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Los gobiernos regionales y la reconversión productiva

En El Regionalista

Un funcionamiento social-ecológico de la economía que mejore sustancialmente los resultados de bienestar después de los estragos sociales de la pandemia es factible incluso sin una ampliación sustancial del capital disponible en el corto plazo. Pero siempre que se inicie con urgencia una transformación de los regímenes de producción-distribución-consumo hacia una economía circular con reanimación del mercado interno y mayor creación local de valor en las cadenas productivas orientadas a la exportación.

Esto requiere un consumo responsable de materias primas y de recursos naturales de diversa índole y, por orden de prioridad, la prevención de la producción de desechos, especialmente a través de la reparación y reutilización de productos, y del reciclaje o la valorización de los desechos. Esto implica el estudio con publicidad y deliberación contradictoria de los impactos de los procesos productivos y actividades humanas mediante la cuantificación del uso de recursos (entradas), incluyendo agua, materias primas, energía, y de las emisiones (salidas) que impactan en el aire, agua, suelo y hábitat urbano y rural asociados a los sistemas de producción y distribución de bienes y servicios.

Evaluar el ciclo de vida de los productos

Toda extracción y producción debiera estar en el futuro sujeta a la evaluación del ciclo de vida de los productos (lo que incluye las normas internacionales ISO 14040 e ISO 14044 sobre principios, requisitos y directrices para el ACV). La apropiación social -a través de tributos y regalías- de las rentas monopólicas, urbanas y de extracción de recursos naturales será un instrumento central de financiamiento de los programas de inversión para una transformación productiva generalizada, lo que es una tarea que cabe coordinar al gobierno central. Pero su puesta en práctica con pertinencia le cabe a los gobiernos regionales y locales con instrumentos adaptados a los agentes económicos presentes en los territorios, en los circuitos cortos de producción/consumo que articulan en espacios social y geográficamente próximos la provisión de bienes y servicios para satisfacer necesidades cotidianas de las comunidades.

Los nuevos procesos de producción deben combinar el control de las contaminaciones del aire, las aguas y los suelos (especialmente el uso indiscriminado de productos fitosanitarios, pesticidas y herbicidas en detrimento del control biológico permitido por la biodiversidad) y de los espacios urbanos, la descarbonización, la intensificación del valor agregado por servicios a la producción (servicios creativos en base a las tecnologías de la información y la comunicación, automatización, trazabilidad, certificaciones), el escalamiento de la elaboración sostenible de recursos naturales y la diversificación sectorial, en particular hacia ciertos bienes de equipo y ciertos bienes de consumo masivo como los alimentos saludables y la construcción y equipamiento sostenible de la vivienda y edificación.

Transformar la agricultura

La actividad agrícola es parte significativa de las economías y es a la vez responsable de una parte importante de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). En la transformación de los ecosistemas agrícolas para cultivos de alimentos y ganadería se encuentran grandes potenciales para enfrentar diversos problemas socio-ambientales: disminuir  las emisiones de GEI; capturar GEI con técnicas agrícolas que conduzcan al aumento de la biomasa; mejorar el uso del agua (la agricultura consume el 70% de la misma); disminuir el uso de agroquímicos, combatiendo el desequilibrio de los ciclos de fósforo y nitrógeno y disminuyendo la contaminación del suelo y de las fuentes de agua, aminorando el gasto de energía fósil para la producción de nutrientes.

Una clave central es fortalecer la biodiversidad de los agroecosistemas como sustento de la actividad agrícola con protección de las especies de flora y fauna. La transformación de los ecosistemas agrícolas a través de muy diversos caminos se insinúa hoy como una de las estrategias con mayores potenciales para enriquecer los servicios ecosistémicos. Esto incluye la agricultura de precisión, la ecoeficiencia, la agricultura de conservación, la agricultura orgánica y los sistemas silvopastoriles intensivos sostenibles, disminuir las pérdidas en las cosechas, evitar el desperdicio de comida y cambiar diversos hábitos alimentarios (especialmente a través de la alimentación escolar).

Estas tareas seguramente llegarán a constituir un programa de transformación social y productiva de responsabilidad regional prioritaria como fuente inspiradora de la transición a un nuevo modelo de bienestar en el país y sus territorios.

 

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