La partida de Jacques Chonchol

Falleció ayer Jacques Chonchol, rodeado de los suyos, después de una fructífera vida, a los 97 años. Fue el protagonista principal del fin del latifundio en Chile, la expresión directa del neocolonialismo oligárquico, y a la vez un hombre sencillo y llano y un académico de vasta trayectoria.

Como agrónomo y planificador formado por Jorge Ahumada, trabajó en la CORFO, la CEPAL y la FAO en México y en Cuba en la reforma agraria, y luego en Chile, dada su militancia en la falange y luego la Democracia Cristiana desde la universidad. Dirigió el Instituto de Desarrollo Agropecuario en el gobierno de Eduardo Frei Montalva entre 1964 y 1968. En su opinión, no se avanzó lo suficiente en la reforma agraria chilena a partir de la reforma constitucional y la ley de 1967. Pensaba que debía ser rápida y masiva, aunque fuera difícil, pues la gradualidad provocaría la desestabilización de la inversión y de la producción. En 1969 se sumó a las fuerzas que apoyaron a Salvador Allende. Fue parte de la creación del MAPU, como escisión de la Democracia Cristiana, partido del que fue precandidato presidencial, y en 1971 se sumó a la Izquierda Cristiana, más acorde con sus convicciones cristianas. En 1970-1972 fue nombrado ministro de Agricultura por el presidente Allende y dirigió la culminación de ese proceso en el marco de la ley de 1967.

Su labor incansable para transferir tierras a los campesinos desde los grandes latifundios y defender su dignidad, lo que siempre resaltó con fuerza, así como el reconocimiento del derecho a la tierra del pueblo mapuche, suscitó grandes odiosidades en su contra. Muchos lo quisieron ver asesinado, especialmente una vez que se desató la fuerza oscura del militarismo y la represión sin límites, promovido por la recóndita furia oligárquica. Después del golpe de 1973, logró refugiarse, acompañado por su gran amigo Andrés Aylwin y por Mariano Ruiz-Esquide, en la embajada de Venezuela, país en el que gobernaba Rafael Caldera. Allí estuvo 9 meses sin que lo dejaran salir. Lo propio ocurriría con mi padre asilado en la misma embajada, también ministro del presidente Allende, en la que convivieron en esa prolongada incertidumbre. Los dos fueron a los que por más tiempo la junta les negó un salvoconducto para salir del país. Yo había partido de Chile hacia Bogotá en 1973 con María Edith, su cariñosa y brillante mujer brasileña ya fallecida, y con Diego, su entonces pequeño hijo, junto a mi madre y mi hermano menor, en un avión de la fuerza aérea colombiana, y de ahí a Caracas. María Edith seguiría a Francia, donde yo iría más tarde al aprobar el bachillerato. Finalmente, Jacques llegó a París y se incorporó por décadas al Institut des Hautes Études de l'Amérique Latine de la Universidad Sorbonne Nouvelle, lugar en el que se desempeñó como destacado académico y también como su director.

La familia Chonchol me acogió al llegar a Paris a los 17 años en 1974 para estudiar economía y así tuve el privilegio de conocer al ser humano Jacques Chonchol y su generosidad y bonhomía, hace ya tantos lustros. Ahora, con la pena de su partida, cabe homenajear la vida y trayectoria de un hombre valiente, honesto y de grandes convicciones, que marcó una huella en la historia de Chile y desde luego en quienes lo conocimos.

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