Un Banco Central a la deriva

En El Mostrador

En la actualidad tenemos probablemente el Consejo del Banco Central más partisano y sesgado en sus análisis desde 1990. ¿Qué se puede pensar de una afirmación como la del comunicado de su Consejo del 26 de enero?: "La inflación mundial ha disminuido en el margen, principalmente asociado a los menores precios de la energía. No obstante, la inflación persiste en niveles elevados y las presiones inflacionarias continúan siendo importantes".

Resulta que en diciembre se completaron en Estados Unidos 6 meses de caída del ritmo anual de inflación y el índice de precios de diciembre cayó en términos absolutos por primera vez en dos años. En la zona Euro, la inflación anual bajó en diciembre por segundo mes consecutivo. En China, la inflación no varió en diciembre y permanece en 2% anual. Y los precios que han bajado no son solo los de los combustibles, pues el índice de precios de los alimentos de la FAO cayó en diciembre en -1,9%, el noveno descenso mensual consecutivo, y es un -1,0% inferior al de hace un año, antes de iniciarse la invasión a Ucrania.

Una apreciación más razonable de la situación norteamericana e internacional es la de Susan Collins, presidenta de la Federal Reserve Bank of Boston: "Sigo viendo resiliencia en la economía y eso me hace optimista sobre una senda de reducción de la inflación sin una desaceleración significativa”. Los datos de inflación reseñados y los de PIB de Estados Unidos y Europa así lo confirman. Para el Banco Central de Chile, en cambio, en materia externa "las perspectivas de crecimiento para 2023 se mantienen débiles, aun cuando muestran un acotado ajuste al alza". En todo caso, este sería un factor de disminución de las presiones inflacionarias y no lo contrario.

Pero lo más desconcertante es la apreciación sobre la situación interna: "La inflación sigue siendo muy elevada". Una disminución del ritmo anual desde 14,1% en agosto a 12,8% en diciembre y un índice que creció solo 0,3% en diciembre no es suficiente evidencia aún para una proyección estable. Pero esta inflación mensual es la más baja desde febrero de 2022, justo antes de los efectos de la invasión a Ucrania. De confirmarse como tendencia, más allá de oscilaciones puntuales al alza, situaría la inflación bastante cerca del rango meta de 3% a 24 meses.

La pregunta clave es: ¿tiene una tendencia de este tipo alguna probabilidad significativa de mantenerse? Así se deduce del propio comunicado del Consejo:

1) "El tipo de cambio se apreció en torno a 8%, algo más que monedas comparables. Las implicancias macroeconómicas de la reciente apreciación del peso deberán ser evaluadas en el próximo IPoM". Un alivio notorio de las presiones inflacionarias importadas (que constituyen el grueso del problema) ¡queda para posterior análisis! Vaya uno a entender. Por el momento, el precio del cobre sube y el tipo de cambio sigue devaluándose, aliviando todavía más la inflación importada.

2) "Las condiciones de oferta permanecen restrictivas y la demanda ha seguido debilitándose", mientras "en el mercado laboral se sigue observando una baja creación de empleo y descensos en la variación anual de los salarios reales. Todo lo anterior se da en un contexto en que las expectativas de consumidores y empresarios persisten en niveles pesimistas". Nada de eso constituye, como se podrá observar, presión inflacionaria alguna.

Pero la insólita conclusión es que "las expectativas de inflación a dos años plazo continúan por sobre 3%". Esta es una afirmación totalmente subjetiva, sin ninguna evidencia seria que la justifique. Lo que ha ocurrido es que la inflación se ha moderado desde agosto porque lo han hecho precios internacionales claves como los de los alimentos y el petróleo, mientras el dato de PIB desestacionalizado del tercer trimestre muestra una caída anualizada de la producción de -4,9%. Esto es grave, muy grave. La caída del sector de la construcción es totalmente atribuible al aumento excesivo de tasas de interés por el Banco Central, a pesar de las políticas paliativas del Gobierno.

Más preocupante es todavía la conclusión según la cual "la convergencia a la meta de 3% aún está sujeta a riesgos" y que por eso se mantendrá la TPM en 11,25%. Es evidente que toda economía, y especialmente una pequeña y abierta como la chilena, está sujeta a riesgos. El ejercicio a realizar es ponderarlos adecuadamente y proteger a la población de la inflación, pero sin provocar destrozos mayúsculos en la producción y el empleo. Frente a esta perspectiva, el Consejo del Banco Central parece permanecer en completa indiferencia. Nunca debió haber llevado la Tasa de Política Monetaria a ese nivel y debiera disminuirla a la brevedad.

Mientras, el Consejo del Banco Central sigue mostrando una inexplicable intención expresa de provocar una recesión en 2023. Pero esta política no puede sino ser calificada de inútil. Contrariamente a lo que señala su cuestionable modelización, el brote inflacionario de 2022 es esencialmente de origen importado y está en retirada. Y es una política muy peligrosa, pues es de aquellas que se sabe cómo provocan una crisis económica, pero bastante menos cómo se sale de ella, dejando una estela de destrucciones productivas y de pérdidas de empleo, respecto de las cuales, por lo demás, después nadie responde.

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