Cambio de gabinete: ¿para las reformas?
La Presidenta Bachelet concluyó su cambio de gabinete con sustituciones de envergadura: el equipo de La Moneda y los ministros de Hacienda y Trabajo, junto a otros cambios. Se requería una nueva iniciativa política y un nuevo equipo económico y social. El nuevo equipo político tiene las condiciones para reestablecer mayores dosis de confianza en el trabajo gubernamental. Los tres nuevos ministros de La Moneda han sido parlamentarios, permitiendo que sean fluidos los vínculos con Valparaíso, lo que es de gran importancia por la densidad de la agenda de reformas y sus derivaciones legislativas.
En cambio, el nuevo ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, ex brazo derecho de Nicolás Eyzaguirre en el período de Lagos, tiene poca experiencia en la materia, pero sí un recorrido gubernamental.
Desde el punto de vista de la coalición de gobierno, no consultada en este cambio -por lo que el sistema de partidos no queda demasiado realzado y a estas alturas uno se pregunta para qué sirve exactamente-, la DC debiera quedar satisfecha por recuperar posiciones de primer plano en Interior con Burgos y Trabajo con Rincón. El PPD otro tanto con el acceso de uno de sus miembros a Hacienda y el Partido Radical con la llegada de Gómez a Defensa. El PC sube a dos ministros, tomando adicionalmente el de Desarrollo Social. El PS, en cambio, queda con sólo tres ministros (Díaz, Furche y Pacheco), lo que no deja un balance muy boyante en materia de influencia en el gobierno para Andrade y el partido de la Presidenta.
La gran pregunta es, ¿hacia dónde sigue la tarea gubernamental? Llevar adelante la agenda de probidad parece ser la tarea más urgente para producir el quiebre del clima de sospechas generalizadas, sin lo cual lo demás estará permanentemente interferido.
Pero las grandes reformas no parecen demasiado bien aspectadas si se considera el nuevo equipo. Jorge Burgos y promover un plebiscito para consultar por una Asamblea Constituyente no parecen ser exactamente un matrimonio afiatado. Al quedar en manos de Jorge Burgos, el equipo político va a tener un sesgo más conservador, pues si bien el convencido reformista Marcelo Díaz ocupa ahora la vocería, ésta no suele tomar decisiones; mientras Jorge Insunza se encargará del vínculo con el Congreso, proviniendo de la Cámara y antes de una empresa de lobistas. Las competencias de la ministra Rincón en materia de reformas laborales no son muy conocidas, ni tampoco sus vínculos con el mundo laboral. Y el nuevo ministro de Hacienda no es precisamente un keynesiano convencido, como tampoco el de Economía, en momentos en que la economía necesita un nuevo impulso fiscal y monetario para no empantanarse en el estancamiento.
Las reformas no lucen bien aspectadas, para tranquilidad del arco conservador e inquietud del arco reformador. Pero a veces se producen impulsos inesperados de quienes no se espera.
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