lunes, 18 de noviembre de 2024

El debate presupuestario: ¿hacer de necesidad virtud?

En DiarioUsach.cl

El ministro de Hacienda Mario Marcel parece, en estos días de difícil debate presupuestario en el parlamento, empeñado en hacer de necesidad virtud.  La ausencia de mayoría parlamentaria lleva a hacer compromisos, como el reciente acuerdo de una rebaja de US$600 millones del gasto público para llevarlo en 2025 desde un aumento del 2,7% inicial al 2,0%. Son las realidades de la política, no hay objeción en ello. Pero no se debe olvidar que esto tiene como trasfondo la negativa persistente de la oposición a aprobar una reforma tributaria progresiva (rechazó la idea de legislar en marzo de 2023), lo que ha aumentado el déficit fiscal estructural, que se mantiene en todo caso en límites razonables.

Y cabe preguntarse, ¿es necesaria tanta buena letra con los defensores del Estado mínimo y el mercado máximo, al declarar Marcel que "durante este periodo, si tomamos las cifras que están ahora en discusión para el Presupuesto 2025, en tres años acumulativamente el gasto público va a haber crecido menos de 7%, que para un periodo de tres años es el crecimiento más bajo que hemos tenido desde el retorno a la democracia"? Afirmar esto en tono aparentemente positivo -aunque tal vez se trate de un momento de insistencia ante la oposición frente a su postura contra el gasto público en período electoral- no es congruente con la visión programática con la que fue elegido el actual presidente con 56% de los votos en 2022. 

Este es un asunto de opciones de sociedad, en el que no tiene ningún sentido acoplarse a las modas tipo Milei, quien acaba de declarar en el G20 que se opone al "hambre y la miseria que trae la intervención estatal" y que "la solución es correr al Estado del medio", desechando toda la evidencia en sentido contrario para oponerse a la proposición de Lula de erradicar “el hambre y la pobreza". Para el presidente de Brasil "no son resultado de la escasez o de fenómenos naturales” sino de “decisiones políticas que perpetúan la exclusión", por lo que propuso en la reunión del G20 en Brasilia que los 3.300 mayores multimillonarios del mundo aporten un 2% de su riqueza anual para recaudar unos 200-250 mil millones de dólares destinados a combatir la pobreza, el hambre y los efectos del cambio climático. Este es el tipo de política propia del progresismo, alternativa a sumarse a la restricción de las capacidades redistributivas del Estado que propone la derecha en todas sus variantes. Por lo demás, ya tuvimos en Chile suficiente con los Chicago Boys en dictadura y su proyecto de destrucción del Estado inspirado en Friedman y Hayek, que llevó el gasto en educación, salud, pensiones e infraestructura al mínimo, con un fuerte incremento de la desigualdad y un crecimiento inferior a las etapas democráticas previa y posterior. El PIB se ha multiplicado por cuatro entre 1990 y 2023 y por 2,6 por habitante, como nunca antes en la historia reciente y con más regulaciones y más gasto público, mientras la desigualdad ha tendido a disminuir desde su muy alto nivel inicial al recuperarse la democracia, aunque no todavía de modo suficiente. 

No olvidemos que el gasto del gobierno general representó en Chile un 27,4% del PIB en 2023, después de un máximo de 33,6% en 2021 durante la vigencia de los subsidios de emergencia a las empresas, el empleo y las familias, a comparar con el 21,0% de 1990. Esa evolución ¿es positiva o negativa? Desde el momento en que no hay en Chile impuestos manifiestamente antieconómicos, el aumento anual del gasto público por sobre el del PIB, debidamente financiado (la deuda pública bruta era de 37% del PIB en 1990 y de 39% en 2023 y la deuda pública neta de 22% y  23% del PIB respectivamente, casi sin cambios luego de una etapa de baja importante y otra de aumento para enfrentar la crisis social y pandémica), es necesario para:

a) proveer más bienes públicos que aumenten el crecimiento sostenible, como infraestructuras, conocimiento, investigación y desarrollo tecnológico y educación; 

b) incrementar el bienestar general, mediante más gastos en salud, cultura, vivienda, equipamiento urbano, descontaminación y preservación de la naturaleza y 

c) disminuir las desigualdades, mediante el  financiamiento de redistribuciones que permitan ingresos básicos universales y mayores programas para la niñez, las mujeres discriminadas, las personas excluidas, los adultos mayores y los territorios desfavorecidos. 

La corriente neoliberal sostiene que esas acciones públicas provocan pérdidas de crecimiento, lo que es históricamente falso. Las afirmaciones de esta corriente sirven de justificación para los que privilegian la expansión de la gran empresa que procura liberarse de cargas y regulaciones, aunque implique un bajo crecimiento general, concentración de mercados, alta desigualdad de riqueza e ingresos, depredación ambiental, y el consiguiente malestar social. La idea de que el crecimiento solo se produce si los mercados se expanden con un mínimo de impuestos, gastos y regulaciones, para no hablar de la promoción de la economía social y solidaria, no tiene asidero en la historia económica (como se puede leer, por ejemplo, en el trabajo de Bradford DeLong), crecimiento que, además, no crea en estas condiciones un bienestar equitativo, integrador y sostenible. Los datos muestran que los períodos de mayor crecimiento de las economías prósperas en el siglo XX coinciden con los de mayor expansión de los gastos públicos, resultados que se potencian mutuamente. 

Como señala el premio Nobel Paul Romer, "si uno mira los hechos, no es cierto que sea mejor dejar todo al mercado (...). En vez de ver al gobierno como el problema y de que hay que sacarlo del camino, tenemos que reconocer que no podemos progresar a menos que tengamos un gobierno que hace su trabajo." 

En promedio, los países de más altos impuestos son los de mayor PIB por habitante. La afirmación que los impuestos y el gasto público per se hieren el desempeño económico no tiene base empírica que la sustente. Recordemos que entre las economías avanzadas, según los datos del FMI para 2023, Francia y Finlandia alcanzan un gasto público de 57% del PIB, Bélgica de 55%, Italia de 54%, Austria de 52%, Alemania de 48% (que los conservadores suelen citar en Chile como modelo, mientras algún empresario de origen alemán se permite afirmar contra toda evidencia, como Holger Paulmann, que “si seguimos aumentando más el gasto público que el crecimiento vamos a terminar como Argentina”), Dinamarca y Suecia de 47%, Noruega de 46%, España de 45%, Reino Unido de 44%, Países Bajos de 43%, Portugal de 42%, Nueva Zelandia y Canadá de 42% y Japón de 41%, países que cuentan con altos indicadores de prosperidad y bienestar sin estar en absoluto al borde de la quiebra ni nada semejante. Mientras,  en Australia y  Estados Unidos el gasto público representa el 38% del PIB. En este último caso, el gasto público se sitúa 10 puntos de PIB por encima de aquel vigente en Chile, mientras muchos países ya tenían gastos públicos proporcionalmente mucho más altos que los de Chile hoy con un ingreso por habitante más bajo. Suiza y los países asiáticos prósperos, por su parte, tienen Estados de bienestar menos desarrollados y una carga pública menor al promedio, pero ostentan una desigualdad antes de impuestos y transferencias menor que el resto de los países de altos ingresos.

No por casualidad, entonces, el promedio del gasto público como porcentaje del PIB en los países de la OCDE ronda el 40%. Esto ocurre por lo que señala ese organismo como buena práctica: "Un sistema fiscal eficiente no solo genera los ingresos necesarios para financiar servicios públicos, sino que también puede apoyar metas de desarrollo. Por ejemplo, puede ayudar a combatir los flujos financieros ilícitos, reducir la desigualdad mediante la redistribución y abordar objetivos de salud y medioambiente". No es algo para olvidar, aunque se produzca alguna previsible altisonancia en el debate parlamentario.


.


El cambio climático sigue avanzando

 En Diario Usach

Este año, la Tierra ya estará 1.5 grados Celsius más caliente que los niveles preindustriales, al menos temporalmente. Hay un 50% de probabilidades de que el calentamiento global supere establemente 1,5 ºC en seis años.

Aunque los gobiernos en el Acuerdo de París de 2015 se comprometieron a limitar el calentamiento por debajo de 2 grados Celsius, el mundo sigue en camino de alcanzar un aumento de 2.7 grados Celsius hacia 2100, según el grupo de expertos de Climate Action Tracker. La falta de acción suficiente amenaza con aumentar los riesgos climáticos.

Se proyecta una cima de emisiones (que aumentarán en 0,8% en 2024) para finales de la década, pero no la disminución pronunciada necesaria en ese período para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París.

Los mayores emisores son China (29,2% del total), Estados Unidos (11,2%), India (7,3%) y la Unión Europea (6,7%). Se prevé que las emisiones de Estados Unidos, principal productor y consumidor mundial de petróleo y gas, disminuyan un 0,6% este año, en tanto que las de la Unión Europea se reducirán un 3,8%.

Mientras, las emisiones de India aumentarán un 4,6% este año, impulsadas por el aumento de la demanda de energía alimentada por el crecimiento económico. Las emisiones de China, segundo consumidor de petróleo del mundo, aumentarán un 0,2%. Se espera que las emisiones de la aviación y el transporte marítimo internacionales aumenten un 7,8% este año, ya que el transporte aéreo sigue recuperándose de la caída de la demanda durante la pandemia de Covid-19.

A pesar de las promesas de varios países de eliminar sus emisiones netas para mediados de siglo, muchos no han respaldado esos compromisos con acciones suficientes. Aunque algunos países han tomado medidas, el uso de combustibles fósiles ha aumentado para satisfacer la creciente demanda de energía, superando la expansión de las energías limpias.

En los últimos tres años, Estados Unidos aprobó la Ley de Reducción de la Inflación, que invertirá cientos de miles de millones de dólares en tecnologías de bajo carbono, como la energía eólica, solar y nuclear, además de tecnologías de captura de carbono.

China ya vende internamente más vehículos eléctricos e híbridos que convencionales y la Unión Europea ha aumentado sus objetivos para energías renovables y bombas de calor. Las inversiones en energía limpia ahora duplican a las de combustibles fósiles, especialmente en petróleo y gas, por primera vez, mientras que la inversión en capacidad de manufactura limpia está creciendo rápidamente. Sin embargo, los subsidios a los combustibles fósiles permanecen en un nivel histórico, y el financiamiento para proyectos que prolongan su uso se cuadruplicó entre 2021 y 2022.

Climate Action Tracker también estimó los posibles efectos del regreso de Trump a la Casa Blanca, quien ha prometido reducir el apoyo a la energía limpia y los vehículos eléctricos y desmantelar las regulaciones ambientales.

Los autores calcularon que un retroceso completo de las políticas climáticas de EE. UU. podría agregar unas pocas décimas de grado de calentamiento para 2100. El efecto sería relativamente limitado, en parte porque Estados Unidos representa solo el 11% de las emisiones globales actuales. Pero si las acciones de la administración Trump llevaran a otros países a debilitar o abandonar sus políticas climáticas, el efecto podría ser mucho mayor.

El estudio calculó lo que los países tendrían que hacer para mantener el calentamiento global más cerca de un promedio a largo plazo de 1,5 grados Celsius. China tendría que reducir sus emisiones en dos tercios por debajo de los niveles de 2005 hacia 2035. Estados Unidos necesitaría reducir sus emisiones aproximadamente un 80 % en el mismo lapso. India, Europa, Brasil, Japón y Australia también tendrían que hacer recortes más profundos de los que actualmente planean.

Las acciones tomadas por Chile y Costa Rica son consideradas "casi suficientes", los únicos casos en el continente entre los que se dispone de datos, junto a Noruega y algunos pocos países africanos y asiáticos.

Por su parte, Naciones Unidas señala en su más reciente informe que "reducir los gases de efecto invernadero en la próxima ronda de Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (CDN), cuyo plazo de actualización está previsto para principios de 2025 antes de la COP30", requiere disminuir las emisiones agregadas en 42% hacia 2030 y en 57% hacia 2035 para alcanzar el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC.

Si no se aumenta la ambición en las nuevas CDN y se empiezan a cumplir inmediatamente, habría consecuencias devastadoras para las personas, el planeta y las economías. Siempre según Naciones Unidas, "desde el punto de vista técnico, sigue siendo posible limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 ºC. Asimismo, la energía solar, eólica y las medidas basadas en los bosques prometen reducciones rápidas y radicales de las emisiones... Los países del G20, en particular los miembros con mayores emisiones, tendrían que hacer el trabajo pesado".


Entrada destacada

¿Nuevos recortes de gasto público'

  En   La Tercera Los administradores de organizaciones suelen pedir más personal y más presupuesto para cumplir sus funciones. A los direct...