¿Reposicionamiento estratégico o recurrencia de la crítica a los años 1990?

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El debate sobre lo que ha ocurrido en los últimos tiempos es fundamental para el futuro de la democracia y para la izquierda en Chile (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../hacia-un...). En ese contexto, vale la pena abordar las siempre estimulantes, pero no por eso menos controversiales, opiniones de Carlos Ruiz, hoy calificado en una entrevista en LT como "ex mentor" del Frente Amplio.
Carlos Ruiz sostiene que "el gobierno está actuando como si fuera el último gobierno de la Concertación, pero de una Concertación agónica” y califica al actual como "un gobierno de fuerzas que se ofrecían como transformadoras y terminan naturalizando la política como administración. Dejaron de atender la construcción de fuerzas sociales, y el propio Frente Amplio, que nació en la universidad, abandonó las universidades. Y para qué hablar de otros sectores de la sociedad. En el gobierno, el problema del diálogo, de la construcción del consenso por otras fuerzas sociales, está absolutamente vacío".
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Primero, cabe hacer notar que las dos derrotas electorales catastróficas del actual gobierno son básicamente cosecha de sus responsables, pues son los que están al mando, y parecen ser fruto de una incapacidad de acción suficiente frente a la decepción con lo que se percibe como una nueva expresión de una política alejada de los intereses de las personas y familias de ingresos medios y bajos, que viven múltiples precariedades. Y con lo que se percibe como "ausencia de firmeza" con la delincuencia y la inmigración, un típico tema exitoso de la extrema derecha en muchas partes, a pesar de un gobierno que por momentos pareció actuar como sheriff del condado. Todo esto se tradujo en un masivo voto de castigo en septiembre y en mayo. Hay mucho de "injusto" en ese juicio, pues la acción del gobierno ha existido en múltiples planos y en varios de ellos ha sido exitosa, mientras está condicionada, en parte, por circunstancias que escapan a su control y frente a las cuales hace buena o malamente, según los casos, lo que puede.
Pero en todo esto la Concertación francamente no tiene nada que ver. Sus partidos no representan ya sino el 15% del electorado, y cayendo, y el actual gobierno no se parece en gran cosa a lo que fue esa coalición. Llama la atención la relación de las nuevas generaciones con la Concertación. En más de una ocasión he comentado a mis interlocutores que en 1970 los que nos incorporábamos a la política considerábamos al Frente Popular, que gobernó 30 años antes, como parte de los libros de historia. El tiempo que media entre la creación del Frente Amplio y la Concertación es precisamente de 30 años. Esta última coalición de partidos de centro e izquierda se creó en 1989 y dejó de existir en 2006-2010. Ya debe ser considerada como una parte de la historia nacional, con sus luces y sombras (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../treinta-anos...), aunque la actual generación de izquierda se construyera subjetivamente en su contra y tal vez necesite referirse a ella una y otra vez.
Convengamos que el tema de hoy es la salud, viabilidad y proyección de la coalición que gobierna. Es la que progresivamente armó el Frente Amplio y que algunos consideramos bastante barroca, al no buscar de partida llevar al gobierno la alianza de la segunda vuelta presidencial (que pactó incluso un programa detallado), para luego enfrascarse en purgas internas, buscar entenderse primero con la disidencia del PS antes que con su directiva, dejar de lado sin más trámite al liderazgo contendor en las primarias presidenciales en vez de integrarlo, con formas que no fueron las mejores, o bien dejar a la DC fuera para más tarde insinuar su integración al gobierno en medio de una crisis partidaria. El caso es que fue poco a poco quedando claro que las fuerzas del Frente Amplio, las de sus aliados de Apruebo Dignidad y las de algunas de sus amistades en el PS y el PPD, no podían ser suficientes ni en el parlamento ni en la sociedad para lograr un buen gobierno. Todo este proceso es, entonces, de cosecha de quienes lo lideran, y de nadie más.
Por lo demás, si el Frente Amplio y Apruebo Dignidad son, con las últimas cifras, el 12% y el 23% del voto, sumar el 6% del PS , así como el 9% de los partidos de centro, tiene mucho sentido. Esto no es aritmética simple, es construir un nuevo entendimiento entre las izquierdas, por una parte, y con el centro democrático, por otra, para gobernar como alternativa a las fuerzas de la derecha y la extrema derecha (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../tengo-una-duda...). Estas siguen expresando el proyecto de continuidad del dominio oligárquico en Chile (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../las-casitas-del...), trabajan para el rotundo fracaso del actual gobierno y bloquean sus iniciativas en el parlamento. Esto ameritaría, entre tanto, al menos una segunda mirada sobre adoptar un régimen semi-presidencial en el futuro. ¿Qué otra opción tiene, en todo caso, ésta u otra configuración política del arco de las izquierdas y del centro progresista? Pueden existir muchas otras ideas, pero no se observan demasiado en el horizonte. Más vale, entonces, que esa coalición funcione bien y pase de un "estado líquido" a un "estado sólido", en términos de Zygmunt Bauman, o algo más sólido al menos. Y que se proponga idealmente abordar de manera sistemática las transformaciones democráticas y equitativas que requiere Chile, en un marco de buen gobierno, que reclama un amplio espectro de la sociedad (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/2022/10/blog-post.html). Lo que no tiene ningún sentido es interpretar estos datos de la realidad política como repetir la Concertación en versión Y o Z. Esto se combina con que en una parte de la izquierda parece faltar aún una mayor reflexión sobre la realidad de la idea del "gran día" revolucionario, frente al cual todo lo demás es decepcionante, y sobre qué pasaría si, de llegar a producirse, no se enmarca en la lógica democrática de prevalencia de la soberanía popular y se traduce en un régimen autoritario de una supuesta vanguardia autoproclamada (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../las-revoluciones...). Y también sobre la preferencia por un Estado democrático y social de derecho (ver https://acrobat.adobe.com/link/review?uri=urn:aaid:scds:US:d5fa9c29-a8a7-3df1-91de-d5ee78f97e12).
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Segundo, la derrota del 7 de mayo se debe, entre múltiples otros factores, a haber desatendido "la política como administración", empezando por la dimensión regaliana -el núcleo básico estatal- de esa administración, respecto de la cual se produjeron divertimentos no muy aceptables y así percibidos por la opinión pública en los inicios del gobierno (en Interior, en Justicia, en Relaciones Exteriores y una lista bastante larga, desgraciadamente, lo que se comentó en https://gonzalomartner.blogspot.com/.../mas-alla-de-la...). Y también en la dimensión económica, con un brote inflacionario que fue abordado técnica y políticamente de manera equivocada e insuficiente, con un seguidismo respecto a un Banco Central que provocó nada menos que una recesión injustificada en medio del más amplio intento de cambio constitucional democrático en un siglo (lo que se comentó desde el inicio de 2022 en https://gonzalomartner.blogspot.com/.../se-confirma-caida...). Mario Marcel y Nicolás Grau hicieron una tarea desde su perspectiva, pero los gobiernos -ni éste ni ninguno previo- son conducidos por los ministros económicos. Sostener lo contrario es una simple leyenda. Un ejemplo: en el enfrentamiento de la crisis asiática de 1999, en plena elección presidencial, prevalecieron razonables criterios políticos con fundamento económico en materia de salario mínimo y de reforma laboral, por sobre los del Ministerio de Hacienda de Aninat-Marfán, que se opusieron a esas medidas y a otras desde el simplismo ortodoxo. De otro modo, Ricardo Lagos difícilmente podría haber sido elegido presidente, dado que lo fue por un margen muy estrecho.
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Tercero, llama la atención aquello de "atender la construcción de fuerzas sociales" y que "en el gobierno, el problema del diálogo, de la construcción del consenso por otras fuerzas sociales, está absolutamente vacío".
¿Cuáles serían esas, aparte de las realmente existentes y constituidas, como las agrupaciones sectoriales y gremiales de intereses, los sindicatos de trabajadores y las representaciones territoriales de diversa índole? Da la impresión de que sigue subyaciendo en estos debates la idea de que el gobierno "construye" o "deconstruye" fuerzas sociales, en alusión a las afirmaciones de Edgardo Boeninger en un libro sobre un supuesto desarme desde arriba de la movilización social en los años 1990. Ahora se trataría de hacer lo inverso. Es cierto que la parte conservadora de la Concertación lo deseó, pero no lo provocó, porque simplemente no estaba al alcance de las meras decisiones gubernamentales, en un sentido u otro. Son afirmaciones equivocadas de Boeninger que estuvieron motivadas por la identificación de una parte de la Concertación con la búsqueda desequilibrada de una alianza con el gran empresariado para, en su visión, sostener el tránsito a la democracia y contener las asonadas militares. Aunque algunos hubieran querido que así fuera, no existió ni existe en La Moneda un botón que active o desactive la construcción de fuerzas sociales o su mayor o menor movilización. Eso responde a una visión maniquea o conspiracionista de las cosas.
La movilización social tiene su propia dinámica y sentido y no mantiene un correa de transmisión desde la política, aunque evidentemente mantiene nexos con la política y también, de modo crucial, con la economía. Hay una interacción entre estas dimensiones, pero no es solo desde la política que, por ejemplo, se desencadenaron las protestas de 1983 (de cuyo inicio se celebran 30 años en estos días) ni sus altibajos y la pérdida de intensidad hacia 1986, ni su reorientación al iniciarse un ciclo con predominio electoral, luego de años de arduos sacrificios colectivos que no lograron por si solos la caída de la dictadura.
Y tampoco es el caso de la movilización estudiantil de 2006 y 2011 y la rebelión social de 2019 y sus ritmos posteriores. No se ajustaron a cánones de activación o desactivación desde el Estado o los partidos de izquierda, aunque éstos influyan y les corresponde en teoría animar la vida democrática en las instituciones y además estar efectivamente presentes en la sociedad, sus organizaciones y territorios. Pero esa presencia tiene mayor o menor suerte y audiencia según las circunstancias y las evoluciones del espacio público y de la sociedad antes que de las decisiones de alguna comisión política y de las dinámicas militantes. Su deterioro actual no es, por lo demás, exclusivo del Frente Amplio, en tiempos de conducta política volátil gobernada por las emociones negativas y por redes sociales que en realidad son más bien conexiones en grupos cerrados que en muchos casos disminuyen el espacio público en vez de ampliarlo. Otra cosa es que el sistema político favorezca la plena libertad de expresión y manifestación. Y que otorgue un rol institucional a los interlocutores sociales en el espacio público democrático y en el diálogo económico-social, especialmente estableciendo negociaciones laborales colectivas con representación sindical. Pero esa es una agenda de otro orden.
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Tal vez en otra ocasión tendrá sentido profundizar en temas como el análisis sobre la demanda de autonomía individual, que sería según Ruiz una tendencia del siglo XXI, pero que en realidad viene al menos desde las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa y del liberalismo de la constitución de Cádiz de 1812, recorre las independencias latinoamericanas, el siglo XIX europeo y americano y, luego de los traumas de dos guerras mundiales en el siglo XX y la construcción de Estados de bienestar, terminó siendo la gran reivindicación del mayo de 1968 y sus extensiones, en versión moderna y progresista. Y constituye, llevada a extremos, parte de la cultura norteamericana (ver sus dimensiones mediáticas en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000099675_spa), la que ha extendido su influencia en Chile, aunque aquí la privatización y la "libertad de opción" en la política social se llevó a extremos no conocidos en otras partes del mundo, incluyendo el propio EstadosUnidos (una interesante reflexión sobre el tema a partir de Tocqueville se encuentra en https://www.scielo.cl/scielo.php...).
Y también profundizar más sobre el "nuevo pueblo". Que se califique casi todo de "nuevo" y desestime las tendencias largas de las sociedades y la recurrencia de sus desafíos ¿tendrá que ver con una auto-asignación de un rol de develar lo que los demás no conocerían o no entenderían? (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../en-defensa-de-la...?).
Y sobre la tesis de una sociedad actual que contrastaría con un siglo XX que habría contado con una burocracia pública y una clase obrera dominante que habrían estructurado el sistema político. Se puede pensar, en cambio, que después del neocolonial siglo XIX se produjo en el siglo XX una urbanización heterogénea, una industrialización precaria con un Estado relativamente débil (antes que un cierto mito del "Estado de compromiso") y la pérdida de influencia de la hacienda, es decir un cambio de la estructura social que produjo pocas continuidades y muchas disrupciones. Esto explica, y es en parte explicado, por los procesos de reforma de los años 1920, los de 1939 en adelante, el ibañismo y los intentos de cambios estructurales de 1964-73. La restauración oligárquica post 1973 reaccionó con brutalidad y violencia a esos cambios impulsados en democracia desde la sociedad y el sistema político. Buscó reforzar, con éxito, lo esencial de la sociedad tradicional y conservadora chilena: el dominio plutocrático sobre la economía y el Estado, ahora con una nueva base de acumulación y de poder financiero y una institucionalidad a su servicio, que se prolongó después de 1990 y que no aparece mucho en el análisis. Este sigue siendo el problema central de la sociedad chilena, tanto para el "viejo" como para el "nuevo" pueblo: su condición social subordinada a los intereses oligárquicos, sin posiciones institucionales de control del poder económico hiper-concentrado (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/.../la-clase-media-y...). Antes eran los dueños de las haciendas, los bancos y las industrias, frecuentemente subsidiados por los gobiernos. Ahora son los conglomerados modernos articulados con el capitalismo globalizado, que se proponen sostener un Estado mínimo centrado en el orden policial y una economía de extracción de materias primas para el mercado mundial y un mercado de servicios internos a las personas y empresas, con educación y seguridad social privada. El fondo estructural sigue siendo el mismo: la sujeción del trabajo y de la cultura al poder económico. Y también las convulsiones políticas y sociales que periódicamente genera esa sujeción, con flujos y reflujos como el actual. Como para otro debate.

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