de sus 31 procesos de enmienda, y de legitimidad de ejercicio suficiente, precisamente por no permitir la expresión de la soberanía popular. Lo impide el sistema de elección del parlamento y los quorum que dan poder de veto a la minoría en desmedro de la voluntad mayoritaria en materias decisivas. Al día de hoy, disponemos de un régimen de libertades pero de poco más que de una democracia interdicta por una configuración de oligarquías económicas y políticas para lo que verdaderamente importa: los derechos civiles, políticos y sociales, el nivel y estructura de los tributos para financiarlos, las regulaciones económicas y ambientales. Las oligarquías políticas se han consolidado e incluyen a las que representan directamente a las oligarquías económicas y a las que han sido cooptadas por estas últimas, con ayuda del sistema de financiamiento de las campañas por las empresas. Esta interdicción se origina en una transición que algunos tomaron como punto de llegada, mientras para la mayoría de los participantes en la gesta de octubre de 1988 era un mero punto de partida hacia un orden democrático y civilizado que gradualmente debía establecerse respetando los derechos de las minorías pero haciendo prevalecer la voluntad mayoritaria. Esa fue la promesa de 1990 y no el gatopardismo -que todo cambie para que nada cambie- según puede leerse expresamente en el primer programa de la Concertación, que en todo caso ha tenido cumplimientos parciales de gran relevancia. Pero no en la promesa de establecer en Chile la soberanía popular.


Los “realismos” en esta materia que duran ya 22 años son a estas alturas insostenibles, pues en realidad se llaman renuncias. Estas no tienen apoyo en la sociedad y menos en las nuevas generaciones, que observan una radical distancia con el orden actual y su sociedad de mercado, por mucho que quieran convencernos de lo contrario quienes hicieron de necesidad virtud y se explayan con abundante eco en los medios, como si representaran algo más que sus personales reacomodos. Se requiere un cambio de folio en la vida institucional del país, salvo que se quiera mantener el statu quo de desigualdad, marginación de las mayorías, crisis de representación y… creciente ingobernabilidad. Renunciar por consideraciones subalternas de poder a dar curso a un nuevo proceso constituyente (incluyendo a algunos que no debieran y que lo hacen en nombre de una gobernabilidad precisamente puesta en cuestión por la sobrevivencia de un orden institucional que bloquea la representación de una sociedad cada vez más plural y exigente), es a estas alturas propio de incivilizados, de autoritarios y de miopes. Prefieren provocar a la juventud activa del país y a vastos sectores medios y populares, que juntos constituyen la mayoría, y de paso aumentar la anomia y violencia social que nada bueno augura, antes que escuchar a un insigne conservador, Winston Churchill: “el principio central de la Civilización es la subordinación de la clase dirigente a las costumbres establecidas de la población y a su voluntad expresada en la Constitución”. Nunca mejor dicho.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Homenaje a un hombre de convicciones

Ha muerto Juan Enrique Vega. Sucumbió a una crisis cardíaca, a los 69 años. Juan Enrique ocupó cargos públicos como embajador en Cuba con el Presidente Allende y en Naciones Unidas en Ginebra con el presidente Lagos, y en el Consejo de TVN con el presidente Frei. Esto suena a rasgos burocráticos, tan alejados de la personalidad de Juan Enrique. En efecto, fue sobre todo un intelectual muy destacado y significativo en la trayectoria de la izquierda chilena y sus vicisitudes. Fue uno de los fundadores del Mapu y uno de sus dirigentes históricos, y se sumó luego a la renovación socialista desde su exilio en México, en donde compartí con él inolvidables jornadas. Siempre su opinión fue incisiva, desprendida y lúcida. Era un analista fino y culto de las complejidades de la época y de las tendencias políticas contemporáneas. La inteligencia, y la lucidez a veces pesimista, no tiene porqué opacar la voluntad del que tiene y mantiene convicciones: Juan Enrique no buscó acomodos. Se dice de quienes  militaron en el Mapu que tienen una capacidad especial de adaptarse al poder, lo que efectivamente ocurre de manera notoria con algunos que tienen la mala costumbre de justificar sus propias decisiones y renuncias más o menos respetables por supuestas circunstancias generales. Pero no me gustan las simplificaciones y puedo dar fe -aunque provengo de la izquierda laica- de que es el caso sólo de unos pocos, y con una resonancia en los medios equivalente a su acercamiento al campo conservador. El acomodo al poder es tan antiguo como la condición humana y no es privativo de ningún grupo particular. Puedo dar fe de que Juan Enrique, como muchos de sus amigos de generación, se mantuvo hasta el final de su vida fiel a sus convicciones, a su izquierdismo de razón pero sobre todo de corazón y pasión, que presumo venía desde sus correrías de dirigente de los estudiantes secundarios a fines de los años 1950 y del Liceo Aplicación, en el que hizo sus primeras armas políticas. Juan Enrique no era de los que privilegiaba protagonismos. Fue capaz de mantener una posición propia, aunque significase renunciar a la condición de embajador en Ginebra, para mantenerse fiel a sus convicciones, en este caso a propósito de un proyecto de resolución sobre la política de Estados Unidos en Irak en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en 2003. No buscó posiciones fáciles y siguió ganándose la vida, no sin dificultades, y por largo tiempo fuera de Chile, como investigador social. Nunca dejó de ejercer la crítica razonada con los valores propios de un "intelectual de izquierda", figura hoy tan desvalorizada. Pero Juan Enrique Vega fue sobre todo un entrañable ser humano, divertido, sarcástico, irreverente, leal compañero, un padre y abuelo que adoraba a sus hijos y nietos, solitario pero muy amigo de sus amigos, especialmente con los que compartió una vida de compromiso político. Esa irreverencia le significó a veces el aislamiento. Pero nunca dejó de ser respetado. A muchos, aunque personalmente lo conocí mucho más tarde, nos hará falta su actitud y su amistad en las vicisitudes y batallas que seguirán viniendo.

martes, 4 de septiembre de 2012

De mal en peor


Se anunció el 3 de septiembre un acuerdo en la comisión mixta de diputados y senadores sobre la reforma tributaria enviada por el gobierno el 4 de mayo y reformulada el 2 de agosto. Fue aprobado el 4 de septiembre por ambas cámaras. No se honra mucho, en un día simbólico, las tradiciones de nuestra República.
Por el lado de los aumentos de ingresos, el ministerio de Hacienda los cifró en su momento por concepto de incremento del impuesto a las utilidades de las empresas en 1796 millones de dólares en 2013 (nótese la precisión, bastante curiosa pues está basada en supuestos aproximativos, pero todo sea por la imagen de seriedad tecnocrática), para luego descender en principio a 1358 millones en 2017. En realidad, dado que este pago constituye un crédito para el pago de impuestos personales de los dueños de las empresas, el efecto neto en el largo plazo va a depender de la política de retiro de dividendos, pero en fin esas son precisiones técnicas. Otras medidas incrementarían la recaudación en 130 a 535 millones de dólares adicionales en 2013 y 2017 respectivamente, a lo que se agregaría 35 millones de impuesto adicional al tabaco previsto en el acuerdo de la comisión mixta y una estimación de 400 millones más por aplicación de factura electrónica, que en realidad rebaja la evasión.
Luego el gobierno, con la aceptación de la mayoría de la oposición (tengo un problema con esa denominación: a esta altura uno se pregunta a qué se opone en realidad), introdujo una serie de rebajas tributarias por 696 millones de dólares en 2013, las que llegarían a 1017 millones en 2017. En el caso del impuesto a los ingresos de las personas, la rebaja es muy precisa: los que ganan más de 6 millones de pesos al mes, el 0,3% de los contribuyentes más ricos, tendrán una disminución promedio del impuesto a la renta del orden de un millón de pesos al año. En la parte baja de la escala de los que tributan a la renta, el 12% de contribuyentes que ganan menos de 1,2 millones de pesos al mes, tendrán una rebaja anual de 27 mil pesos al año. Un millón contra 27 mil pesos: así va la equidad en Chile.
Por cierto, el 81,2% de los chilenos que por tener ingresos inferiores a 500 mil pesos al mes no pagan impuesto a la renta (pero si mucho IVA, que nadie pensó en rebajar) no tendrán beneficio alguno.
Claro, los representantes del realismo pedestre dirán que han obtenido una gran victoria, porque originalmente el gobierno iba a rebajar en 1,5 millones el impuesto anual de los más ricos y ahora solo en un millón. Así, los adalides de la “gobernabilidad”, van legitimando y profundizando una y otra vez las desigualdades en Chile en acuerdo con la derecha, como ya lo habían hecho con el royalty minero, en el que prolongaron condiciones inaceptables para el Estado chileno en materia de renta minera que pertenece a todos hasta el año 2024.
Cabe recordar que la reforma tributaria del 2010 propuesta por el Gobierno para enfrentar la reconstrucción incluyó alzas transitorias y rebajas permanentes. El resultado tributario neto de largo plazo de esa reforma fue una caída en la recaudación del orden de 400 millones. Esto implica que las dos reformas del gobierno, la aprobada en 2010 y la del proyecto aprobado ahora en el parlamento generarían del orden de 0,2% del PIB de 2015 en adelante. Se necesita recursos por al menos diez veces más sólo para abordar las necesarias reformas en educación. La reforma de 1990 aumentó la recaudación en 2% del PIB. Diez veces más. Así va nuestra dirigencia política actual respecto a los grandes desafíos del país. De mal en peor.

sábado, 14 de julio de 2012

Entrevista a La Tercera

Entrevista en La Tercera


Ex presidente del PS Gonzalo Martner: "Bachelet se asoció a un grupo que ha llevado a la ruptura del PS"

El ex presidente del PS anuncia que congelará su militancia en el PS debido a sus diferencias con la conducción del sector de Andrade y Escalona.

por María José Pavez


Ayer en la mañana, el ex timonel del PS Gonzalo Martner recibió en su celular una serie de mensajes de dirigentes del PS. En ellos se le invitaba a asistir a un encuentro convocado por el actual presidente de la colectividad, Osvaldo Andrade, para abordar el escenario de crisis interna y se le instaba a no congelar su militancia en el PS, idea que Martner venía evaluando hace días con algunos correligionarios. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada.


¿Cómo ve el actual escenario en la Concertación y los tironeos entre el eje DC-PS y los otros partidos?

La Concertación dejó de existir el día en que fue electo Presidente Sebastián Piñera. Pero en la Concertación siempre hubo un bloque de izquierda. Ese bloque, en tanto tal, eligió al Presidente Lagos en una primaria y a la Presidenta Bachelet en otra primaria que no llegó a culminar, de manera que nunca fue necesario, para que la Concertación expresara los puntos de vista de la izquierda y el centro, lo que ha ocurrido ahora: que el PS divida a la izquierda y que su dirección expresamente haya buscado dividir a la izquierda para subordinarse a la DC.

¿Cree que este giro, que busca asegurar el regreso y triunfo de Bachelet, es un error?

Absolutamente. Es un giro de la actual dirección socialista, un giro de Escalona y Andrade. La ex presidenta fue presidenta sin esta alianza, de modo que simplemente no tiene nada que ver una cosa con la otra. Es un giro hacia la derecha.

¿Cuáles son los principales motivos de su descontento con la dirigencia del PS?

Lo primero es que el PS ya no defiende como institución y con obligación de voto parlamentario, causas que son históricas. Además, ya hay una carencia manifiesta de estado de derecho interno, no se respeta la diversidad interna.

La tercera razón es que el PS abandonó su domicilio político, que fue la izquierda. Soy del pensamiento de los que tempranamente planteó la necesidad de articular a la izquierda con el centro y sigo pensando lo mismo, pero la Concertación no podía nacer con el PC porque estaba en otra política. Entonces no era posible, pero eso no quiere decir que en el seno de la Concertación no hubiese desde el inicio un bloque de izquierda. Escalona y Andrade cambiaron esa política por una de subordinación a la DC.

Hace unos días dijo estar en un “estado de reflexión” por su militancia. ¿Ya tomó una decisión?

Efectivamente, he tomado esa decisión. Sigo siendo socialista, por fidelidad a su historia y a sus valores, pero me declaro autónomo de su estructura y desde hoy congelo mi militancia en el PS hasta que estas cosas no cambien. La dirección verá si me expulsa o no, pero ahora me declaro socialista autónomo, voy a trabajar con gente desde dentro y desde fuera del PS.

¿Es reversible la crisis en el PS?

Menos mal en la vida casi todo es reversible. Espero que este episodio de captura del poder interno por un grupo con intereses propios, al servicio de una persona, sea reemplazado por lo que siempre fue, que es la casa común de la izquierda, un lugar plural.

Concretamente, ¿qué propone?

Tiene que haber un congreso refundacional, al cual el PS debe invitar a otras fuerzas políticas, en la perspectiva de armar un gran partido de izquierda democrático en Chile. Si eso no es posible, al menos un frente amplio progresista que, por supuesto, se mantenga en diálogo, vínculo y alianza, en determinados aspectos, con el centro político, pero no aceptando sus vetos. La gobernabilidad, deben saberlo, creo yo, todos, la garantiza mucho mejor una izquierda fuerte, articulada y coordinada.

¿El encuentro de hoy se enmarca en ese esfuerzo?

Las cosas hay que hacerlas de otra manera. El punto uno de la tabla es recoger la opinión de los ciudadanos. Cuando Andrade le contesta a Boric que Bachelet no necesita comandos juveniles, le está diciendo al presidente de la Fech, que tan importantes roles ha jugado en la historia de Chile, que al PS no le interesa la dirigencia juvenil. Eso es contra lo que yo me estoy rebelando definitivamente.

Andrade llamó a una reunión de ex timoneles ¿Participará en ella?

Francamente, me parece muy poco y muy tarde, pero participo en cualquier reunión a la que se me invite, desde la condición de socialista autónomo.

Durante el gobierno de Bachelet, el PS tuvo un éxodo de militantes. Ahora la crisis parece replicarse a propósito de su eventual regreso. ¿A qué se debe esto?

Porque se produjo la toma del poder en el PS de un grupo interno que, esencialmente, se ha movido por el afán de reconocimiento y por la búsqueda de espacios de poder. Y, desgraciadamente, la ex presidenta se asoció a ese grupo que ha llevado a sucesivas rupturas en el PS.

¿Cuánto influyó el gobierno de Bachelet en esta crisis interna que, a su juicio, se arrastra de esa época?

Me complicó mucho, como presidente del PS, luego de obtener el apoyo unánime del partido a su candidatura, y luego haber hablado con uno y otro liderazgo en el PPD y haber obtenido el apoyo de todos esos sectores... Me dolió mucho que ella dijera que nunca había tenido apoyo de partido político alguno y que era una candidata de los ciudadanos, porque simplemente eso no es cierto. Los dos partidos principales de la izquierda chilena estuvieron detrás de ella. La desvalorización de las instituciones políticas a mí me dolió. Eso se traduce en que, finalmente, se busca gobernar con tecnócratas que hacen grandes errores. Andrés Velasco es un tecnócrata inepto.

Creo que lo que se necesita son instituciones políticas y no liderazgos personales. Siempre en segunda vuelta voy a votar por el no derechista que esté mejor situado, pero no voy a darle, a esta altura de mi vida, apoyos incondicionales a nadie.

¿Esta decisión de quitar peso a los partidos es parte de la génesis de la actual crisis?

De alguna manera, sí.

Entonces, usted piensa que Bachelet tiene una alta cuota de responsabilidad...

Todos nosotros, claro.

No más de lo mismo


Hemos, con algunos amigos, señalado que seguimos siendo  socialistas por fidelidad a su historia  y a sus valores pero que nos declaramos autónomos de la estructura del PS actual por  tres razones. 
Primero, el PS  ya no defiende como institución -y con obligación de voto parlamentario-  banderas  históricas del socialismo, como la educación pública  (dio apoyo a la ley de Lavín) y la defensa de la soberanía de los recursos naturales (dio apoyo al royalty minero de Piñera y en estos días a la ley de pesca de Longueira, con algunas honorables excepciones). Con demasiada  frecuencia se inclina frente a los intereses de las grandes corporaciones, pues se ha hecho permeable a los grupos de presión empresarial. El propio  secretario general firma documentos con lobistas. 
Segundo, el PS carece de Estado de derecho interno: no se respetan las resoluciones de los congresos, la Mesa dejó de ser representativa, el Comité Central sesiona sin quorum, no se respeta la diversidad  interna sino que se procede por el grupo dominante con lógica de tierra arrasada  frente al que piensa diferente. La casa común de la izquierda que contribuimos a crear es cada vez más el refugio conquistado de un grupo sin propósito programático alguno que no sea la búsqueda de reconocimiento por la élite  dominante  y de posiciones burocráticas en el Estado. Es decir un partido al servicio de un grupo de personas y sus intereses particulares, y no el representante de los “trabajadores manuales e intelectuales” creado en 1933.
Tercero, el PS abandonó su domicilio político: la izquierda. Creemos en la necesidad de articular  a la izquierda con el centro. Pero la Concertación siempre tuvo un bloque de izquierda en su seno, que fue capaz de llevar a la presidencia a Lagos y Bachelet. Los parlamentarios  PS y PPD siempre fueron elegidos por los militantes de  ambos partidos. Escalona  y Andrade dividieron al bloque progresista y aceptan sin más trámite los  vetos programáticos y políticos de la DC, que exige mantener a la izquierda dividida. 
No aceptamos la política ni las conductas mencionadas. Mientras estas no cambien, mantendremos congelada nuestra militancia. Trabajaremos como socialistas autónomos, creando un espacio de acción con militantes de dentro y fuera del PS para bregar por reunificar a la izquierda y el progresismo, ojalá en un gran partido plural de la izquierda o al menos en un frente amplio progresista, con una lista parlamentaria que lo exprese. Desde una izquierda reagrupada podremos entendernos amigablemente con el centro, pero sin aceptar vetos, como los que el conservadurismo ha impuesto en materia de aborto, matrimonio igualitario, educación pública y reformas estructurales tributarias, laborales y de defensa de los recursos naturales.  Los partidos deben estar al servicio de causas y no de los  intereses de las personas que logran capturarlos para sus fines.
En materia presidencial, nos guiaremos por adhesiones a programas, pero siempre apoyaremos sin dudas ni tergiversaciones al candidato no derechista mejor situado en la segunda vuelta del año 2013.


viernes, 22 de junio de 2012

Pregunta sobre un manifiesto


Un grupo de personas que se identifican con la Concertación ha entregado un manifiesto, lo que se agradece en tanto permite promover el debate de ideas sobre el futuro del país que tanto hace falta en la esfera política. Se trata de un grupo constituido por algunos dirigentes políticos y ex autoridades, algunos devenidos en jefes de empresas de lobby que, mediante pago por otras empresas, defienden profesionalmente intereses particulares buscando influir sobre las autoridades elegidas por el pueblo, y otros devenidos en empresarios o directivos de empresas, incluyendo algunos del dominio de la educación privada subvencionada. Pero hagamos un ejercicio de  abstracción de la proveniencia de los firmantes –difícil, es cierto-  y revisemos la idea central que inspira los temas y propuestas tratados. 
En efecto, resalta  la curiosa afirmación inicial del manifiesto de que “la identidad concertacionista dejó de ser diferenciadora, porque la hicimos identidad de todo el país: democrática, transformadora, garantía de gobernabilidad y sobre todo, comprometida con los problemas, dolores, sueños y protección de nuestro pueblo”. Impresionante noticia: ya las ideas autoritarias y neoliberales de la derecha no existen, ni los intereses empresariales que sustentan, ni que hayan bloqueado el sistema político durante más de dos décadas, impedido reformas tributarias y políticas sociales amplias, la recuperación de la educación pública, el acceso igualitario a la salud, el control nacional de los recursos naturales.  O la derecha neoliberal desapareció (pero ahí sigue su "obra", la de Guzmán y los Chicago Boys: la educación de mercado, la seguridad social y la salud privatizadas, la debilidad sindical y de la negociación colectiva, un sistema tributario limitado e injusto, la entrega de los recursos naturales y su depredación y el corolario de todo esto, la desigualdad generalizada), o los firmantes se acercaron a su ideas. ¿No será, en efecto. que los suscriptores del manifiesto dejaron de diferenciarse en lo sustancial de la derecha? ¿Y que esa es la causa fundamental de la derrota y progresiva descomposición de la Concertación? Hipótesis digna de análisis, sobre todo si se considera que la diferenciación entre las ideas e intereses de derecha y el programa de la Concertación de 1989 era evidente. Pero los autores del manifiesto están ahora en otra cosa. Luego de describir con justeza la magnitud de las desigualdades, limitan sus ambiciones a "avanzar en la igualdad de oportunidades". Esta es una idea tipicamente liberal de derecha, traducida vulgarmente como aquella de "emparejar la cancha": la igualdad de oportunidades es una de las inspiraciones de actuación minimalista contra la desigualdad. Pero existe otra distinta, y que es propia, con diversos matices, del socialcristianismo, de la socialdemocracia y del socialismo: la necesidad de consagrar la igualdad de resultados en determinadas áreas de la vida social. Hay ciertas cosas que deben ser iguales para todos y traducirse en "derechos del hombre y del ciudadano", más allá del rayado de la cancha y del rendimiento que en ella puedan lograr eficientes e ineficientes. La gran promesa republicana, retomada por la izquierda democrática y el progresismo en las sociedades modernas es que deben existir derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales por sobre el mercado,  y no solo correcciones menores del mercado.
Directamente contradictoria con este enfoque progresista es la afirmación de que "cuando se alcanzan ingresos per cápita de US$ 15.000, el crecimiento pierde fuerza como factor de cohesión social". Esta idea no es otra que la del derrame neoliberal  que pretende que se debe esperar que haya determinados niveles de riqueza para abordar acciones directas en favor de la cohesión social. Nada de eso estuvo en la formulación de la Concertación en 1989, que por el contrario se planteó modificar el statu quo socioeconómico con el PIB de entonces (recordemos aquello de que, ya que el "mercado es cruel", debíamos "crecer con equidad") como ya lo habían hecho los países hoy avanzados mucho antes y con mucho menos que 15 mil dólares de PIB por habitante. La revolución francesa no hubiera existido con semejante criterio, ni tampoco los Estados de bienestar modernos. Las palabras "redistribución del ingreso", "seguridad social", "negociación colectiva", "universidad pública" o "desarrollo sustentable" simplemente no existen en el manifiesto.
Al contrario de sus autores, habemos quienes seguimos adhiriendo al principio republicano de que los seres humanos somos iguales en dignidad, derechos y oportunidades, en ese orden. Y no por tener "alma de detractores" que "siempre encontrarán 'insuficiente` la obra de constructores de realidades nuevas" sino por adherir a algo que acompaña a la modernidad desde el siglo de las luces: el espíritu crítico que alimenta el alma humanista contra todo oscurantismo, todo dogma y todo interés creado que sustenta privilegios ilegítimos. Y que, a ese título, será crítico de la conservación pusilánime de realidades antiguas y encontrará siempre insuficiente lo que esté por debajo de las convicciones republicanas y democráticas y, necesariamente hoy, de la defensa del planeta para las nuevas generaciones. Y por supuesto en contra de la autocomplaciencia de aquellos que nunca han hecho avanzar a sociedad alguna porque carecen de la ambición de cambiarla o porque están imbuidos de un afán de reconocimiento que los lleva a adaptarse y pactar sistemáticamente con el orden existente.

lunes, 14 de mayo de 2012

Reformas tributarias en Chile y Francia


Publicado en El Mostrador 

http://www.elmostradormercados.cl/blogs/reformas-tributarias-en-chile-y-francia/

Una comparación entre las reformas tributarias que promueven, guardando todas las distancias y proporciones, Sebastián Piñera en Chile y François Hollande en Francia, es reveladora. Piñera avanza a una reforma tributaria con rasgos fuertemente regresivos, con la rebaja a los tramos altos del impuesto a la renta, al impuesto de timbres y estampillas y al impuesto específico a los combustibles, junto al crédito contra gastos privados en educación. Hollande, en cambio, en su programa presidencial llamado “60 compromisos”, busca reforzar la progresividad del sistema tributario francés, deteriorado luego de una década de gobiernos de derecha.
En primer lugar, Hollande se compromete a diferenciar la tasa del impuesto a las utilidades de las empresas en 35%, 30% y 15%, según su tamaño. Estamos lejos de la tasa de 20% mantenida por Piñera, cuya recaudación por lo demás constituye un crédito para el pago del impuesto a la renta de las personas, con lo que en definitiva transforma el pago del impuesto de primera categoría en un mero mecanismo recaudatorio del impuesto a las personas, contrariamente a la separación completa entre impuesto a las utilidades y a las rentas personales que existe en Estados Unidos y los países avanzados. Hoy, la tasa  normal en Francia es de 33,3 % para ventas superiores a 7,73 millones de euros, más 3,3% adicional cuando el impuesto supera 0,76 millones de euros y, temporalmente, otro 5% adicional para las empresas con ventas superiores a 250 millones de euros para los años 2011 a 2013. Para las empresas más pequeñas, con ventas inferiores a 7,73 millones de euros, existe una tasa de 15%, pero solo aplicable a los primeros 38 mil euros de utilidades.
Hollande propone además una nueva diferenciación de la tributación a las utilidades al plantear aumentar en 15% el impuesto a las utilidades de los bancos. Las sobreganancias oligopólicas de las que suele beneficiarse la banca justifican ampliamente una medida de este tipo, que en Chile en todo caso superan ampliamente los límites de lo razonable (por sobre 25% en la última década)  y nada se hace al respecto, ni en esta ni anteriores reformas.
Luego plantea Hollande que los ingresos personales provenientes del capital sean considerados como ingresos iguales a los del trabajo (por tanto sin exenciones ni tasas especiales como hoy ocurre con lo que se llama la Cotización Social Generalizada, un impuesto a la renta adicional que financia parte de la seguridad social establecido por Michel Rocard) para efectos de aplicar las tasas de un nuevo impuesto a la renta unificado. Estas son  tasas progresivas y diferenciadas que van desde 5,5% a partir de 5 964 euros anuales a 41% más allá de 70 830 euros anuales (para un soltero sin hijos, pues el ingreso se divide, con un tope, por el número de cargas).
Además, mientras en Chile Piñera plantea bajar la tasa marginal más alta de 40% a 36%,  Hollande se compromete a aumentar la progresividad del impuesto a la renta, agregando un nuevo tramo de 45% para los ingresos superiores a 150 000 euros, limitando las exenciones a no más de 10 mil euros de rebaja del impuesto al año y volviendo atrás en las rebajas pasadas sobre el impuesto a las grandes fortunas, impuesto establecido por Mitterrand en 1981. Y en la campaña planteó hacer tributar con una tasa de 75% los ingresos que excedan un millón de euros al año (lo que lleva a nada menos que 59% de los ingresos totales la tributación efectiva de los que ganan más de esa cifra), nivel de tasa marginal, dicho sea de paso, que existió en los países avanzados por décadas, incluido Estados Unidos,  pero que fue suprimido con la ola neoliberal a partir de los años setenta y ochenta. Así, los socialistas franceses avanzan en dirección contraria a lo que tanto se escucha en Chile, y no solo en la derecha, en materia de propuestas de “flat tax”, aquella idea de Milton Friedman orientada a quitarle toda progresividad al impuesto a la renta.
En efecto, ¿qué sentido tiene renunciar a una buena idea aplicada desde principios del siglo 20, y en Chile desde los años 1930, la de la tributación progresiva para que la desigualdad de ingresos se aminore? La lógica igualitaria en materia de tributos ha sido siempre diferenciar los impuestos para hacerlos progresivos, según el principio de equidad vertical (el que tiene más paga proporcionalmente más). En cambio, la reforma de Piñera rebaja las tasas del impuesto progresivo, con un único resultado: debilitar aún más la capacidad pública de corregir la desigualdad de ingresos en Chile, una de las más altas del mundo.

viernes, 27 de abril de 2012

Una nueva reforma regresiva


No se conocen aún todos los detalles de la  reforma tributaria anunciada el 26 de abril por Sebastián Piñera. Pero queda claro que recaudará poco (del orden de 0,3% del PIB), y en este sentido todo el proceso ha sido de mucho ruido para bien pocas nueces. Se confirma que el paquete incluye  volver a llevar la tasa del impuesto a las utilidades de las empresas a 20%, pero sin alterar el que ese pago constituya un crédito para los impuestos personales (contrariamente a lo que ocurre en Estados Unidos y los países avanzados, en que se encuentran totalmente separados), junto a nuevas medidas regresivas. En efecto, en un país en que menos del 20% de las personas –las de más altos ingresos-  pagan el impuesto a la renta, y mientras el grueso de los impuestos proviene del consumo –que paga el 100% de las familias- nos encontramos con ninguna rebaja al IVA y si con rebajas a las tasas marginales del impuesto a las personas más ricas. Además, se agrega rebajas a la base de ingresos imponibles por gastos en educación de esas mismas personas más ricas.  El impuesto a la renta de las personas pierde una vez más progresividad. Es de esperar que la oposición cumpla esta vez su tarea y se oponga a ambas medidas injustas.
El fondo del asunto es que la derecha  considera que la redistribución debe restringirse al gasto público y no realizarse en la etapa del impuesto, aunque se disminuya considerablemente la capacidad redistributiva del sistema de impuestos-transferencias. El esquema tributario vigente procura acercarse a un esquema de tributación al gasto en consumo, excluyendo la tributación del ahorro. 
¿La consecuencia? Las exenciones al rendimiento del ahorro y a las ganancias de capital disminuyen los impuestos a las personas de más altos ingresos sin efectos significativos sobre el ahorro. ¿O alguien cree seriamente que las personas más ricas difieren su consumo por los incentivos tributarios de los que se benefician? Basta darse una vuelta por los barrios altos de nuestras ciudades para darse cuenta de  los niveles de consumo de los más ricos, que entre otras cosas disimulan sus gastos personales –incluyendo restaurantes y viajes- como gastos de sus empresas. Esta es la situación que debe cesar en Chile, y no perforar todavía más el pago de impuestos directos progresivos a los ingresos de las personas de ingresos más altos, como propone la reforma de Piñera. Y si la idea es aumentar el ahorro global, los incentivos regresivos a los privados más ricos se pueden remplazar  por el cobro efectivo de impuestos a las utilidades y destinar esa recaudación  a aumentar el ahorro público y por tanto el ahorro  agregado que financia la inversión.
El cobro del impuesto a las utilidades de las empresas debiese realizarse en base devengada efectiva, eliminando la renta presunta y con pago de la totalidad de la obligación tributaria en cada operación renta, eliminando el mecanismo de diferimiento en el tiempo del pago del Fondo Único Tributario. Además, debiesen eliminarse las exenciones  al impuesto de primera categoría y el crédito al impuesto global complementario por utilidades empresariales. Y debiese ser aumentado el impuesto adicional de 35% que pagan las empresas que transfieren utilidades al extranjero  para aumentar sustancialmente el aporte de la industria minera privada, sin modificar el royalty, sujeto injustificadamente –por corresponsabilidad del actual gobierno y de la mayoría del parlamento, incluyendo a buena parte de la oposición, que en estas materias se opone bastante poco a los intereses abusivos de las grandes empresas- a la insólita condición de invariabilidad hasta el año 2023. Se trata de recursos que los chilenos estamos regalando ante la indiferencia general y que se transfieren al exterior por un monto del orden del 5% del PIB al año.
¿A alguien le cabe alguna duda sobre qué sectores sociales tienen el poder en Chile? En todo caso, ciertamente no las mayorías que viven de su  trabajo.

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