Posteo sobre la idea de educación pública de excelencia

Hoy una columna de Arturo Fontaine y Sergio Urzúa defiende apasionadamente la "educación pública de excelencia". Solo que en base a la selección por "alto rendimiento" y "agrupando al alumnado según sus habilidades, conocimientos y aficiones". Sostienen que dado que un 7,1% del 25% de familias más pobres alcanza el rendimiento promedio del 25% más rico en la prueba PISA, ahí debiera apuntarse en prioridad en la política pública. No hacerlo lo llaman "desdén por la excelencia".
El cultivo de la excelencia es fundamental, y no es incompatible con la diversidad en la sala de clases. La inversa también es cierta: agrupar a los de mejores notas en la infancia no es garantía de "mejor rendimiento" y menos de preparación eficaz para la vida, que es el verdadero parámetro de la excelencia. A ello no es ajeno que en Chile los colegios particulares pagados obtengan muy poco rendimiento de sus alumnos aventajados, muy por debajo del promedio internacional de la prueba PISA, y mucho menos que los asiáticos, por ejemplo.
Aquí estamos ante una falacia. ¿Quién podría no estar de acuerdo con reforzar la excelencia? La pregunta pertinente es: ¿para quién y cómo? ¿Por qué no para todos, o al menos para el máximo posible, lo que es mucho más que el 7,1% del 25% más pobre? Algunos sostienen que la excelencia se logra con mucho mayor disciplina y exigencia, lo que comparto. Pero siempre que agreguemos estimular también la creatividad y los intereses diversos de cada niño/a y joven, sin imponer patrones de éxito y seleccionando (más bien especializando vocaciones) en la etapa final en la escuela y en el acceso y evolución en la educación superior, y con criterios variados y no solo por las notas.
Muy bien, ese es el objetivo. Pero siempre habrá quienes tengan más dificultades, vidas familiares y personales con más problemas y/o bajos capitales culturales de inicio. ¿Hay que dejarlos abandonados? Los que así piensan no debieran después quejarse del incremento de la delincuencia, pues está demostrada la alta incidencia de la pobreza infantil y de la educación precaria en posteriores conductas antisociales. ¿O la idea es a lo más orientarlos a carreras supuestamente técnicas? ¿Qué pasa con los recorridos de vida en los que tantas personas de "bajo rendimiento" escolar y de infancias difíciles, con su socialización y esfuerzo posterior construyen horizontes positivos para sí mismos y su entorno?

Y sobre todo, ¿qué pasa con la experiencia de la diversidad, con la empatía humana y social, con el compartir con el distinto, con una sociedad no fragmentada en guetos sociales? Ni una palabra. En nuestra opinión, un factor de "rendimiento" es también aprender a convivir con los demás, lo que ayuda a lograr una educación integrada con alumnos de diversos rendimientos y capitales culturales. Pero estos columnistas, como tantos otros, no pueden salir de la pulsión del "vivir entre si" y del mundo del privilegio. Por sobre todo, nada de mezclarse con gente de otra condición social. ¿No seguirá rondando por ahí Andrés Bello con su idea clasista según la cual “el círculo de conocimiento que se adquiere en estas escuelas erigidas para las clases menesterosas, no debe tener más extensión que la que exigen las necesidades de ellas… lo demás no sólo sería inútil, sino hasta perjudicial (…) se alejaría a la juventud demasiados de los trabajos productivos” (1836)?

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