Economía: ¿cae o mejora la actividad?
El Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) más reciente (octubre) fue presentado por la prensa como una caída de la economía por segundo mes consecutivo, en este caso de -1,2%, al compararse el dato del mes con el mismo del año anterior. Pero si se considera la comparación del dato corregido de efectos estacionales con el del período inmediatamente anterior, en este caso el mes de septiembre, entonces la economía creció en 0,5%.
Esta es una muy buena cifra, pero que debe tomarse con cautela, pues se explica casi íntegramente por la fuerte recuperación de la minería en octubre, y en una proporción pequeña por una cierta reactivación del comercio, en medio de caídas de la actividad industrial y de servicios. En una perspectiva más larga, son los servicios los que vienen sosteniendo la actividad, como se observa en el gráfico adjunto.
Se puede constatar la mejoría reciente de la actividad agregada después de los malos datos de abril a julio de 2022. En esos meses se manifestaron con especial fuerza los efectos de las alzas sistemáticas de las tasas de interés de política monetaria del Banco Central (hoy en 11,25%), las caídas de los salarios reales por la inflación importada de combustibles y alimentos y una brutal caída del gasto público de -25% programada por el gobierno saliente.
Es pertinente, además, observar la evolución en períodos trimestrales. En el primer trimestre de este año se registró una caída desestacionalizada respecto al anterior de -0,6%, en el segundo se produjo un leve aumento de 0,1% y en el tercero una nueva caída de -1,2%. El crecimiento promedio del Imacec del trimestre móvil agosto-octubre fue, en cambio, de 0,6%.
Los nuevos datos abonan la interpretación provisoria de una economía chilena que, a pesar del golpe inflacionario externo desde marzo que ha erosionado los salarios reales, y de la política monetaria y fiscal ultra restrictiva, hasta aquí muestra un importante grado de resiliencia. En la jerga macroeconómica, esto se denomina “histéresis” (concepto que viene de la física de los materiales y se empezó a usar en este ámbito por Blanchard y Summers en 1986) pero en este caso de signo inverso: la política macro contractiva afecta a la actividad, pero se prolongan efectos expansivos previos.
Una clave será la evolución futura del empleo. Según la Encuesta del INE para el trimestre móvil terminado en octubre, la tasa de desempleo desestacionalizada viene aumentando desde junio y subió a 8% de la fuerza de trabajo. Hace tres años en la misma época, su nivel fue de 7,2%, mientras se situó en 7,6% entre enero y mayo de este año y había llegado a 7,9% en septiembre.
Con esta evolución se completó un período de 5 meses de deterioros consecutivos, aunque relativamente leves. Por su parte, la tasa de desempleo ampliada calculada por el INE, que incorpora a las personas dispuestas a trabajar pero que no buscan empleo activamente, alcanzó un 15,6% en octubre (hace un año registró un 16,4%), casi el doble de la tasa convencional. Esta es una aproximación más realista a la hora de evaluar la magnitud del desempleo, junto a observar la evolución de la población inactiva.
En el trimestre móvil agosto-octubre, la ocupación total registró un 4,9% de incremento respecto a un año atrás. Pero su ritmo de expansión es menor que el de los trimestres móviles previos, lo que se reflejó en la tasa de desempleo. El gráfico anexado más abajo reseña en línea azul la evolución de la fuerza de trabajo (ocupados más desocupados) y en línea roja la de la ocupación total. Se puede observar que ambos componentes han tenido una evolución similar y no recuperan aún su nivel previo a la crisis de la pandemia en 2020. Esta más lenta recuperación del empleo que la producción la predijimos en el momento de la crisis, pero no por una perspicacia particular sino por una razón simple: la evidencia muestra que es mucho más fácil destruir empleo que volver a crearlo. A la vez, en choques como la pandemia se producen incrementos de productividad en algunos sectores, en los que se empieza a producir más con menos gente.
Por su parte, la población inactiva (línea verde) experimentó un fuerte incremento con la crisis, descendió desde el segundo semestre de 2021 y ahora se encuentra estancada, y muy lejos del nivel previo a la crisis.
Si alguien piensa que el país no enfrenta un problema serio con el empleo, está equivocado a la luz de esta evidencia.
Además, se observa que el empleo asalariado formal (cotizantes dependientes) fue en agosto (últimas cifras disponibles) superior en 353,5 mil al del mismo mes de hace tres años atrás y superior en 272 mil al del nivel inmediatamente previo a la crisis. Por contraste, el que está lejos de recuperarse es el empleo por cuenta propia y el empleo informal. Pero se ha evidenciado una evolución preocupante en el área del empleo formal entre enero y agosto de este año, pues se produjo una pérdida de 104 mil empleos dependientes formales en ese lapso, es decir una caída de -1,8%, como se observa en el segundo gráfico adjunto. Cabe señalar que la caída se concentró en mayo y que desde entonces no hay más pérdidas de empleo asalariado formal, sino incluso un leve aumento.
Como la producción, el empleo se encuentra en una situación expectante y puede evolucionar hacia un deterioro mayor o hacia una recuperación. Dependerá en el futuro próximo de la relajación o no de la política monetaria y fiscal restrictiva actualmente vigente y de la evolución de la demanda interna y del entorno externo.
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