Cinco razones para un cambio
El PS está llamado a renovar a sus autoridades en todos los niveles el 27 de abril de 2008. Todo evento electoral suscita tensiones y pasiones, pero hemos visto florecer como nunca la descalificación desde las filas de la dirección saliente a quienes hemos sido sus opositores leales. Es el momento de volver a encauzar el debate por la senda de la reflexión y de la crítica política pertinente a las conductas políticas o con efectos políticos. Los que nos hemos opuesto a la actual dirección entendemos que las grandes opciones políticas y programáticas para el próximo período ya fueron definidas por el Congreso de Panimávida, cuyas resoluciones –que dicho sea de paso aún no se publican, como ya ocurrió con las del Congreso de 2005, que nunca fueron dadas a conocer- compartimos en su línea gruesa. Nos comprometemos a contribuir a ponerlas en práctica. Aquí se expondrá, en cambio, lo que, en términos personales, creemos son cinco buenas razones para optar por un cambio en la orientación y en la dirección del Partido Socialista.
1. La dirección actual ha buscado dividir artificialmente al partido
La actual dirección ha reeditado la conocida técnica de identificar buenos y malos e incitar a descalificar y marginalizar a estos últimos en nombre de los primeros. Los buenos son lo que estarían con la Presidenta Michelle Bachelet y los malos los que estarían en contra de ella. El problema es que no hay en el Partido Socialista, hasta donde se puede apreciar, opositores a la persona de la Presidenta Bachelet, a su programa de gobierno o a la orientación general de su gestión. Y eso es un gran activo para la Presidenta, que una dirección responsable debiera buscar valorizar, cuidar, cultivar, extender. Por el contrario, la dirección en ejercicio ha inventado literalmente un conflicto donde no lo hay, con el solo objeto de reforzar la posición de quienes ejercen el poder interno. Dicho sea de paso, es de una gran deslealtad con la Presidenta no buscar sumarle los apoyos de que dispone de parte de todos los socialistas.
Naturalmente, habrá siempre sobre tal o cual aspecto de la gestión de gobierno valoraciones críticas de mayor o menor amplitud, que una conducción política debe asumir como parte de la vida democrática del partido y del país. Tanto es así que la mesa partidaria ha realizado fuertes críticas, por ejemplo, a la actitud gubernamental de trasladar a los tribunales la aplicación de la ley de subcontratación, a la conducción de la Cancillería o a medidas económicas como rebajas tributarias a la incorporación de tecnología. Incluso un diputado defensor de la mesa directiva le ha pedido públicamente la renuncia a una ministra acosada por la derecha
Cuando el derecho constructivo a la crítica que es propio de la democracia lo ejercen miembros del partido que no son parte de la mayoría actual, entonces son desleales, “no están en las duras y en las maduras”, son opositores, esquizofrénicos y otros epítetos variados que no buscan argumentar, sino descalificar y deslegitimar para mantener en pie la idea de la división del partido entre buenos y malos.
Se podrá discutir el mérito de cada uno de los debates que emergen sobre la política de gobierno, y en ocasiones su franca no pertinencia, pero no es legítimo poner en cuestión el derecho que le asiste al Partido Socialista y a sus miembros, junto al deber primordial de apoyar al gobierno al que contribuyó a dar origen, de proponer políticas y de criticar aspectos puntuales que pudieran merecerle reparos en la gestión pública y en la tarea legislativa. Ese derecho lo hemos ejercido, por lo demás, durante los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos, como a todos consta, incluso mediante rechazo a algunas legislaciones, sin que nadie pueda sostener que el PS no ha sido leal con la coalición y sus gobiernos. Y habrá siempre puntos de vista que emanan de su identidad política misma, que es previa a todo gobierno y se prolongará más allá de ellos.
Ante la apelación apolítica a la disciplina, baste recordar como funcionan las democracias maduras. En EE:UU: el actual candidato republicano a la presidencia, John McCain, recientemente recibido por Bush en la Casa Blanca como su candidato, votó en contra de la rebaja de impuestos a los más ricos, entre otras votaciones contrarias a su gobierno, sin que nadie rasgara vestiduras. En Europa, las coaliciones mayoritarias discuten permanentemente entre sus componentes las opciones gubernamentales. La democracia es el conjunto de instituciones que no solo no reprimen sino que protegen el disenso y lo dirimen mediante la regla de la mayoría de votantes políticamente iguales que participan periódicamente en las decisiones públicas.
El PS no es un órgano de la administración pública ni está sometido al principio de jerarquía estatal, es un organismo vivo y plural que combina la representación de diversas expresiones de la sociedad civil con la acción a favor de un proyecto democrático de transformación social igualitaria. La sabiduría de una dirección es conducir ese organismo vivo, no buscar reprimirlo y alinearlo con un fanático afán de control. La disciplina vacía no puede imponerse a la deliberación razonada y a la libre adhesión propios de un partido democrático. Entre sentido de la autoridad, que siempre debe estar presente en política para lograr cohesión y resultados, y autoritarismo, que debe rechazarse por ser contrario a los valores democráticos, hay un abismo.
El modo autoritario de concebir la política en parte de la izquierda se ha traducido, cuando determinadas circunstancias históricas le han permitido hacerse del monopolio del poder, en el fenómeno de las dictaduras estalinistas. En buena hora, las tradiciones democráticas recuperadas en el país, a un alto costo para todos, y la existencia histórica de una fuerte izquierda libertaria, no lo hacen posible en Chile. Y para que este tipo de política autoritaria nunca se afiance entre nosotros –con la dictadura militar de derecha ya tuvimos suficiente y con las experiencias fallidas del bloque soviético tuvimos más que suficiente- debemos empezar por hacerla retroceder en el Partido Socialista, respetuosa y democráticamente, pero con gran firmeza.
2. La dirección actual ha dado legitimidad y apoyo a opciones liberales contrarias a las definiciones programáticas del Partido Socialista
La Concertación es una coalición plural de partidos y corrientes de opinión de centro e izquierda. Quienes la concebimos y creamos hace 20 años, y la prefiguramos hace 25 años en medio de fuertes críticas de algunos de nuestros descalificadores actuales, entendíamos y entendemos que en ella caben las corrientes liberales que estén por la democracia y no se opongan a las políticas públicas de redistribución de los ingresos. Que no crean mucho en ellas o que las quieran de muy baja intensidad es otra historia.
Como otra historia es que el Partido Socialista renuncie a su misión histórica y a hacer prevalecer en buena lid sus ideas programáticas sobre las opciones liberales y renuncie a su rol promotor de los derechos de los trabajadores, de los servicios públicos, de los sistemas de ingresos mínimos sociales, de los sistemas de cobertura de riesgos en empleo, salud y vejez, de mecanismos extendidos de igualación de oportunidades y de estrategias públicas de desarrollo productivo. Ha sido penoso y doloroso para una generación de socialistas que han hecho importantes esfuerzos por renovar y actualizar nuestras ideas, pero sin jamás renunciar a nuestras convicciones y valores de izquierda, ver como se termina apoyando, por acción y por omisión, en nombre de una supuesta lealtad mal entendida o de la ridícula afirmación de que no se puede gobernar desde fuera, la visión de Estado mínimo que promueven los ministros liberales y sus corporaciones, que reivindican abiertamente desde dentro y desde fuera esa opción y la practican con el apoyo expreso de la actual dirección.
En la Concertación han retrocedido en el tiempo las ideas liberales (véase el Congreso Ideológico del PDC, por ejemplo), mientras han aumentado su poder político y su capacidad de copamiento de funciones públicas cruciales. Es cierto que de esa manera se cosecha aplausos de la prensa de derecha y del poder económico.
Esto se ha traducido crucialmente en la parte final de la gestión del Presidente Lagos en la disminución del peso del gasto público en el PIB, luego de un incremento inicial. En el período de la Presidenta Bachelet se ha traducido en una política de uso de los recursos fiscales excepcionales en extremo conservadora y en un inmovilismo económico sorprendente. Más aún, se ha promovido una reforma a las pensiones que va a implicar que se gastará proporcionalmente menos en esta área al terminar el gobierno de la Presidenta Bachelet que a su inicio, y que en el largo plazo va a llevar a que se gastará menos en pensiones civiles solidarias que en pensiones militares (1% del PIB contra 1,6% del PIB). Desafío a que la actual dirección desmienta estas cifras. Y se ha promovido rebajas a los impuestos de las empresas con el único efecto de enriquecer aún más a los más ricos, que no prosperó por el disenso activo de algunos de los nuestros.
Lo más grave es que el actual es el primer gobierno desde 1990 que ha renunciado a través de su Ministro de Hacienda formalmente a toda reforma tributaria para aumentar los ingresos permanentes del Estado (lo que no estaba ciertamente incluido en el programa de gobierno, pero los programas de gobierno se han transformado en papeles sin valor). El Ministro de Hacienda ha pretendido en estos días en un encuentro blairista en Londres que el progresismo es “el crecimiento, el librecomercio, el rigor fiscal y el rechazo al populismo”, en un planteamiento abiertamente neoliberal que de progresista no tiene nada y es idéntico al de los Chicago Boys. Se ha proclamado además por el Ministro de Relaciones Exteriores que el modelo económico de Chile es de una “economía de mercado globalizada”. Estos ministros contrastan abiertamente con la Presidenta en su planteamiento de hacer de la protección social el eje de su gobierno y de la construcción de un Estado Social de Derecho su perspectiva estratégica.¿Debe el Partido Socialista entonces abstenerse de hacer ver la flagrante contradicción entre los dichos y los hechos a la que asistimos? ¿Es eso ser leal? Si así se hace, como es el caso de la actual dirección, no nos extrañemos después del alejamiento de los ciudadanos de la política y del desprestigio creciente de la democracia ante semejantes demostraciones de doble discurso.
El PS debe situarse de una vez por todas en el centro de la complejidad que implica optar por el gobierno social y ecológico de los mercados a través de las instituciones de un Estado democrático y social de derecho. Hay otra alternativa históricamente consistente y viable al dogma hoy en desuso de la planificación central y al dogma libremercadista hoy adoptado por un cierto número de miembros del PS bien representados o bien defendidos por la actual dirección, que es la de la construcción compleja de economías mixtas en Estados sociales de derecho.
En esa complejidad no hay fronteras fijas en la relación entre Estado y mercado, entre regulación y mercado. Hay redefiniciones permanentes de acuerdo a las luchas sociales, a la evolución del capitalismo globalizado y su impacto en las economías nacionales y en la reproducción o ampliación de las desigualdades. El Estado debiera estar permanentemente reactualizando su capacidad de generar condiciones estructurales de redistribución de ingresos y de recursos productivos si acaso quienes lo dirigen creyesen en la necesidad de lograr niveles decentes de igualdad distributiva, de igualación de las oportunidades y de reducción de la explotación de los trabajadores y de la exclusión social. Con esa tarea manifiestamente no ha estado comprometida la actual dirección. No se puede renunciar a actuar a favor de políticas públicas fuertes y el afianzamiento de la capacidad de organización y negociación de los trabajadores, como lo ha hecho la actual dirección, y además pretender reprimir con argumentos de disciplina ridícula a quienes disienten de esa renuncia y la consideran un grave error político.
El PS debe abrir los espacios intelectuales y políticos para que los planteamientos que hemos escuchado de la Presidenta en materia de opciones económicas y sociales progresistas –y que compartimos- puedan avanzar. Nadie debiera extrañarse ni ofenderse porque el PS cumpla con su misión histórica de representación de los intereses de los “trabajadores manuales e intelectuales”. Otra cosa distinta son las relaciones de fuerza parlamentaria y la hegemonía de unos y otros en las luchas sociales en cada coyuntura, que permiten avances, provocan retrocesos o generan empates. Pero las luchas hay que darlas responsablemente de cara a los ciudadanos, para eso estamos los socialistas, no para renunciar a darlas.
3. La dirección actual ha tolerado la confusión entre la política y los negocios
O el mercado gobierna a la democracia o la democracia al mercado. Muchos son los países que enfrentan ese dilema contemporáneo con Estados frágiles y con sistemas de partidos débiles. Chile ha sido una excepción en América Latina en la medida que su sistema de partidos es bastante más estructurado que el promedio. Hasta ahora.
En efecto, el sistema de partidos puede sufrir una disolución progresiva si cede ante la presión mediática que prefiere las emociones a los valores, el histrionismo al razonamiento, la gesticulación por sobre la representación articulada y paciente de intereses colectivos. La esfera política permitirá mejor la convivencia democrática en tanto dé lugar a la contrastación de proyectos con alternativas claramente diferenciadas antes que a la mera lucha por el poder carente de significados y sentidos.
Y esa disolución será tanto más rápida si se acompaña del fin de la frontera entre la política y los negocios. Hemos asistido con estupor a la progresiva cooptación de funcionarios públicos que cumplían funciones de fiscalización o regulación estatal por las empresas privadas antes reguladas o fiscalizadas por ellos directa o indirectamente. Ya se instaló en el horizonte de la función pública el paso al sector privado como perspectiva futura de ingresos y posiciones altamente remuneradas. Se podrá imaginar cada cual que eso no contribuye precisamente al mejor cumplimiento de las funciones públicas respecto a los privados. Hemos visto como incluso un ex Ministro de Hacienda dirige a las ISAPRES y algunos ex dirigentes socialistas pasan a formar parte de los directorios de los conglomerados más poderosos del país o a ser los defensores rentados de sus intereses ante los órganos de la administración. En el límite esas situaciones pudieran tolerarse como parte de las opciones individuales de cada cual de acuerdo al ejercicio de su libertad personal, aunque claramente debilitan a la función pública.
Lo que no es tolerable, y desgraciadamente ocurre, es el paso desde funciones públicas a los directorios y la vuelta a funciones públicas, incluso ministeriales de primer nivel en La Moneda. Esa puerta giratoria es la consagración de la influencia del poder económico sobre las instituciones democráticas. Cuando la actual dirección partidaria no dice ni hace nada al respecto, existe un problema grave. Cuando además el segundo dirigente en la jerarquía partidaria (y esta no es una crítica a la persona sino a una conducta con efectos políticos) permanece por largo tiempo como presidente del directorio de una empresa privada lucrativa regulada por el Estado, sin que pase nada, entonces estamos ante el fin de la separación entre política y negocios que se entendía los socialistas promovíamos. Al menos es lo que una anterior dirección partidaria estableció al consagrar la incompatibilidad entre defender rentadamente a las transnacionales del cobre en su ataque al royalty minero y mantener militancia en el partido cuyo líder histórico nacionalizó el cobre, y por lo que, entre otras conquistas nacionales y sociales por las que luchó, terminó entregando dignamente su vida.
No estamos aquí entrando en el dominio siempre controvertible de la ética personal, de la cual nadie tiene el monopolio. Estamos hablando del funcionamiento de un sistema que entrelaza o bien separa el poder político democrático del poder económico. ¿Cómo podría el Partido Socialista criticar en los meses que vienen al candidato de la derecha, que es el paladín de la confusión entre política y negocios, si tolera que algunos de sus dirigentes connotados practiquen, en otra escala, claro, la misma confusión?
4. La dirección actual ha contribuido a la fragmentación y puesta en minoría parlamentaria de la Concertación
Hemos asistido por primera vez a la destitución por la Cámara de Diputados de una Ministra de Estado, lo que eventualmente también ocurrirá en el Senado. Las rupturas parciales en el PPD y el PDC han puesto en minoría a la Presidenta en el parlamento.
Lo inexplicable es que la dirección actual se asoció con entusiasmo a las directivas de esos partidos en sus expulsiones de parlamentarios. Estas son libres de tomar las decisiones que quieran, pero al provocar consecuencias para todos y especialmente para la Presidenta, no pueden no considerar la opinión de sus aliados de coalición ante una consecuencia tan grave como perder la mayoría obtenida en las urnas. Pero el punto de vista de la actual dirección socialista fue de complicidad expresa y declarada.
Así, cuando aún falta la mitad del período presidencial, la situación del gobierno queda no solo fragilizada para llevar adelante su agenda sino también para mantener en sus cargos a los ministros, abriendo la puerta a una situación de hostigamiento grave y desestabilizador. En vez de jugar un rol de composición y acercamiento, la actual dirección socialista, fiel a su lógica autoritaria, contribuyó al quiebre y alejamiento de parlamentarios que son fuertemente criticables en muchas de sus opciones, pero que son más cercanos a nosotros que la derecha pura y dura. Más aún, la idea de sostener con alborozo “ven, en realidad esta gente era de derecha” puede servir para la autosatisfacción de los miopes. Para quienes entienden que la política democrática es sumar y no restar resulta, en cambio, una actitud de ceguera estratégica con graves consecuencias futuras.
5. La dirección actual ha precipitado el tema de la sucesión en vez de abrirle espacio a la tarea de la Presidenta
Tal vez uno de los errores en principio más inexplicables de la actual dirección es el haber abierto a meses de asumida la Presidenta Bachelet en su cargo la carrera por su sucesión. En efecto, era del todo evidente que en un gobierno de cuatro años la presión por abrir esa carrera se iba a manifestar tempranamente y que el PS debía contribuir a evitarlo. La actitud leal con la Presidenta era en estas circunstancias una sola: dilatar todo lo posible esa carrera por la sucesión, y de ese modo mantener el espacio de acción del gobierno recién instalado y la cohesión de la coalición. Salvo que existiera un evidente consenso en el partido y en la coalición que hiciera posible definir tempranamente la situación sucesoria y generar un horizonte de estabilidad mayor a los cuatro años. Ahora bien, es muy poco frecuente que este tipo de consensos se presente, incluso en regímenes políticos de tanta continuidad como el del PRI en Mëxico por setenta años: el llamado “dedazo” se producía sólo al final de la gestión de gobierno.
En todo caso, el hecho práctico que debía tener en consideración la actual dirección era que ese consenso no existía ni en el PS ni en el resto de la coalición. Debió aprender la lección de lo ocurrido en el gobierno de Patricio Aylwin, que a mitad de período ya tuvo que enfrentar roces, en este caso precipitados por la equivocación de algunos ministros políticos de la época que querían definir en función de sus intereses y pareceres la sucesión presidencial, lo que por lo demás resultó fallido. De paso, las proclamaciones del Secretario General de la OEA tempranas y reiteradas por miembros de la actual dirección, hechas con cierta suficiencia un tanto irrealista (recordemos el “prácticamente todos en el PS están con José Miguel”) no contribuyeron para nada a afianzar las opciones del ex ministro y generaron fuertes problemas al PS, al gobierno y a la Presidenta.
Sin embargo, se puede enunciar una conjetura: lo que buscaba la actual dirección era simplemente consolidar su poder interno con la idea de ofrecer un estrecho vínculo no solo con el actual sino también con el futuro gobierno, teniendo a la vista una práctica clientelística que se ha instalado en el Estado nacional, reproduciendo costumbres originadas en la república tradicional y que no parecen ser dignas de ser combatidas demasiado intensamente por la actual dirección. El deber de actuar responsablemente frente al gobierno de la Presidenta Bachelet en materia de sucesión quedó así relegado a un segundo plano.
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Una nueva dirección tendrá entonces que tomarse en serio los acuerdos del reciente Congreso, unificar al partido buscando el apoyo de todos a la Presidenta Bachelet, defender las opciones programáticas socialistas en contradicción enérgica con el neoliberalismo, establecer en el partido una separación nítida y tajante entre negocios y política, buscar reestablecer una mayoría parlamentaria para la Presidenta y orientar con serenidad, después de las elecciones municipales, la definición de un candidato único de la Concertación mediante el pronunciamiento popular en el caso de que no pueda llegarse a consensos sobre quien debe encabezar la próxima etapa y producir una nueva derrota de la derecha.
1. La dirección actual ha buscado dividir artificialmente al partido
La actual dirección ha reeditado la conocida técnica de identificar buenos y malos e incitar a descalificar y marginalizar a estos últimos en nombre de los primeros. Los buenos son lo que estarían con la Presidenta Michelle Bachelet y los malos los que estarían en contra de ella. El problema es que no hay en el Partido Socialista, hasta donde se puede apreciar, opositores a la persona de la Presidenta Bachelet, a su programa de gobierno o a la orientación general de su gestión. Y eso es un gran activo para la Presidenta, que una dirección responsable debiera buscar valorizar, cuidar, cultivar, extender. Por el contrario, la dirección en ejercicio ha inventado literalmente un conflicto donde no lo hay, con el solo objeto de reforzar la posición de quienes ejercen el poder interno. Dicho sea de paso, es de una gran deslealtad con la Presidenta no buscar sumarle los apoyos de que dispone de parte de todos los socialistas.
Naturalmente, habrá siempre sobre tal o cual aspecto de la gestión de gobierno valoraciones críticas de mayor o menor amplitud, que una conducción política debe asumir como parte de la vida democrática del partido y del país. Tanto es así que la mesa partidaria ha realizado fuertes críticas, por ejemplo, a la actitud gubernamental de trasladar a los tribunales la aplicación de la ley de subcontratación, a la conducción de la Cancillería o a medidas económicas como rebajas tributarias a la incorporación de tecnología. Incluso un diputado defensor de la mesa directiva le ha pedido públicamente la renuncia a una ministra acosada por la derecha
Cuando el derecho constructivo a la crítica que es propio de la democracia lo ejercen miembros del partido que no son parte de la mayoría actual, entonces son desleales, “no están en las duras y en las maduras”, son opositores, esquizofrénicos y otros epítetos variados que no buscan argumentar, sino descalificar y deslegitimar para mantener en pie la idea de la división del partido entre buenos y malos.
Se podrá discutir el mérito de cada uno de los debates que emergen sobre la política de gobierno, y en ocasiones su franca no pertinencia, pero no es legítimo poner en cuestión el derecho que le asiste al Partido Socialista y a sus miembros, junto al deber primordial de apoyar al gobierno al que contribuyó a dar origen, de proponer políticas y de criticar aspectos puntuales que pudieran merecerle reparos en la gestión pública y en la tarea legislativa. Ese derecho lo hemos ejercido, por lo demás, durante los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos, como a todos consta, incluso mediante rechazo a algunas legislaciones, sin que nadie pueda sostener que el PS no ha sido leal con la coalición y sus gobiernos. Y habrá siempre puntos de vista que emanan de su identidad política misma, que es previa a todo gobierno y se prolongará más allá de ellos.
Ante la apelación apolítica a la disciplina, baste recordar como funcionan las democracias maduras. En EE:UU: el actual candidato republicano a la presidencia, John McCain, recientemente recibido por Bush en la Casa Blanca como su candidato, votó en contra de la rebaja de impuestos a los más ricos, entre otras votaciones contrarias a su gobierno, sin que nadie rasgara vestiduras. En Europa, las coaliciones mayoritarias discuten permanentemente entre sus componentes las opciones gubernamentales. La democracia es el conjunto de instituciones que no solo no reprimen sino que protegen el disenso y lo dirimen mediante la regla de la mayoría de votantes políticamente iguales que participan periódicamente en las decisiones públicas.
El PS no es un órgano de la administración pública ni está sometido al principio de jerarquía estatal, es un organismo vivo y plural que combina la representación de diversas expresiones de la sociedad civil con la acción a favor de un proyecto democrático de transformación social igualitaria. La sabiduría de una dirección es conducir ese organismo vivo, no buscar reprimirlo y alinearlo con un fanático afán de control. La disciplina vacía no puede imponerse a la deliberación razonada y a la libre adhesión propios de un partido democrático. Entre sentido de la autoridad, que siempre debe estar presente en política para lograr cohesión y resultados, y autoritarismo, que debe rechazarse por ser contrario a los valores democráticos, hay un abismo.
El modo autoritario de concebir la política en parte de la izquierda se ha traducido, cuando determinadas circunstancias históricas le han permitido hacerse del monopolio del poder, en el fenómeno de las dictaduras estalinistas. En buena hora, las tradiciones democráticas recuperadas en el país, a un alto costo para todos, y la existencia histórica de una fuerte izquierda libertaria, no lo hacen posible en Chile. Y para que este tipo de política autoritaria nunca se afiance entre nosotros –con la dictadura militar de derecha ya tuvimos suficiente y con las experiencias fallidas del bloque soviético tuvimos más que suficiente- debemos empezar por hacerla retroceder en el Partido Socialista, respetuosa y democráticamente, pero con gran firmeza.
2. La dirección actual ha dado legitimidad y apoyo a opciones liberales contrarias a las definiciones programáticas del Partido Socialista
La Concertación es una coalición plural de partidos y corrientes de opinión de centro e izquierda. Quienes la concebimos y creamos hace 20 años, y la prefiguramos hace 25 años en medio de fuertes críticas de algunos de nuestros descalificadores actuales, entendíamos y entendemos que en ella caben las corrientes liberales que estén por la democracia y no se opongan a las políticas públicas de redistribución de los ingresos. Que no crean mucho en ellas o que las quieran de muy baja intensidad es otra historia.
Como otra historia es que el Partido Socialista renuncie a su misión histórica y a hacer prevalecer en buena lid sus ideas programáticas sobre las opciones liberales y renuncie a su rol promotor de los derechos de los trabajadores, de los servicios públicos, de los sistemas de ingresos mínimos sociales, de los sistemas de cobertura de riesgos en empleo, salud y vejez, de mecanismos extendidos de igualación de oportunidades y de estrategias públicas de desarrollo productivo. Ha sido penoso y doloroso para una generación de socialistas que han hecho importantes esfuerzos por renovar y actualizar nuestras ideas, pero sin jamás renunciar a nuestras convicciones y valores de izquierda, ver como se termina apoyando, por acción y por omisión, en nombre de una supuesta lealtad mal entendida o de la ridícula afirmación de que no se puede gobernar desde fuera, la visión de Estado mínimo que promueven los ministros liberales y sus corporaciones, que reivindican abiertamente desde dentro y desde fuera esa opción y la practican con el apoyo expreso de la actual dirección.
En la Concertación han retrocedido en el tiempo las ideas liberales (véase el Congreso Ideológico del PDC, por ejemplo), mientras han aumentado su poder político y su capacidad de copamiento de funciones públicas cruciales. Es cierto que de esa manera se cosecha aplausos de la prensa de derecha y del poder económico.
Esto se ha traducido crucialmente en la parte final de la gestión del Presidente Lagos en la disminución del peso del gasto público en el PIB, luego de un incremento inicial. En el período de la Presidenta Bachelet se ha traducido en una política de uso de los recursos fiscales excepcionales en extremo conservadora y en un inmovilismo económico sorprendente. Más aún, se ha promovido una reforma a las pensiones que va a implicar que se gastará proporcionalmente menos en esta área al terminar el gobierno de la Presidenta Bachelet que a su inicio, y que en el largo plazo va a llevar a que se gastará menos en pensiones civiles solidarias que en pensiones militares (1% del PIB contra 1,6% del PIB). Desafío a que la actual dirección desmienta estas cifras. Y se ha promovido rebajas a los impuestos de las empresas con el único efecto de enriquecer aún más a los más ricos, que no prosperó por el disenso activo de algunos de los nuestros.
Lo más grave es que el actual es el primer gobierno desde 1990 que ha renunciado a través de su Ministro de Hacienda formalmente a toda reforma tributaria para aumentar los ingresos permanentes del Estado (lo que no estaba ciertamente incluido en el programa de gobierno, pero los programas de gobierno se han transformado en papeles sin valor). El Ministro de Hacienda ha pretendido en estos días en un encuentro blairista en Londres que el progresismo es “el crecimiento, el librecomercio, el rigor fiscal y el rechazo al populismo”, en un planteamiento abiertamente neoliberal que de progresista no tiene nada y es idéntico al de los Chicago Boys. Se ha proclamado además por el Ministro de Relaciones Exteriores que el modelo económico de Chile es de una “economía de mercado globalizada”. Estos ministros contrastan abiertamente con la Presidenta en su planteamiento de hacer de la protección social el eje de su gobierno y de la construcción de un Estado Social de Derecho su perspectiva estratégica.¿Debe el Partido Socialista entonces abstenerse de hacer ver la flagrante contradicción entre los dichos y los hechos a la que asistimos? ¿Es eso ser leal? Si así se hace, como es el caso de la actual dirección, no nos extrañemos después del alejamiento de los ciudadanos de la política y del desprestigio creciente de la democracia ante semejantes demostraciones de doble discurso.
El PS debe situarse de una vez por todas en el centro de la complejidad que implica optar por el gobierno social y ecológico de los mercados a través de las instituciones de un Estado democrático y social de derecho. Hay otra alternativa históricamente consistente y viable al dogma hoy en desuso de la planificación central y al dogma libremercadista hoy adoptado por un cierto número de miembros del PS bien representados o bien defendidos por la actual dirección, que es la de la construcción compleja de economías mixtas en Estados sociales de derecho.
En esa complejidad no hay fronteras fijas en la relación entre Estado y mercado, entre regulación y mercado. Hay redefiniciones permanentes de acuerdo a las luchas sociales, a la evolución del capitalismo globalizado y su impacto en las economías nacionales y en la reproducción o ampliación de las desigualdades. El Estado debiera estar permanentemente reactualizando su capacidad de generar condiciones estructurales de redistribución de ingresos y de recursos productivos si acaso quienes lo dirigen creyesen en la necesidad de lograr niveles decentes de igualdad distributiva, de igualación de las oportunidades y de reducción de la explotación de los trabajadores y de la exclusión social. Con esa tarea manifiestamente no ha estado comprometida la actual dirección. No se puede renunciar a actuar a favor de políticas públicas fuertes y el afianzamiento de la capacidad de organización y negociación de los trabajadores, como lo ha hecho la actual dirección, y además pretender reprimir con argumentos de disciplina ridícula a quienes disienten de esa renuncia y la consideran un grave error político.
El PS debe abrir los espacios intelectuales y políticos para que los planteamientos que hemos escuchado de la Presidenta en materia de opciones económicas y sociales progresistas –y que compartimos- puedan avanzar. Nadie debiera extrañarse ni ofenderse porque el PS cumpla con su misión histórica de representación de los intereses de los “trabajadores manuales e intelectuales”. Otra cosa distinta son las relaciones de fuerza parlamentaria y la hegemonía de unos y otros en las luchas sociales en cada coyuntura, que permiten avances, provocan retrocesos o generan empates. Pero las luchas hay que darlas responsablemente de cara a los ciudadanos, para eso estamos los socialistas, no para renunciar a darlas.
3. La dirección actual ha tolerado la confusión entre la política y los negocios
O el mercado gobierna a la democracia o la democracia al mercado. Muchos son los países que enfrentan ese dilema contemporáneo con Estados frágiles y con sistemas de partidos débiles. Chile ha sido una excepción en América Latina en la medida que su sistema de partidos es bastante más estructurado que el promedio. Hasta ahora.
En efecto, el sistema de partidos puede sufrir una disolución progresiva si cede ante la presión mediática que prefiere las emociones a los valores, el histrionismo al razonamiento, la gesticulación por sobre la representación articulada y paciente de intereses colectivos. La esfera política permitirá mejor la convivencia democrática en tanto dé lugar a la contrastación de proyectos con alternativas claramente diferenciadas antes que a la mera lucha por el poder carente de significados y sentidos.
Y esa disolución será tanto más rápida si se acompaña del fin de la frontera entre la política y los negocios. Hemos asistido con estupor a la progresiva cooptación de funcionarios públicos que cumplían funciones de fiscalización o regulación estatal por las empresas privadas antes reguladas o fiscalizadas por ellos directa o indirectamente. Ya se instaló en el horizonte de la función pública el paso al sector privado como perspectiva futura de ingresos y posiciones altamente remuneradas. Se podrá imaginar cada cual que eso no contribuye precisamente al mejor cumplimiento de las funciones públicas respecto a los privados. Hemos visto como incluso un ex Ministro de Hacienda dirige a las ISAPRES y algunos ex dirigentes socialistas pasan a formar parte de los directorios de los conglomerados más poderosos del país o a ser los defensores rentados de sus intereses ante los órganos de la administración. En el límite esas situaciones pudieran tolerarse como parte de las opciones individuales de cada cual de acuerdo al ejercicio de su libertad personal, aunque claramente debilitan a la función pública.
Lo que no es tolerable, y desgraciadamente ocurre, es el paso desde funciones públicas a los directorios y la vuelta a funciones públicas, incluso ministeriales de primer nivel en La Moneda. Esa puerta giratoria es la consagración de la influencia del poder económico sobre las instituciones democráticas. Cuando la actual dirección partidaria no dice ni hace nada al respecto, existe un problema grave. Cuando además el segundo dirigente en la jerarquía partidaria (y esta no es una crítica a la persona sino a una conducta con efectos políticos) permanece por largo tiempo como presidente del directorio de una empresa privada lucrativa regulada por el Estado, sin que pase nada, entonces estamos ante el fin de la separación entre política y negocios que se entendía los socialistas promovíamos. Al menos es lo que una anterior dirección partidaria estableció al consagrar la incompatibilidad entre defender rentadamente a las transnacionales del cobre en su ataque al royalty minero y mantener militancia en el partido cuyo líder histórico nacionalizó el cobre, y por lo que, entre otras conquistas nacionales y sociales por las que luchó, terminó entregando dignamente su vida.
No estamos aquí entrando en el dominio siempre controvertible de la ética personal, de la cual nadie tiene el monopolio. Estamos hablando del funcionamiento de un sistema que entrelaza o bien separa el poder político democrático del poder económico. ¿Cómo podría el Partido Socialista criticar en los meses que vienen al candidato de la derecha, que es el paladín de la confusión entre política y negocios, si tolera que algunos de sus dirigentes connotados practiquen, en otra escala, claro, la misma confusión?
4. La dirección actual ha contribuido a la fragmentación y puesta en minoría parlamentaria de la Concertación
Hemos asistido por primera vez a la destitución por la Cámara de Diputados de una Ministra de Estado, lo que eventualmente también ocurrirá en el Senado. Las rupturas parciales en el PPD y el PDC han puesto en minoría a la Presidenta en el parlamento.
Lo inexplicable es que la dirección actual se asoció con entusiasmo a las directivas de esos partidos en sus expulsiones de parlamentarios. Estas son libres de tomar las decisiones que quieran, pero al provocar consecuencias para todos y especialmente para la Presidenta, no pueden no considerar la opinión de sus aliados de coalición ante una consecuencia tan grave como perder la mayoría obtenida en las urnas. Pero el punto de vista de la actual dirección socialista fue de complicidad expresa y declarada.
Así, cuando aún falta la mitad del período presidencial, la situación del gobierno queda no solo fragilizada para llevar adelante su agenda sino también para mantener en sus cargos a los ministros, abriendo la puerta a una situación de hostigamiento grave y desestabilizador. En vez de jugar un rol de composición y acercamiento, la actual dirección socialista, fiel a su lógica autoritaria, contribuyó al quiebre y alejamiento de parlamentarios que son fuertemente criticables en muchas de sus opciones, pero que son más cercanos a nosotros que la derecha pura y dura. Más aún, la idea de sostener con alborozo “ven, en realidad esta gente era de derecha” puede servir para la autosatisfacción de los miopes. Para quienes entienden que la política democrática es sumar y no restar resulta, en cambio, una actitud de ceguera estratégica con graves consecuencias futuras.
5. La dirección actual ha precipitado el tema de la sucesión en vez de abrirle espacio a la tarea de la Presidenta
Tal vez uno de los errores en principio más inexplicables de la actual dirección es el haber abierto a meses de asumida la Presidenta Bachelet en su cargo la carrera por su sucesión. En efecto, era del todo evidente que en un gobierno de cuatro años la presión por abrir esa carrera se iba a manifestar tempranamente y que el PS debía contribuir a evitarlo. La actitud leal con la Presidenta era en estas circunstancias una sola: dilatar todo lo posible esa carrera por la sucesión, y de ese modo mantener el espacio de acción del gobierno recién instalado y la cohesión de la coalición. Salvo que existiera un evidente consenso en el partido y en la coalición que hiciera posible definir tempranamente la situación sucesoria y generar un horizonte de estabilidad mayor a los cuatro años. Ahora bien, es muy poco frecuente que este tipo de consensos se presente, incluso en regímenes políticos de tanta continuidad como el del PRI en Mëxico por setenta años: el llamado “dedazo” se producía sólo al final de la gestión de gobierno.
En todo caso, el hecho práctico que debía tener en consideración la actual dirección era que ese consenso no existía ni en el PS ni en el resto de la coalición. Debió aprender la lección de lo ocurrido en el gobierno de Patricio Aylwin, que a mitad de período ya tuvo que enfrentar roces, en este caso precipitados por la equivocación de algunos ministros políticos de la época que querían definir en función de sus intereses y pareceres la sucesión presidencial, lo que por lo demás resultó fallido. De paso, las proclamaciones del Secretario General de la OEA tempranas y reiteradas por miembros de la actual dirección, hechas con cierta suficiencia un tanto irrealista (recordemos el “prácticamente todos en el PS están con José Miguel”) no contribuyeron para nada a afianzar las opciones del ex ministro y generaron fuertes problemas al PS, al gobierno y a la Presidenta.
Sin embargo, se puede enunciar una conjetura: lo que buscaba la actual dirección era simplemente consolidar su poder interno con la idea de ofrecer un estrecho vínculo no solo con el actual sino también con el futuro gobierno, teniendo a la vista una práctica clientelística que se ha instalado en el Estado nacional, reproduciendo costumbres originadas en la república tradicional y que no parecen ser dignas de ser combatidas demasiado intensamente por la actual dirección. El deber de actuar responsablemente frente al gobierno de la Presidenta Bachelet en materia de sucesión quedó así relegado a un segundo plano.
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Una nueva dirección tendrá entonces que tomarse en serio los acuerdos del reciente Congreso, unificar al partido buscando el apoyo de todos a la Presidenta Bachelet, defender las opciones programáticas socialistas en contradicción enérgica con el neoliberalismo, establecer en el partido una separación nítida y tajante entre negocios y política, buscar reestablecer una mayoría parlamentaria para la Presidenta y orientar con serenidad, después de las elecciones municipales, la definición de un candidato único de la Concertación mediante el pronunciamiento popular en el caso de que no pueda llegarse a consensos sobre quien debe encabezar la próxima etapa y producir una nueva derrota de la derecha.
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