La coyuntura económica y el peso de la ortodoxia neoliberal
En El Mostrador
La afirmación de Paul Krugman en mayo de 2014, sobre lo equivocado de los análisis económicos ortodoxos (“lo que hemos descubierto a lo largo de los últimos cinco años es que incluso en una coyuntura que justifica sobradamente que las políticas públicas incrementen la demanda, la mitad de la profesión económica y la mayoría de los responsables políticos encontrarán razones para hacer exactamente lo que no hay que hacer”), parece empezar a hacerse realidad en Chile.
En efecto, comienza a difundirse la especie de que “el Gobierno no tiene ya márgenes de acción” para reactivar la economía. Y este tipo de afirmaciones, que son propias de los ortodoxos criollos que inundan los medios con sus repeticiones sin fundamento, empiezan a escucharse en los voceros oficiales, a veces tan prestos a buscar “respetabilidad” repitiendo, sin más, las afirmaciones de los economistas de derecha menos ilustrados pero con resonancia en la prensa conservadora.
De la crisis de 2009 se salió con una mezcla de déficit fiscal de -4.2% del PIB (que implicó adecuadamente alejarse temporalmente del equilibrio fiscal estructural a partir de las medidas de impulso fiscal de febrero-marzo de 2009) y una baja de la tasa de interés -–erróneamente el Banco Central había subido desde 6% en enero a 8,05% en septiembre de 2008– hasta 0,5% en julio de 2009 y que mantuvo por un año.
Esa algo tardía reacción permitió no obstante recuperar una senda de crecimiento de 5-6% desde 2010 hasta mediados de 2013, en medio de un refuerzo de la inversión de reconstrucción posterremoto, de una ola de inversión minera sin precedentes y de aumentos de las remuneraciones reales. Al concluir el ciclo alto en la inversión y ralentizarse el crecimiento de las remuneraciones –disminuyendo la tasa de crecimiento del consumo de los hogares– la economía se desaceleró, lo que el Banco Central, tan venerado por todo el mundo, no previó en absoluto. Cometió de nuevo el error de mantener la tasa de interés de referencia excesivamente alta para la coyuntura, pero luego enmendó y empezó a disminuirla desde el 5% de octubre de 2013 hasta llevarla al 3% de octubre de 2014, y que mantiene en la actualidad.
Permanece entonces un margen de disminución de tres puntos porcentuales que debiera emplear a la brevedad, a lo menos parcialmente, para ayudar a reactivar la economía, una vez concluida la absorción de la fuerte devaluación del peso del último año y que impactó sobre la inflación, la que ya vuelve a una senda de 3% anual. La devaluación ha sido positiva para reequilibrar la cuenta corriente, pero ha inhibido la inversión en bienes y equipos importados, razón adicional por la cual debe esperarse un menor dinamismo de esta variable en el nuevo ciclo económico, que debe compensarse, al menos en parte, con una mayor inversión pública.
En materia de política fiscal existen evidentes márgenes. El presupuesto de 2015 se ha programado con un déficit efectivo de -2% del PIB y un déficit estructural de -1,1% del PIB. Pero el balance del Gobierno Central en el primer trimestre 2015 arrojó un superávit de 0,1% del PIB estimado para el año, sin que esté contribuyendo a evitar una recesión. La recaudación tributaria ha aumentado más allá de lo previsto por la reforma de septiembre 2014, por lo que el Gobierno debe acelerar el gasto presupuestado. Y si es necesario, como ya lo hizo para abordar los gastos de reconstrucción en el norte, debe, si lo que está en juego es evitar una recesión, aumentarlo, especialmente en materia de inversión.
Y Codelco debe tomar ahora la batuta en materia de inversión minera, ampliando todas sus actividades, mientras el Gobierno debe perseverar en poner fin al contrato con SQM en el Salar de Atacama y constituir una nueva división que explote el litio en ese y otros yacimientos. Los experimentos “público-privados” en Chile se han traducido en esta área en pérdidas fiscales gigantescas y la construcción de un sistema de captura de la democracia por los intereses de las mineras metálicas y no metálicas que no resiste análisis. Estas son dos razones más que poderosas para iniciar con urgencia la reversión de la influencia de la minería privada en el sistema político chileno. Y desde el punto de vista económico, es ahora el turno de la minería estatal para empujar la inversión. Y debe de una vez ponerse en práctica una política más activa de apoyo a la inversión en energías no tradicionales, incluyendo un mayor rol para Enap en la materia.
Un rol más activo de las dos grandes empresas públicas productivas tendría un saludable efecto multiplicador en un período de atonía de la inversión privada. Salvo, claro, que la ideología de los que influyen sobre los que hoy toman decisiones lo impida.
Para una política fiscal activa y contracíclica, el Estado de Chile está además mejor dotado que nadie en América Latina y que la mayor parte de las economías en el mundo, gracias a la política iniciada en el año 2001. A abril, el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) acumulaba US$14.685 millones, mientras el Fondo de Reserva de Pensiones (FRP) acumulaba US$7.961 millones. Los Otros Activos del Tesoro Público y el Fondo para la Educación registraron saldos de US$4.981 millones y US$3.694 millones, respectivamente. Los activos del Tesoro Público totalizaron así unos US$31.322 millones, cifra equivalente a cerca del 13% del PIB. No hay, en el presente, problema alguno de consolidación fiscal y Chile dispone de reservas que se han acumulado con esfuerzo en el pasado reciente. Deben ahora utilizarse para reactivar la economía, porque para ese fin fueron concebidas. Salvo, claro, que los aires de ortodoxia económica que circulan por algunos ministerios lo impidan.
Como observará el lector, en este análisis nada tienen que ver los temas del rechazo empresarial a las reformas tributaria y laboral, que supuestamente estarían afectando gravemente a la economía. No existe una huelga empresarial de inversiones en Chile, existe el paso de un ciclo a otro en las oportunidades y decisiones de inversión, que no será ni el primero ni el último. Se hace presente, y con mucho ruido, simplemente la oposición política de un sector minoritario de la sociedad a progresos sociales indispensables, que cuentan con amplio apoyo ciudadano, como acaba de reiterar un reciente estudio universitario de opinión.
La coyuntura económica tiene su propio ciclo, sus propios instrumentos de regulación, los que no deben confundirse con la posición ideológica dominante de una parte del gran empresariado, que rechaza toda reforma social y a la que le es perfectamente indiferente el mayor o menor dinamismo de la economía para estos fines. Y que suele no desechar oportunidades de inversión cuando estas se presentan o, en todo caso, no el capital extranjero que fluyó abundantemente a Chile en 2014. El Gobierno simplemente debe persistir con sus reformas de interés general y no dejarse influir por cantos de sirena de minorías interesadas, por influyentes que sean. Y utilizar con decisión y sin dilación los instrumentos de política económica de los que dispone.
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