Ir al contenido principal

La situación de la distribución eléctrica

En Facebook

Son sorprendentes las reacciones privatistas, incluso en el gobierno (hay ministros que han sido empleados de asociaciones de empresas privadas del sector monopólico regulado que debieran ser más prudentes), frente a un asunto de sentido común: en muchos países la distribución eléctrica es estatal para cautelar el interés público, adicionalmente a la regulación. Es lo que ha dicho con toda razón el ministro Pardow.

Frente a los incumplimientos en el servicio eléctrico, ha surgido la idea obvia de introducir un actor estatal nacional. Algunos dicen que el Estado chileno no tiene como financiar inversiones. Los privados tampoco: van a los mercados de capitales. El Estado también lo puede hacer, y a un costo inferior.

En el debate reciente hay una situación curiosa. Los que, por ideología liberal, se oponen a que opere una empresa estatal chilena en la distribución eléctrica para mejorar la continuidad del servicio, como Endesa hasta la década de 1980, están prefiriendo la operación de empresas estatales italianas y chinas y a las que esa continuidad, como se demostrado, no les importa mayormente, aunque estén bien remuneradas por tarifas atractivas para obtener utilidades. Su rentabilidad sobre capital en la operación de distribución debiera ser publicada periódicamente, por lo demás.

La combinación del sistema de contratos de largo plazo desde 2015 para la distribución regulada y la fijación de tarifas a costo marginal ha derivado en altas tarifas, congeladas desde 2019 y ahora sometidas a una recuperación progresiva. La distribución eléctrica tiene costos marginales (en la última unidad de servicio) decrecientes, por lo que lo eficiente es que opere una sola empresa en cada zona de cobertura, pero sujeta a una tarifa pública que refleje los costos medios y tenga incentivos para disminuirlos. Dado que la distribución eléctrica es por esta razón un monopolio natural la pregunta que surge es si una estatal chilena prestaría más atención a la continuidad del servicio. Como en ese caso el gobierno sería el responsable ante la gente, la respuesta es si. Por lo demás, hay empresas estatales en Chile que funcionan bastante bien, como Enap y el Metro, y son claves para el interés público. Codelco y Enami, en cambio, están al debe y deben mejorar con urgencia, aunque por mucho tiempo no se las ha dejado invertir para mejorar por políticas de inspiración liberal absurdas, como las que se han vuelto a manifestar en el debate sobre los cortes de electricidad.

Una empresa estatal de distribución eléctrica puede funcionar adecuadamente y permitir una mejor regulación pública del servicio en tanto le provee información crucial sobre la operación del sistema. Además, en la provisión de electricidad debiera transitarse a un sistema en el que el generador de energía la ofrezca de manera competitiva a los usuarios finales, como en el segmento de clientes libres, pagando una tarifa fija regulada de uso de la red de distribución. Un sistema de oferta competitiva por los generadores de electricidad existe en diversos países.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El derrocamiento

Versión actualizada en septiembre de 2024 del artículo aparecido en Políticas Públicas . _________ El 11 de septiembre de 1973 se produjo el derrocamiento de un gobierno  democrático legítimo, seguido de una represión violenta en manos de una dictadura militar que duró cerca de 17 años. Esta fue  apoyada por una derecha civil que incluso se  propuso prolongarla  al menos hasta 1997 , con Pinochet a la cabeza, intento de legitimación que fue derrotado en el plebiscito de 1988. Los puntos de vista más serenos sobre el episodio de 1970-73, crucial y trágico de la historia de Chile, no han sido los más frecuentes. Más bien, siguen arreciando desde los sectores conservadores las descalificaciones del proyecto histórico del gobierno de Salvador Allende y la experiencia transformadora que llevó a cabo bajo una  lógica de ampliación de la soberanía nacional y de redistribución democrática del poder. Y también los esfuerzos por negar  la vigencia del ejemplo de consistencia y dignidad del  pres

Ética de la convicción y ética de la responsabilidad

En estos días hay quienes han relanzado el debate sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, para descalificar una vez más a la primera en nombre de la segunda. Tal vez puede ser de interés transcribir un extracto de mi libro "Remodelar el modelo" de 2007, de LOM Ediciones. Desde 1990 hay quienes han manifestado su preferencia por la llamada ética de la responsabilidad por sobre la ética de la convicción , siguiendo la distinción weberiana . La primera ha dado justificación a una especie de pragmatismo blando que ha devenido en una práctica política crecientemente conservadora. Sin la segunda, no hay posibilidades de realizar cambios modernizadores que sean un auténtico avance para quienes están en una posición subordinada en la sociedad. El más elemental realismo indica que las posibilidades de modificación de las situaciones de subordinación dependen de convicciones que inspiren acciones colectivas persistentes . La dialéctica entre el

Más sobre el embate del gran empresariado: ¿qué hay de los indicadores básicos y de la productividad?

En El Clarín de Chile En el debate sobre el estado de la economía y la sociedad chilena que ha intentado suscitar parte del gran empresariado (“hoy somos más pobres que hace 10 años”), hay que distinguir entre plazos cortos y largos e intentar no nublar la mirada con datos parciales y circunstancias del momento. Lo que nunca es recomendable es buscar satisfacer sin consideración con los hechos las visiones a priori que se pueda tener sobre los modelos y políticas que se consideren mejores o peores. Son legítimas -cada cual tiene inevitablemente maneras propias de situarse en el mundo- y no hay tal cosa como la plena “objetividad” en la apreciación de las situaciones políticas, sociales y económicas, pero hay afirmaciones basadas en algún tipo de evidencia y otras que no lo son en absoluto. En este caso, todos los indicadores económico-sociales, sin excepción, revelan avances en la situación del país en la última década, aunque a cada cual le podrá parecer mucho, parcial o poco. Es la