Posteo sobre Piñera y la conspiración




Dice Piñera: "nunca lo voy a olvidar, se desató una ola de violencia sistemática, profesional, organizada con tecnología punta que buscaba destruirlo todo. Querían incendiar el país (...) Ha habido mucha información de países amigos que indican que aquí hubo algo no fue casual y que fue deliberado".


Ha pasado el tiempo y Piñera sigue sin poder armar su teoría de la conspiración con algún antecedente. Ha tenido que mencionar en su entrevista a la Cadena Ser que existía un descontento con el orden existente, pero agregando que lo principal es que alguien planificó todo como una acción en su contra.

¿Podremos ponernos de acuerdo en que aquí hubo una rebelión social, colectiva, detonada por el aumento del pasaje del metro y su cierre abrupto el 18 de octubre, dejando a la deriva a millones de personas en la capital e iniciando un ciclo de protestas masivas en las calles y de desbordes de violencia destructiva, junto a la acción oportunista de delincuentes y traficantes, sin conducción ni representación? ¿Y que el trasfondo, para los millones que se han movilizado, es el rechazo a la desigualdad y los abusos en la sociedad chilena, encarnados en Piñera?

La respuesta represiva virulenta expresó el pánico de Piñera y su círculo. Se defienden señalando que dieron instrucciones para que no se violaran los derechos humanos y que han dado orden de "instruir sumarios" y "enviar los antecedentes a la fiscalía" frente a los casos numerosos y gravísimos de violencia policial. Pero lo esencial de su conducta ha sido mantener los mandos ineptos y violentos de Carabineros y prestarle el apoyo gubernamental a la represión desatada. Esta se ha concentrado más en los manifestantes que en los saqueos (y se ha dado el caso que algunos de ellos fueron organizados por personal uniformado que delinque o por un concejal de RN...).

El gobierno considera los daños a las personas como una suerte de efectos colaterales inevitables y frente a los cuales no hay mucho que hacer, todo en nombre de "mantener el orden". Y no se ha immutado mayormente frente a los casos de muerte por golpes policiales, de heridos por bala, incluyendo por militares, de violaciones y vejaciones múltiples a mujeres y hombres, de daños oculares y de golpizas en las calles y comisarías. ¿Cuánto se demoraron en parar el uso de escopetas con perdigones que era obvio desde el principio que no eran de goma? ¿Qué han hecho Piñera y su gente para parar los disparos a la cara de bombas lacrimógenas? Sin ir más lejos, y para que no se diga que uno reproduce rumores, a mi en una ocasión me pasaron tres muy cerca a la altura del rostro, disparados a corta distancia. Y ahí están los innumerables heridos graves.

Esta es la verdad difícilmente refutable que se expresó ayer en la acusación constitucional votada en el Senado contra Andrés Chadwick. Los hechos, incluso para quienes prefieren la hipocresía y los arreglos entre honorables antes que la contrastación política, han sido demasiado evidentes, masivos e intolerables.

Así pasarán Piñera y su gente a la historia: como los autores de una respuesta violenta, inepta e inconducente a la mayor rebelión social que ha vivido Chile desde las protestas de 1983-1986 y que jamás se imaginaron que podía ocurrir.

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¿Qué contexto falta? ¿Guerrilleros cubanos y venezolanos?¿Los comunistas? ¿El Frente Amplio? ¿La izquierda que considera legítima la movilización social? Hubo un grupo inicial de algunas estaciones atacadas e incendiadas con coordinación operativa, al parecer. Pero las 70 estaciones de metro fueron destruidas por grupos masivos de personas enfurecidas por el cierre del Metro y enceguecidas irracionalmente, que se autorizaron a sí mismas a destruir bienes públicos como un modo de expresar un hartazgo y rechazar el orden existente, algunos de los cuales, pocos, con un algún trasfondo ideológico más estructurado. No lo fueron por alguna organización "que planificó-la-violencia" contra el pobre Sebastián Piñera. ¿Durante siete semanas? ¿Dónde está la evidencia que lo pruebe? Si esa evidencia aparece, entonces discutámosla. Y desde luego en esto la izquierda organizada, que siempre ha defendido cuidar los bienes públicos, especialmente los que son esenciales a la calidad de vida de las mayorías, no tiene nada que ver. Mientras, tratemos de entender lo que ha pasado en Chile con los instrumentos de la razón, no de la paranoia...

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