Más allá de la coyuntura

En El Mostrador

El Gobierno del Presidente Boric es fruto de procesos difíciles y contradictorios. Derrotó por un buen margen a la extrema derecha, pero sin obtener mayoría parlamentaria, mientras ha debido luego enfrentar una realidad política e institucional adversa, con una derecha cada vez más radicalizada. El cuadro económico internacional no lo ha ayudado, agravado por un Banco Central que se ha empeñado en provocar una recesión en medio de la redefinición institucional del país. Y ha debido encajar dos derrotas de envergadura: la de las urnas del 4 de septiembre pasado y la ocurrida en el Parlamento el 9 de marzo en materia tributaria.

El Presidente Boric conformó su Gobierno enfrentando una gran fragmentación política de quienes lo apoyaron en segunda vuelta, y con algo así como dos coaliciones competitivas antes que integradas, y que todavía no llegan a ser una alianza para el período de gobierno. Los llamados a redefinir su programa tienen poco sentido, salvo que se entienda que se trata de deliberar con sus fuerzas de apoyo, lo que debe hacerse periódicamente, sobre los componentes de la agenda gubernamental etapa a etapa. Esta agenda debe incluir temas a plantear sin mayoría parlamentaria posible, pero válidos como opciones a discutir ante la ciudadanía y que saquen a la derecha y las oposiciones al pizarrón, y otros que deben construir una mayoría parlamentaria, con la que a priori el Presidente no cuenta, para evitar la parálisis gubernamental.

Todo esto ha obligado al Presidente Boric a realizar ajustes periódicos para consolidar su apoyo político. Quiso, además, innovar en diversos aspectos, como es propio de toda generación que aspira a cambiar lo existente, lo que no puede sino saludarse. Pero tal vez ha faltado una consideración mayor de aspectos estructurantes de la gestión del Estado.

Todos los Estados-nación en la historia se organizan alrededor de un núcleo de cinco funciones básicas: la mantención del orden interno, la administración de justicia, las relaciones exteriores, la defensa nacional y la gestión de las finanzas públicas. Se trata de las funciones "regalianas" o nucleares del Estado. No es que las demás no sean importantes, sino que éstas son estructurantes y permiten que las otras se puedan llevar a cabo. El sentido común indica que en esas posiciones no cabe experimentar demasiado y que se debe evitar divertimentos e improvisaciones. En la selección de sus responsables tiene sentido nombrar a personalidades con peso entre las fuerzas de gobierno y el sistema de partidos, que contribuyan a su equilibrio y articulación y posean aptitudes para prever y enfrentar situaciones imprevistas y presiones persistentes, además de contar con las capacidades sectoriales pertinentes y prestigio en la sociedad.

La cercanía con la persona a cargo del Estado o las exigencias parlamentarias puntuales, juegan en esto un rol, pero aceptable solo hasta un cierto punto. Cuando los colaboradores no cuentan ni con el peso político ni con la competencia suficiente, pueden terminar por no ser útiles a la tarea del jefe de Estado. Tal vez por ello al cabo de seis, nueve y doce meses, respectivamente, se ha debido producir cambios en tres de los cinco ministerios básicos (Interior, Justicia y Relaciones Exteriores).

La tarea que enfrenta el Presidente Boric es inmensa. Su Gobierno está impelido en primer lugar a morigerar sin dilación, y en alianza con una fuerte coalición latinoamericana, la crisis de la migración ilegal originada en Venezuela, en la que Sebastián Piñera tuvo un rol destacado. Esta coalición tendrá que ayudar a la superación de la crisis política y económica en ese país por vías democráticas y hacer retroceder las sanciones estadounidenses que agravan dicha crisis, para lo que ahora Chile cuenta con mejores aliados con los gobiernos de Petro en Colombia y Lula en Brasil.

Y deberá hacer todo lo posible para culminar con éxito avances tangibles en el progreso democrático y social del país. Esto involucra orientar y ampliar en la sociedad, en la política y en el Parlamento (así como en la instancia constitucional que se elegirá el 7 de mayo) una coalición de consistencia y amplitud suficiente para la creación del nuevo sistema institucional, que reemplace por uno mejor el fenecido sistema de pactos forzados de la transición. Y también resquebrajar, aunque sea en parte, la intransigencia de la hiperelite económica en materia tributaria, laboral y ambiental y en materia de captación para Chile de las rentas de los recursos naturales, en especial, el cobre y el litio. De otro modo, no se podrá avanzar a una mejor democracia, una mayor protección social y un nuevo dinamismo productivo, que es la plataforma programática básica de este Gobierno, y se aumentará el caldo de cultivo para la eventualidad de un triunfo de la extrema derecha en 2025.


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