La política de la confrontación aguda practicada por la derecha opositora salió derrotada en la segunda vuelta de la elección de gobernadores.
En la primera vuelta se había cerrado la elección (lo que ocurre cuando un candidato obtiene más de 40% de los votos válidos) en 5 regiones. Los candidatos de las fuerzas de gobierno habían ganado con al menos ese porcentaje en Tarapacá, Ñuble, Los Ríos y Magallanes, mientras la oposición lo había hecho en Aysén.
En la segunda vuelta del 24 de noviembre, realizada en 11 regiones entre las dos primeras mayorías, hubo una participación de un 83%, solo un 2% menor que la de hace un mes, que incluía alcaldes, concejales y consejeros regionales. Los votos nulos y blancos sumaron un 11%, a comparar con el 18% en las elecciones de gobernadores en la primera vuelta.
Ahora las fuerzas de gobierno sumaron otras 4 victorias (Antofagasta, donde no pasó a segunda vuelta ninguna candidatura de oposición, Atacama, Valparaíso y O'higgins), mientras vencieron en otras 2 regiones fuerzas de centro independiente apoyadas por el oficialismo (Región Metropolitana y Araucanía, la única ganada por la derecha en 2021), totalizando 10 de las 16 regiones. Las fuerzas de la oposición de derecha ganaron otras 5 gobernaciones (Arica, Coquimbo, Maule, Bío-Bío y Los Lagos, donde no había contendor oficialista en la segunda vuelta), sumando 6 regiones con Aysén. Pero la derecha no logró ganar donde podría haberlo hecho en el papel, si sumaba todos los votos expresados de su sector detrás de quien pasó a la segunda vuelta, especialmente en Santiago.
Cabe tener en cuenta que en la reciente elección de consejeros regionales, la derecha agregada había sumado un 53% de las preferencias. En cambio, las fuerzas de gobierno habían reunido solo un 34% de las preferencias en la elección de consejeros regionales. Si a este poco más de un tercio se le agrega el 5% de la izquierda radical y de las fuerzas ecologistas, se llegó en 2024 a un 42%. Con la DC, el "total progresista" subió a un 46% en consejeros, todavía lejos de la mayoría absoluta.
Por ello el resultado de segunda vuelta para las fuerzas de gobierno y de centro, a pesar que la derecha pasó de gobernar solo 1 región a 6 regiones y que el candidato comunista en Coquimbo y el de izquierda cercano a Maduro en Bío-Bío tuvieron un mal desempeño, es globalmente bastante positivo para las candidaturas distintas a la derecha, en especial si se toma en cuenta las expectativas previas.
La derecha y la ultraderecha habían sumado el 62% de los votos válidos en la elección de consejeros constitucionales de mayo de 2023. Adquirió plena validez la conjetura según la cual este resultado auguraría una alternancia inequívoca en favor de la derecha en la elección presidencial de 2025.
¿Es este el fin de esta historia? En la elección de concejales y consejeros de octubre de 2024, la derecha agregada ya sumó menos que el año anterior, con el mencionado 53% de las preferencias, lo que todavía constituyó una clara mayoría absoluta, aunque expresó un desgaste de casi 10 puntos porcentuales. En comparación, había obtenido solo el 31% del voto en la elección de concejales de 2021, lo que auguró su derrota en la elección presidencial de ese año, que ganó Gabriel Boric con 56% de los votos.
Pero la declinación de la derecha se acentuó en la segunda vuelta de gobernadores de noviembre de 2024, realizada en 11 de las 16 regiones del país. En un formato políticamente binario en 9 de ellas (se excluye Antofagasta, donde no pasó nadie de derecha a segunda vuelta, y Los Lagos, donde no lo hizo nadie de izquierda o de centro) resultaron derrotadas las fuerzas de derecha sumadas globalmente, con solo un 48,8% del voto. En cambio, se produjo un apoyo de 51,2% para las diversas candidaturas "no de derecha", de centro y de izquierda, en las nueve regiones mencionadas, que incluyen las tres principales del país. Aunque puede parecer una conjetura aventurada, tiene sentido preguntarse si el resultado en estas regiones augura o no un nuevo eventual desenlace negativo para la derecha en la segunda vuelta presidencial de 2025. Tendrá que pasar bastante agua bajo los puentes, producirse muchas articulaciones políticas entre "los otros" y, además, bastantes mejorías en la gestión de gobierno, pero la hipótesis no es absurda.
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