El modelo
Próximamente será editado por LOM mi libro Remodelar el Modelo. De ahí extraigo estas líneas.
Afirmar que en Chile se lleva adelante una continuidad neoliberal, con un Estado que ha cambiado sustancialmente su tamaño absoluto y en una proporción modesta su peso relativo desde la recuperación democrática en 1990, que ha pasado desde el signo de la disminución al del incremento de su rol, no refleja la realidad de los hechos. Las grandes inversiones sociales y en infraestructura (con una no ortodoxa cooperación público-privada) no se habrían realizado con gobiernos neoliberales, y eso marca una diferencia sustancial con la trayectoria anterior a 1990.
Valga una observación: no porque una opción no tenga la intensidad y velocidad suficientes de aplicación de acuerdo a parámetros exigentes, entonces estaríamos en presencia de la opción contraria. Estamos simplemente en presencia de una opción que va en una dirección con una intensidad y/o velocidad que no permite avanzar sino con lentitud respecto a metas distributivas de alta exigencia. No es lo mismo tomar la carretera al norte que la carretera al sur, no obstante se vaya lento. Aunque quien se encamina al sur a paso de tortuga terminará preguntándose cual es el sentido de ir al sur...
En efecto, más allá de las intenciones de sus responsables, la estrategia de crecimiento con equidad o con igualdad, según las versiones de 1990 o de 2000, no logró constituirse en un modelo de desarrollo establemente integrador (que cumpla entre otras con la condición de no ser fácilmente desmontable por un cambio de coalición gobernante: un modelo de desarrollo es tal cuando, entre otras cosas su reversibilidad es costosa), en tanto no ha logrado disminuir suficientemente los niveles de exclusión social y no cuenta aún con los contrapesos suficientes al predominio avasallador del capital concentrado en pocos conglomerados dominantes en los principales mercados, logrado con considerable éxito por las reformas posteriores a 1974. La estrategia seguida, como conjunto más o menos ordenado de políticas que se orientan en una misma dirección, no ha consolidado aún un nuevo modelo de desarrollo entre otras cosas porque, así como se han desarrollado políticas orientadas a la equidad, no se han modificado lo suficiente otras que se orientan en un sentido contrario. En efecto, el desarrollo reciente no es caracterizable, de acuerdo a lo argumentado, como la “continuidad neoliberal”, sino como el resultado de una reconfiguración que combina una pesada herencia, especialmente en materia de exclusión social, (que induce una suerte de path dependency, de dependencia de la trayectoria) con modificaciones de esa herencia en variados aspectos que dan lugar, si de modelística se trata y simplificando el argumento, a un “modelo híbrido”, con simultáneamente componentes de capitalismo salvaje y de Estado social.
¿Cual de esos componentes prevalece y sobre todo prevalecerá sobre el otro en el futuro? Materia de discusión, llamada a perdurar si se prolonga el empate político en el país, o a evolucionar, si ese empate se desanuda, hacia una trayectoria de transición a un modelo crecientemente incluyente de desarrollo o a sufrir una regresión hacia el modelo neoliberal de Estado mínimo, mercado máximo y sociedad civil dispersa, socialmente polarizador, como el que conocimos hasta 1990. Esta segunda transición, además de la político-institucional, a un “modelo de desarrollo democrático igualitario”, supondrá una mixtura de más alta intensidad entre mayores grados de ciudadanía social y políticas públicas explícitamente igualitarias. Mientras, convengamos que la sociedad chilena es hoy heterogénea y fragmentada y está en muchos sentidos todavía desconcertada frente a un incremento de expectativas de bienestar, especialmente de las nuevas generaciones, y frente a la carencia de sentidos fuertes que acompañen los procesos de cambio que experimenta. Mantener la actual “configuración híbrida” consagraría un fuerte déficit de cohesión social, en un país persistentemente dominado por oligarquías económicas concentradas y poderosas y que funcionaría de modo cada vez más desigual y polarizado, fruto de las múltiples velocidades entre ganadores y perdedores de la dinámica económica que el mercado librado a su suerte inevitablemente trae consigo.
Valga una observación: no porque una opción no tenga la intensidad y velocidad suficientes de aplicación de acuerdo a parámetros exigentes, entonces estaríamos en presencia de la opción contraria. Estamos simplemente en presencia de una opción que va en una dirección con una intensidad y/o velocidad que no permite avanzar sino con lentitud respecto a metas distributivas de alta exigencia. No es lo mismo tomar la carretera al norte que la carretera al sur, no obstante se vaya lento. Aunque quien se encamina al sur a paso de tortuga terminará preguntándose cual es el sentido de ir al sur...
En efecto, más allá de las intenciones de sus responsables, la estrategia de crecimiento con equidad o con igualdad, según las versiones de 1990 o de 2000, no logró constituirse en un modelo de desarrollo establemente integrador (que cumpla entre otras con la condición de no ser fácilmente desmontable por un cambio de coalición gobernante: un modelo de desarrollo es tal cuando, entre otras cosas su reversibilidad es costosa), en tanto no ha logrado disminuir suficientemente los niveles de exclusión social y no cuenta aún con los contrapesos suficientes al predominio avasallador del capital concentrado en pocos conglomerados dominantes en los principales mercados, logrado con considerable éxito por las reformas posteriores a 1974. La estrategia seguida, como conjunto más o menos ordenado de políticas que se orientan en una misma dirección, no ha consolidado aún un nuevo modelo de desarrollo entre otras cosas porque, así como se han desarrollado políticas orientadas a la equidad, no se han modificado lo suficiente otras que se orientan en un sentido contrario. En efecto, el desarrollo reciente no es caracterizable, de acuerdo a lo argumentado, como la “continuidad neoliberal”, sino como el resultado de una reconfiguración que combina una pesada herencia, especialmente en materia de exclusión social, (que induce una suerte de path dependency, de dependencia de la trayectoria) con modificaciones de esa herencia en variados aspectos que dan lugar, si de modelística se trata y simplificando el argumento, a un “modelo híbrido”, con simultáneamente componentes de capitalismo salvaje y de Estado social.
¿Cual de esos componentes prevalece y sobre todo prevalecerá sobre el otro en el futuro? Materia de discusión, llamada a perdurar si se prolonga el empate político en el país, o a evolucionar, si ese empate se desanuda, hacia una trayectoria de transición a un modelo crecientemente incluyente de desarrollo o a sufrir una regresión hacia el modelo neoliberal de Estado mínimo, mercado máximo y sociedad civil dispersa, socialmente polarizador, como el que conocimos hasta 1990. Esta segunda transición, además de la político-institucional, a un “modelo de desarrollo democrático igualitario”, supondrá una mixtura de más alta intensidad entre mayores grados de ciudadanía social y políticas públicas explícitamente igualitarias. Mientras, convengamos que la sociedad chilena es hoy heterogénea y fragmentada y está en muchos sentidos todavía desconcertada frente a un incremento de expectativas de bienestar, especialmente de las nuevas generaciones, y frente a la carencia de sentidos fuertes que acompañen los procesos de cambio que experimenta. Mantener la actual “configuración híbrida” consagraría un fuerte déficit de cohesión social, en un país persistentemente dominado por oligarquías económicas concentradas y poderosas y que funcionaría de modo cada vez más desigual y polarizado, fruto de las múltiples velocidades entre ganadores y perdedores de la dinámica económica que el mercado librado a su suerte inevitablemente trae consigo.
Comentarios
tengo un blog... ya, puedes encontrar fotografias
felicidades