A palos
Es alentador que el Ministerio del Interior informara de una caída de los homicidios en 2023, con una disminución de -9,4% respecto a 2022 (1.067 casos versus 1.178, unos 111 menos).
Pero este es un país extraño. Esta noticia no mereció titular alguno. La oposición y su prensa, en su afán de acosar al gobierno, a estas alturas presentan las cosas como que poco menos que la lucha cotidiana contra la delincuencia la deben realizar el Presidente y sus ministros en persona, como si no hubiera policías coordinadas, mandatadas y equipadas para hacerlo y que obtienen resultados. Cada vez que hay un crimen, es culpa del Presidente "que no hace nada". Esto es completamente absurdo y un imposible mediático, pues crímenes ha habido y habrá siempre de manera cotidiana en toda sociedad. Lo importante es lograr la mayor eficacia posible para atacar sus causas y reducir al máximo su extensión e impacto para proteger a la ciudadanía.
Se alude la mayor frecuencia reciente de homicidios en Chile. En efecto, la tasa pasó desde 2,3 en 2015 a 6,7 por cada cien mil personas en 2022 (ver https://dataunodc.un.org/dp-intentional-homicide-victims). Pero ¿qué queda para la tasa que es aún de 7,8 en El Salvador en 2022, después de la más brutal represión masiva (había alcanzado 106,8 en 2015)? ¿O el profundo deterioro de Ecuador, que pasó de una tasa de homicidios de 6,5 en 2015 a una de 27,0 en 2022? ¿O las de 53,3 en Jamaica, 35,1 en Honduras, 26,1 en México, 25,4 en Colombia, 21,3 en Brasil, 19,3 en Venezuela, 18,0 en Haití, 17,6 en Puerto Rico, 11,2 en Uruguay en 2022?
Nos estamos dando cuenta que la globalización no es solo la del comercio, las inversiones y las finanzas. El contexto es que América tiene la tasa regional de homicidios más alta del mundo, y las mayores cotas de violencia relacionada con el crimen organizado, que representa la mitad de todos los asesinatos. Aproximadamente el 22% de los homicidios a nivel mundial están relacionados con grupos criminales o bandas delictivas, pero en el continente americano esa cifra se eleva al 50%. En el continente americano existe una tasa de 15 homicidios por cada 100.000 habitantes, más alta que en África (12,7), Oceanía (2,9), Asia (2,3) y Europa (2,2). Entre 2015 y 2021, el crimen organizado acabó con la vida de tantas personas como las que murieron en conflictos armados, con alrededor de 100.000 fallecidos cada año en cada categoría.
Las nuevas mafias internas y externas, que ajustan cuentas a balazos, han aumentado su presencia en Chile. Esto requiere seguir perfeccionando día a día la lucha policial contra las mafias. Y no, bajo la inspiración de la nostalgia dictatorial, pretender volver a militarizar el país. Lo que importa es reforzar día a día el apoyo a las policías para que realicen con eficacia y rigor su difícil función en el marco de la ley, en especial la persecución de un crimen organizado cada vez más violento e internacionalizado. Los nostálgicos pretenden, en cambio, que el país lo dirija un Consejo de Seguridad Nacional y no el gobierno elegido por los ciudadanos.
Desde luego, la función de las Fuerzas Armadas, que están a cargo de la defensa del país y para eso están entrenadas y armadas, no es realizar tareas policiales, que incluyen la investigación de escenarios delictuales, la prevención a través del vínculo con las comunidades, la persecución del delito en vínculo con los tribunales y gendarmería y también el acompañamiento y eventual desescalamiento de manifestaciones públicas y la contención de toda violencia callejera de manera proporcional a los hechos. Las fuerzas armadas por definición buscan el máximo uso de la fuerza para destruir enemigos externos, que no otra cosa es la guerra. Si trasladan su función a la "destrucción de enemigos internos", sobrevienen rápidamente desastres. Pueden ser un aporte para de manera excepcional colaborar con la vigilancia del orden interno (como en el caso de las elecciones) y en situaciones de emergencia y catástrofe, siempre bajo el estricto control del gobierno y el parlamento, pero la delincuencia, por desgracia, no es excepcional. Es un hecho permanente en las sociedades, que requieren de instituciones especializadas a la altura de los desafíos siempre cambiantes en la materia.
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