Medidas económicas tardías


En el primer trimestre de este año la economía se estancó, medida por el Producto Interior Bruto (PIB) corregido de efectos estacionales y en comparación al trimestre anterior. Según el Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) más reciente, en los cuatro primeros meses de 2019 la economía creció en 1,7% respecto al mismo período de 2018. En los dos próximos cuatrimestres la economía debiera aumentar sustancialmente su crecimiento para llegar al 3-3,5% promedio anual, que estableció como meta el presidente Piñera en la cuenta pública del 1 de junio. Esta es una cifra que el contexto internacional no permite seriamente proyectar.

El gobierno decidió el jueves 6 de junio adelantar obras públicas por unos mil millones de dólares en inversiones que se iniciarían en 2019 y 2020 “a través de hacer más expedito el proceso de autorización presupuestaria necesarias para sacar adelante esas obras”. Esto representa un volumen de gasto adicional pequeño con efectos macroeconómicos mínimos, pero cuya “agilización” probablemente incluirá la enésima iniciativa para disminuir los estándares ambientales en los proyectos de inversión.

Por su parte, luego de meses de inacción, porque supuestamente todo iba más o menos bien, el 7 de junio el Consejo del Banco Central por fin se decidió a bajar de la tasa de interés de referencia. Esta pasó a 2,5% desde el 3% vigente desde enero, lo que se explica por los malos datos de la actividad económica y especialmente de la inversión, cuya dinámica el Banco Central ha sobreestimado en el período reciente, así como una caída de las exportaciones mineras e industriales.

Entre tanto, los desocupados sumaron 626 mil personas en el trimestre febrero-abril, un aumento de 3,4% respecto a los 605 mil del mismo período del año pasado, según la encuesta del INE. El empleo creció en 1,4% en doce meses, un buen ritmo. Los cotizantes dependientes (con contrato formal de trabajo) en las AFP aumentaron en el trimestre diciembre 2018-febrero 2019 en 3,3% en doce meses, según la Superintendencia de Pensiones, lo que indica una tendencia a la formalización del empleo. Pero el 28,5% del empleo es informal, una cifra muy alta en el contexto de los países de la OCDE, aunque baja en el contexto latinoamericano. Las remuneraciones reales crecieron, de nuevo según el INE, en 2,6% en 12 meses en abril de 2019.

Este crecimiento del empleo y de las remuneraciones es el que sostiene el consumo y el que ha permitido que la actividad económica no haya entrado en recesión, en un contexto de caída en la inversión y de las exportaciones.

Esto explica la decisión reciente del Banco Central, pero no explica su carácter tardío, la que viene además a compensar el error de haber subido a fines de 2018 y principios de 2019 esa tasa en 0,25 en cada ocasión, llevándola del 2,5% al 3% en medio de signos que no eran expansivos, especialmente por el contexto externo. Ahora el Banco Central reconoce que “a la luz de la actualización de los parámetros estructurales, la recuperación de la economía no ha sido suficiente para cerrar la brecha de actividad e impulsar la inflación. Por ello, estimó necesario recalibrar el impulso monetario”. La inflación está próxima a completar tres años bajo la meta de 3% anual, por lo que es urgente que el Banco Central revise su concepto de “impulso monetario”, basado en reglas obsoletas frente a una relación entre desempleo e inflación que ha cambiado sustancialmente en todo el mundo (en Estados Unidos el desempleo bajó desde la gran crisis de 2009 de 10% a menos de 4% pero la inflación, contrariamente a las previsiones de los economistas conservadores, ha permanecido en menos de 2% anual) y también en nuestro país.

Todo este episodio confirma el sesgo sistemáticamente recesionista de la política monetaria en Chile y la timidez contracíclica de la política fiscal. Este sesgo tuvo graves consecuencias en 1999 y 2008-9, cuando se aumentaron las tasas de interés en vez de disminuirlas, con sendas caídas evitables del PIB y fuertes aumentos del desempleo.

Los macroeconomistas convencionales en Chile siguen demostrando una gran impericia para manejar el ciclo económico, siempre inestable por la alta exposición a pocos bienes de exportación.

Por el momento, el gobierno y la autoridad monetaria no ofrecen una respuesta suficiente al deterioro del escenario externo. Tampoco lo hizo el gobierno anterior, dicho sea de paso, cuyos economistas no pensaban de manera muy distinta que los del actual. Una respuesta que mantenga una mayor creación de empleo y aumente su calidad solo puede provenir de una política contracíclica más contundente en materia monetaria (bajando todavía más la tasa de interés en los próximos meses) y fiscal (ampliando sustancialmente la inversión pública y el apoyo a la construcción y obras urbanas mediante endeudamiento hoy disponible a bajo costo). La derecha en Chile no cree en ese tipo de políticas, y por tanto la economía probablemente languidecerá con tasas de crecimiento bajas. Es de esperar que la cantidad de desempleados no siga aumentando, pues son los que en definitiva sufren las consecuencias de las decisiones equivocadas de política económica y por los que casi nadie habla.

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