Partidos, independientes y malas prácticas
En esta peculiar semana política, se ha vuelto a evidenciar la deprimente conducta de los partidos de la oposición parlamentaria. Han desechado la realización de primarias para elegir a sus candidatos al Congreso, ya sea entre diversas opciones en sus partidos o entre sus partidos, tal como lo permite la nueva ley de primarias y lo demanda una sociedad chilena cansada de la captura de la política por grupos cerrados. Han decidido no realizar ninguna consulta ciudadana, de ninguna especie. Esto es materia de las direcciones de los partidos y de sus arreglos propios. Punto y aparte. Un comportamiento de pandilla (de entre las acepciones de la Real Academia de La Lengua escojo dos para que usted participativamente decida con cual se queda: a) “grupo de amigos que suelen reunirse para divertirse en común” y b)” liga que forman algunos para engañar a otros o hacerles daño”).
Partiendo de la base que los partidos de derecha comparten más bien la defensa de intereses, si ya existía una convicción generalizada de que los demás partidos ya no son portadores sino de los escombros de alguna visión de sociedad o de algún proyecto político (prácticamente no han funcionado en la preparación de esta elección comisiones programáticas permanentes de los partidos que diagnostiquen y propongan políticas, como siempre fue la costumbre desde la década de 1980), este episodio no hace sino confirmar el juicio previo. Este proviene de quienes son críticos de la democracia, y a ese título de todo partido político, y son partidarios de liderazgos personales autoritarios. Desgraciadamente los hay muchos en la sociedad chilena. Pero también proviene de convencidos demócratas que constatan que los partidos políticos en Chile han sufrido un deterioro y se han transformado en meras maquinarias de reclutamiento clientelista, que ya no invitan a ninguna transformación, sino a coaligarse para tratar de ocupar cargos. Ya no se proponen representar a nadie, salvo a sí mismos. En el caso de algunos en la izquierda, y entre otros a los que se les cayó el muro de Berlín, ya no se trata de lucha de clases sino de lucha por los pases …a los puestos públicos. Poco que ver con los históricos movimientos y partidos que concebían la política como lucha por cambios sociales.
Y también han emergido, como cada tanto ocurre en las elecciones chilenas, los individuos independientes que promueven su ambición presidencial personal en base a la condena de los partidos y de la política. Nada más valorable que la independencia de espíritu y de carácter, pero nada puede ser menos valorable que negarse a compartir ideas, valores y proyectos con otros. Esto es ni más ni menos que la esencia de la política democrática. Pero en fin, cada cual es libre de exponer sus ambiciones personales y someterla al juicio de los demás.
En el caso de Andrés Velasco, hemos visto pocos pronunciamientos suyos que no sean el ataque personal y subrayar los defectos de los partidos. Luego de meses para meditar su opción de candidato, se inscribe en las primarias de parte de la oposición y al día siguiente, exactamente al día siguiente, se arrepiente. Se supone que ahora busca la manera de estar en la papeleta de primera vuelta, para lo cual tuvo todo el tiempo del mundo previamente, no sin antes comprometerse a no hacerlo, y antes incluso a no ser candidato contra Michelle Bachelet. ¿Esas son las “buenas prácticas”?. Legítimamente uno puede preguntarse si en realidad no quiere buscar, de una manera un tanto barroca, evitar una derrota flagrante de sus posturas económico-sociales conservadoras y su declarado rechazo a sustituir la actual constitución y el actual modelo económico. Veremos.
Así, la salida no parece venir de independientes, sino del liderazgo político que debe involucrarse y no sustraerse de un gran proceso de reforma democrática de la actividad partidaria y de la continua presión de los ciudadanos para exigir a sus representaciones políticas que…los representen. En eso está la democracia chilena.
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