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Comedia de equivocaciones


¿Por qué destituyó el gobierno a Francisco Huenchumilla?¿Para dar una señal desde la autoridad a los dueños de camiones y terratenientes de que se actuaría con “mano dura” frente a las acciones de violencia contra propiedades y medios de transporte atribuidas a grupos mapuche en La Araucanía? Si esa fuera la interpretación adecuada, no sirvió de mucho. Escuchar a los dirigentes “multigremiales”de La Araucanía y ver los tuits de Andrés Allamand y las declaraciones de Hernán Larraín nos terminaron trasladando igual, por momentos, al pasado conflictivo del Chile de décadas atrás.

La historia de la República es, contrariamente a la leyenda, una historia con muchos componentes de violencia, incluyendo guerras civiles sangrientas y guerras étnicas aún más sangrientas. Las clases terratenientes tradicionales se constituyeron en base a la ocupación por la fuerza de territorios que no les pertenecían, ya sea por ser parte ancestral de los espacios en que evolucionaron por siglos las etnias originarias o bien por haber sido reconocidos como tierras indígenas mediante títulos otorgados por el Estado de Chile en el siglo XIX, y luego desconocidos o expoliados. Ese es el origen de la violencia actual en La Araucanía: la extrema violencia fundacional del Estado de Chile al servicio de minorías privilegiadas que ocuparon y recibieron tierras para una explotación económica en propio beneficio. Que algunos aún pretendan que la actual violencia atribuida a grupos mapuche -centrada en provocar perjuicios económicos antes que personales, aunque algunos episodios han afectado a personas de un modo que sólo merece una inequívoca condena- se origina en las políticas de restitución de tierras aplicadas desde 1990, es una grave ceguera intelectual y una actitud racista de violencia pura y simple contra los pueblos originarios.

Cuando la Presidenta Bachelet nombró intendente a Francisco Huenchumilla no estaba simplemente nombrando a un “agente natural e inmediato” del gobierno central, como señala la Constitución. Estaba también nombrando a un líder regional representativo, controvertido como todo líder. Al cabo de un año y medio, el gobierno y el nuevo ministro del Interior prefirieron, al parecer, volver a nombrar a un intendente que sea exclusivamente un agente del gobierno central. Es evidente que la destitución de Huenchumilla va a enervar todavía más a aquel segmento juvenil radicalizado del pueblo mapuche que reivindica la creación de una nación que los represente. En suma, un error político de la dupla Burgos-Aleuy.

Ahora bien, no resultó muy edificante la tragicomedia gubernamental de ayer, con un gobierno que amanece con gran dureza contra trece camiones en vez de garantizar su derecho de manifestación pacífica de manera racional, pero que termina diluida en un retroceso total en la noche. ¿Será mucho pedir al Ministerio del Interior un poco de equilibrio entre la mantención del orden público y el derecho a manifestarse, que se podría haber traducido simplemente en autorizar desde el inicio el paso de los famosos 13 camiones, y atenerse a esa regulación legítima en vez de idas y venidas que no ayudan mucho a prestigiar al gobierno? La esperanza es lo último que se pierde.

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