¿Hay alternativas a la autodestrucción?

La especie humana se encuentra amenazada por el cambio climático de origen antropogénico si no se alcanza en 2050 la carbono neutralidad. Aún estamos a tiempo para cambiar el futuro que se nos escapa de las manos, pero se requiere de acciones globales y locales consistentes y sistemáticas.

El panel científico internacional IPCC ha confirmado en su nuevo informe autorizado por los gobiernos que está literalmente amenazada la especie humana por el cambio climático de origen antropogénico si no se alcanza en 2050 la carbono neutralidad. Se trata de lograr un nivel de emisiones de gases con efecto invernadero que sean absorbidas por las reservas de acopio constituidas por los bosques, ríos, lagos, humedales y océanos. En un contexto de acelerada pérdida de la biodiverdad, estas reservas están también fragilizadas. Incluso si los países comenzaran a reducir drásticamente sus emisiones hoy, el calentamiento global probablemente aumentaría en alrededor de 1,5 grados Celsius en las próximas dos décadas (ya lo ha hecho en 1,1 grado) respecto de los niveles preindustriales, según señala el IPCC.

Cabe agregar que la causa última de estos fenómenos es el tipo de industrialización y de generación de energía a partir de combustibles fósiles (carbón, luego petróleo y derivados y gas) desde la revolución industrial originada en Europa y Estados Unidos y la generalización en las últimas cinco décadas de un sistema económico basado en el predominio del interés privado y en la acumulación ilimitada de capital. Y todo esto para que un pequeño grupo acumule vastas sumas de riqueza (cuya impresionante concentración se encuentra detallada en la base de datos de desigualdad construida por Thomas Piketty y sus colaboradores).

Aún estamos a tiempo para cambiar el futuro que se nos escapa de las manos. Cabe seguir la recomendación frente al Informe del IPCC del reputado director del Instituto de Potsdam sobre los efectos del cambio climático, Johan Rockström: “hay que descarbonizar con toda urgencia y de manera muy radical nuestras sociedades y nuestras economías“. Esto requiere de acciones globales que impliquen un acuerdo de largo plazo entre Estados Unidos, Europa y China, los principales causantes del cambio climático dado su peso en las emisiones de gases con efecto invernadero, y giros drásticos en los procesos de producción, satisfacción de necesidades y acumulación de capital en todos los espacios nacionales y locales. Eso solo lo podrán lograr coaliciones sociales mayoritarias que encaminen transformaciones social-ecológicas (“Esto No Da Para Más”), además de realizar políticas de adaptación y mitigación, del tipo de las propuestas por la CEPAL frente a las perturbaciones irreversibles (como el aumento del nivel del mar) o duraderas (sequías prolongadas y eventos extremos). En efecto, se requiere una combinación de acciones colectivas de los gobiernos y de la sociedad organizada y también una ineludible mayor responsabilidad individual, que debe reforzarse tempranamente en los niños y jóvenes desde las escuelas, las familias y los barrios.

La primera tarea es cambiar los patrones de consumo, especialmente los de los sectores de altos ingresos, y pasar en plazos breves del consumo derrochador y la elevada pérdida de alimentos (el desperdicio alimentario es de un tercio y responsable del 7% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, mientras casi el 30% de la tierra agrícola del mundo se utiliza para producir alimentos que nunca serán consumidos) a un consumo funcional de bienes no durables y de bienes durables reparables sin obsolescencia programada. Debe existir, como complemento indispensable de la transformación ecológica, una transformación social que garantice un acceso universal a un consumo digno en especies (alimentación saludable a partir de las escuelas, vivienda con aislamiento térmico y energía distribuida, áreas verdes, servicios urbanos y culturales) y en transferencias monetarias (ingreso familiar básico).

En el plano de la producción, se requiere pasar de aquella que depreda recursos -y destruye ecosistemas sin internalizar sus costos- a la producción circular y al reciclaje generalizado, con una fuerte penalización reglamentaria y tributaria de esos costos. Se debe pasar de la globalización y deslocalización productiva acelerada de los años 1980 a 2008 -basada en aprovechar bajos salarios y el acceso no regulado a recursos- a cadenas globales de bajas emisiones y de comercio justo, especialmente en el acceso a los recursos naturales. Se debe privilegiar los circuitos cortos de producción/consumo, especialmente en la alimentación, el vestuario, la vivienda y la generación de energía. Se requiere el reemplazo a la brevedad de la producción de energía basada en hidrocarburos por energías renovables, cesar la deforestación, limitar la ganadería y la sobreexplotación pesquera, cuidar los océanos y los cursos de agua en las cuencas hidrográficas. Por tanto, se requiere reordenar las especializaciones de los territorios, ampliando sustancialmente las áreas protegidas terrestres y marinas y aumentando la productividad en el uso de los recursos para lograr hacer más con menos. Esto supone una fuerte inversión en investigación y desarrollo orientada a una nueva matriz productiva y de ordenamiento territorial.

Se debe transformar las ciudades y su actual dislocación de los espacios de vivienda y trabajo y el consiguiente aumento de los tiempos de transporte segmentado y contaminante, para pasar a un rediseño de la localización de muchos empleos y establecimientos educacionales y, por tanto, de los desplazamientos, junto a una electromovilidad que mejore la calidad del aire. Simultáneamente, cabe aumentar la calidad de los servicios de agua potable, de reciclaje y disposición de basura. Se requiere, además, establecer desde los gobiernos locales amplios programa de cuidado y reparación de los ecosistemas dañados para que recuperen su resiliencia, creando empleos social y ambientalmente útiles al margen del mercado, financiados por la captura pública de la renta de los recursos naturales y de las actividades hoy en manos de una oligarquía hiperconcentrada que se beneficia de economías de escala y de mercados segmentados y manipulados.

Como se observa, la alternativa a la autodestrucción es un vasto y urgente programa de responsabilidad con las actuales y nuevas generaciones que deberá estar en el centro de las agendas políticas.

¿Y en Chile? El informe del IPCC reporta para la zona sudamericana suroeste -incluyendo la zona norte costera de Chile- una disminución de las precipitaciones, el retroceso de la línea de la costa y una mayor frecuencia y gravedad de las sequías. Continuará el deshielo y pérdida de volumen de los glaciares en la Cordillera de Los Andes, lo que causará reducciones en el caudal de los ríos. Para la zona sur de Sudamérica se prevé un nivel de calentamiento global de 2ºC con sequía agrícola y ecológica para 2050, sobre el promedio global. Esto afectaría la disponibilidad de agua dulce, porque el abastecimiento proviene en gran parte de la nieve que se acumula, así como la producción frutícola que tiene una alta dependencia del riego y de una cierta cantidad de horas de frío. Habrá un desplazamiento del clima mediterráneo de la zona central hacia el sur y un desplazamiento del clima preferentemente lluvioso de la zona sur hacia Aysén y Magallanes.

¿Qué hace el gobierno? Ha planteado, pero no formalizado, llegar a una carbono neutralidad en 2050 y avanzado diseños técnicos, incluyendo un apoyo a una tecnología particular, la producción de baterías con pilas de hidrógeno verde, aunque nada se haya logrado en materia de producción nacional de baterías de ion-litio, en un resonante fracaso de CORFO en sus esquemas de contratos de explotación del litio por privados en el Salar de Atacama. Mientras tanto, el 6 de agosto, el Coordinador Eléctrico Nacional instruyó nada menos que la reapertura de la central a carbón Ventanas 1, en la más emblemática “zona de sacrificio” del país. ¿La razón? “La sequía obliga”. Este fenómeno, que se prolonga por más de una década en el país, está vinculado al cambio climático global provocado con particular intensidad por las emisiones de CO2 de las generadoras eléctricas a carbón. ¿Solución? Insistir precisamente en lo que provoca los diversos desarreglos climáticos y volver a hacer funcionar una central a carbón retirada en diciembre del año pasado. Y retrasar, además, la salida del sistema de otras dos centrales de este tipo. En la actualidad, el 45% de la generación eléctrica proviene del carbón. Es decir, responder a un problema intensificando aquello que lo provoca, en nombre de la ausencia de alternativas en el corto plazo. ¡Como si no existieran otras opciones! Estas son la aceleración de inversiones en energía renovable y en las redes de transmisión que las soportan y también establecer restricciones parciales en el consumo no indispensable mientras entran en funcionamiento las nuevas centrales eléctricas renovables en construcción. Existen hoy 144 proyectos en construcción cuya entrada en operaciones se estima para antes de febrero de 2023. La capacidad de las ERNC creció desde los 540 MW en 2011 a los 6.113 MW disponibles en 2021.

En este tema, como en tantos otros, la ciudadanía chilena tendrá la oportunidad próxima de dar un vuelco a una gestión del país signada hasta hoy por el manifiesto privilegio de los intereses del gran empresariado, que hoy domina la economía, los medios y la mayor parte del sistema político. Es de esperar que la aproveche y no termine presa de los temores al cambio.

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