Accidentes electorales
La renuncia del senador Manuel José Ossandón al partido Renovación Nacional se ha producido, al parecer, para evitar probables condicionamientos o vetos partidarios a una candidatura presidencial suya. Por su parte, la declinación de la candidatura a alcalde de Santiago de Joaquín Lavín, que implícitamente conllevaba una eventual prolongación presidencial relegitimada hacia 2017 ante la ausencia de personalidades competitivas en el partido UDI, contribuye también a reconfigurar el panorama de la elección presidencial que tendrá lugar en unos 16 meses más.
La tradicional idea del candidato providencial que se impone por su propio peso, en este caso la del ex presidente Sebastián Piñera en la derecha, suma un potencial detractor menos (Lavín), pero un real, y en cierta medida poco previsible, desafiante (Ossandón). Emerge una primera incógnita, hasta donde se puede observar en el escenario actual de la política chilena, que es la de si Ossandón llevará el desafío hasta una primera vuelta presidencial o bien aceptará participar en una primaria de la coalición Chile Vamos. Y se presenta una segunda incógnita, que es la de si Sebastián Piñera aceptará someterse a una primaria con Ossandón y otros, a lo que los ex -presidentes (con excepción de Michelle Bachelet, lo que habla bien de sus convicciones democráticas) suelen no inclinarse con mucho entusiasmo, dado el peso bonapartista tradicional de la función presidencial en Chile.
La próxima elección para la primera magistratura se dirimirá con una alta probabilidad en una segunda vuelta, la que alineará –como viene ocurriendo desde la elección de Ricardo Lagos- a un candidato emanado del universo de la derecha y a otro (u otra) del universo de la centroizquierda. Pero no es posible dejar de considerar sin más, aunque su probabilidad de ocurrencia sea baja, un “accidente electoral”. Este pudiera emanar de un escenario de amplia diferenciación de candidaturas competitivas en la primera vuelta presidencial, estimulada por la necesidad de cada partido de tener un soporte presidencial afín para sus candidaturas parlamentarias en el contexto del nuevo sistema electoral con mayor proporcionalidad que se inaugurará el año próximo.
En efecto, no se puede excluir que pasen a segunda vuelta dos candidaturas de derecha que logren convocar a segmentos sociales y electorales diferentes y a amplios universos de descontentos, frente a varios candidatos de la Nueva Mayoría que pudieran presentarse debilitados por la falta de renovación y por la impopularidad del actual gobierno, junto a varios candidatos dela izquierda no tradicional o de expresiones políticas menos clasificables pero con capacidad de motivar a electores que suelen abstenerse. Es decir, se puede presentar un escenario con algo así como dos candidatos de derecha que eventualmente alcancen un 25% y un 20% respectivamente, con dos candidatos de la Nueva Mayoría (uno de la DC y otro del PS-PPD-PR-PC) que reúnan cada uno menos de 20% y el resto repartido en candidaturas no tradicionales dispersas.
La posibilidad de construir un escenario de esas características debiera motivar a Manuel José Ossandón a llevar su candidatura hasta la primera vuelta presidencial en 2017. Y hacer meditar a la centro-izquierda acerca de si su dispersión actual no podría prefigurar un colapso político mayor el año próximo. Y a la izquierda no tradicional acerca de la necesidad de reagruparse más allá de las capillas que se han ido prefigurando y que la alejan a día de hoy de toda capacidad de incidir en la agenda pública, que a fin de cuentas es el sentido de la acción política.
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