En El Mostrador
El problema con el enfoque ortodoxo de política monetaria es que crea una dificultad persistente: no permitir un crecimiento razonable de la producción y del empleo, es decir sustentado en las capacidades productivas y de importación existentes y en el estímulo de la inversión sostenible, en nombre de luchar contra la inflación externa.
El Informe de Política Monetaria del Banco Central de junio señala: "La principal causa del aumento de la inflación en nuestro país sigue siendo el excesivo aumento del gasto en 2021, lo que provocó una fuerte presión sobre los precios de los bienes y servicios". Esto es simplemente absurdo, pues los propios datos del Banco Central muestran que, en términos desestacionalizados, tanto el consumo de los hogares (-0,3%) como la inversión (-5,9%) han bajado en el primer trimestre. Seguirán haciéndolo por el triple efecto del fin de los retiros y de las transferencias de emergencia, la caída de los salarios reales y el propio aumento excesivo de tasas de interés por el Banco Central.
Las presiones futuras de demanda interna no son tales y menos en el horizonte de 24 meses con la que debe operar la meta de 3% de inflación del Banco Central (una de 4% sería más pertinente en un contexto de mayor inflación externa, dicho sea de paso, ver mi columna al respecto).
La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos subió recientemente por segunda vez, frente a las presiones inflacionarias, la tasa de interés de refinanciamiento. Con este ajuste, quedó fijada en un rango de entre 1,50% y 1,75%. El Banco Central de Chile aumentó la tasa de interés de política monetaria sucesivamente desde 0,5% en junio de 2021 a 9,0% en junio de 2022. Se podrá notar la diferencia de magnitud. En un caso, moderación para evitar una recesión. En el otro, precipitación para provocar, según su voluntad declarada, una recesión. Dos opciones, dos políticas.
Es impresionante ver que las autoridades de un Banco Central declaren que la inflación importada debe combatirse mediante una recesión que dure hasta el año próximo. Rosanna Costa declaró que “es absolutamente necesario el ajuste de la economía que vamos a tener el 2023 para que (...) converja la inflación”. El Banco Central prevé -0,5% de PIB en 2023 y le parece muy bien, sin ninguna consideración sobre el empleo y el sufrimiento económico y psíquico de las familias afectadas directamente y de los asalariados que temerán perder su empleo.
Más aún, se permite señalar por escrito en su informe que "reducir la inflación es una tarea prioritaria para el país". La misión del Banco Central es mantener bajo control la inflación en un horizonte de dos años, no en cada coyuntura. Y punto. Ciertamente no le corresponde declarar qué es o no prioritario para el país, por mucho que contener la inflación lo sea, pero siempre en un contexto de problemas públicos diversos, entre ellos el del desempleo, los que deben ser arbitrados por las autoridades democráticamente electas y por nadie más.
Por su parte, el ministro de Hacienda y ex presidente del Banco Central, Mario Marcel, comentó hace algunos días que las próximas alzas de tasas "es algo que el Banco Central tiene que calibrar con cuidado, porque hoy en día, como bien se señala en el IPoM, todas las presiones adicionales en el margen, todas las sorpresas de inflación que hemos tenido, son todas derivadas de los aumentos de precios internacionales, entonces eso el Banco Central no lo va a cambiar mucho con política monetaria". Este es el enfoque que debieran tener los responsables de la política monetaria.
Más ampliamente, los que creen que la inflación externa se puede impedir deprimiendo la economía, que los impuestos deben mantenerse bajos y pagados por los que menos tienen (IVA) y que el gasto social debe ser mínimo, son los mismos que luego se quejan del incremento del comercio ilegal en nuestras ciudades, y, más grave aún, de los saqueos y violencias urbanas, en un trasfondo de reclutamiento creciente de contingentes de jóvenes por el narcotráfico. Se debe evitar que se transformen en situaciones endémicas mediante una amplia batería de políticas y no en medio de una economía deprimida.
El problema con el enfoque ortodoxo de política monetaria es que crea una dificultad persistente: no permitir un crecimiento razonable de la producción y del empleo, es decir sustentado en las capacidades productivas y de importación existentes y en el estímulo de la inversión sostenible, en nombre de luchar contra una inflación externa que será más amplia por un período relativamente prolongado. Los miembros adicionales del consejo del Banco Central y los nuevos aspectos que debe considerar en su política monetaria previstos en la nueva Constitución, debieran ayudar a corregir esta anomalía peligrosa.
Los que solo piden orden, pero sin crear las condiciones sociales y económicas para que ese orden se produzca, no están siendo responsables con el devenir de la sociedad chilena. Es que, al parecer, consideran que no es su tema, sino simplemente el de mantener sus privilegios. De lo demás, que se encarguen el gobierno, la policía y los militares y que se las arreglen como puedan. Pero sin modificar las causas estructurales del malestar social chileno, que son primordialmente la desigualdad y los abusos de poder.
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