Otro breve ministro de Hacienda
En el gobierno de Bachelet II, la idea de un ministro de Hacienda inamovible, bastante absurda en democracia, se interrumpió por primera vez desde 1990 con la salida de Alberto Arenas y su reemplazo por Rodrigo Valdés. El exceso de ortodoxia proempresarial de este último, incluso en materias ambientales, llevó a que su gestión fuera breve y fuera sustituido. Bachelet II tuvo tres ministros de Hacienda, como será el caso de Piñera II.
Después de un crecimiento lento en el gobierno de Bachelet II (1,8% promedio de expansión del Producto Interior Bruto) y un crecimiento de 3,9% en 2018, la economía chilena ha sufrido dos impactos inéditos en muy poco tiempo: una revuelta social de gran envergadura en 2019 y los efectos de la pandemia de COVID-19 en 2020. En octubre de 2019 se produjo una caída de -5,8% de la actividad económica respecto al mes anterior, seguida de una rápida recuperación en los meses siguientes. El año 2019 cerró con crecimiento de un 1,1%.
El proceso de rechazo social al modelo económico de Estado mínimo y de desregulación máxima, una vez que se terminara por colmar el vaso en la percepción colectiva de abusos y desigualdades, también implicó la caída del ministro de Hacienda de Piñera I, Felipe Larrain. Éste había repetido en el cargo en Piñera II luego de una gestión que se benefició de la política fiscal activa de finales del gobierno previo y de un muy buen precio del cobre. Pero su desgaste, que no se situó en los resultados sino en el estilo patricio y en frases como la de las flores, que sonaron despectivas frente a la realidad económica cotidiana de la mayoría, lo hizo caer en medio del tráfago de la rebelión social.
Pasó a ocupar el cargo de ministro de Hacienda Ignacio Briones el 28 de octubre de 2019, que pareció inaugurar un estilo más dialogante, pero poco a poco emergió el peso de la noche y el método de siempre en la derecha: la falta de respeto por todo interlocutor que no sea de su grupo de pertenencia o que defienda intereses distintos a los oligárquicos. Y no supo actuar frente a la irrupción de la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, que provocó una recesión aguda en abril-mayo y una cierta recuperación posterior, con una caída promedio en el año del orden de -6,5%. Ante esta crisis, el propio ministro Briones reconoció que sus medidas habían llegado tarde. Agreguemos que tuvieron un sesgo derechamente proempresarial, con el grueso del gasto fiscal y tributario concentrado en medidas de alivio de las empresas más grandes.
Su gestión consagró, además, una peligrosa pérdida de gobernabilidad en materia económica. En el período de Briones se evitó una depresión de dos dígitos solo por la inyección en el consumo de las familias del orden de un 10% del PIB de ahorros previsionales, en contra de la opinión de un gobierno sobrepasado. Los dos retiros terminaron de destruir el sistema de AFP para los sectores de ingresos bajos y medios, pero constituyeron una inyección para la demanda de consumo de los hogares en el corto plazo que permitieron al gobierno salvar el año, pero que el enfoque ortodoxo de Briones le impidió conducir de mejor forma. Debió haber utilizado a tiempo y más activamente el instrumento fiscal y la política de ingresos antes que permitir el mero desborde del retiro de ahorros previsionales.
Volver a alcanzar los niveles de actividad de marzo de 2020 tomará, en este contexto, probablemente hasta 2022. La recuperación ha recorrido solo poco más de la mitad del camino y requerirá de nuevos planes de sostenimiento de los ingresos de las familias y de creación de empleos. No olvidemos que la evolución de la epidemia de coronavirus en Chile mantiene una amenaza latente sobre la actividad económica, mientras la recuperación de las actividades de servicios, las más afectadas por la crisis, se mantiene como una incógnita.
Como hemos reiterado en columnas previas, si el gobierno hubiera ampliado el gasto público en un 5% adicional del PIB al iniciarse la crisis del coronavirus en marzo -financiando el mayor déficit con el uso más intenso de las reservas fiscales y de un endeudamiento al que hoy el gobierno puede acceder a bajo costo- la caída de la producción hubiera sido mucho menor que la experimentada en el segundo trimestre. El gobierno no actuó sobre la demanda de consumo de las familias de menos ingresos a través de transferencias más importantes por Ingreso Familiar de Emergencia, Seguro de Cesantía y Pensión Básica Solidaria. Prefirió concentrar los recursos en aliviar la situación tributaria de las empresas, otorgando más plazo para el cumplimiento de las obligaciones y eliminando temporalmente el impuesto al crédito. Sus programas en la materia han tenido un impacto preferente en las de mayor tamaño.
Entre tanto, el gobierno entregó bonos por una vez y terminó con el Ingreso Familiar de Emergencia establecido entre mayo y octubre, que cubrió unos 8 millones de personas. Aunque este subsidio se situó por debajo de la línea de pobreza, mucho peor es ahora la situación para las personas que buscan trabajo y no lo encuentran (954 mil en septiembre-noviembre) o que desearían trabajar aunque no estén buscando activamente un empleo (1,33 millón), según los datos del INE, y para todos los que están percibiendo escasos ingresos por causa de la crisis. El rebote de la epidemia de COVID-19 tiene que ver con la necesidad para millones de personas de salir a buscar cotidianamente su sustento en actividades informales.
El principal déficit de la política de Ignacio Briones fue hacer que la caída de la actividad económica se haya acentuado con la ausencia de medidas de suficiente envergadura de sostenimiento de la demanda de consumo de los hogares y de crédito y subsidio rápido a las pequeñas y medianas empresas, dañando la opción de mantener el vínculo laboral de los asalariados hasta un posterior rebote. Quienes realizan una actividad por cuenta propia en el sector formal y en el informal han sufrido con particular intensidad la combinación de las medidas sanitarias de confinamiento y la caída de la demanda, mientras la participación de la mujer en la vida profesional activa está experimentando un retroceso y no se está creando empleo formal.
El futuro inmediato de la crisis está estrechamente vinculado a la magnitud del impacto que tenga el segundo retiro de fondos de pensiones, a la mantención de una política monetaria expansiva y a la eventual persistencia del incremento del precio del cobre y de la recuperación de la demanda por exportaciones chilenas. Es decir poco que tenga relación con la gestión de Ignacio Briones, cuya principal preocupación fue la nada imaginativa idea de limitar el déficit fiscal en medio de una depresión e intentar amarrar un acuerdo de gasto fiscal que incluye el primer año del próximo gobierno, lo que es simplemente inexplicable desde el punto de vista de quien lo planteó y de quienes lo aceptaron, en procesos de acuerdo que ya han perdido todo sentido.
En este contexto, no es de extrañar que la salida de Ignacio Briones se haya producido por la puerta pequeña, para asumir una candidatura presidencial sin destino, pero que seguramente le alimentará un ego que hoy parece situarse más que nunca por sobre cualquier otra consideración entre los que están a cargo de las tareas públicas.
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