Cambio de gabinete: una espera decisiva


Después de la petición de renuncia de la Presidenta Bachelet a su gabinete, y el plazo de 72 horas que estableció para conformar uno nuevo, no tiene mucho sentido especular. Salvo -tal vez- constatar que es probable que el ministro del Interior y jefe de gabinete, Rodrigo Peñailillo, será reemplazado o enrocado, y que el de Relaciones Exteriores ha sido confirmado  para que pueda seguir con tranquilidad su gestión en La Haya.

La tarea del ministro Peñailillo hasta el 30 de enero se presentaba bien, con dos grandes activos: haber logrado el cambio del sistema electoral binominal y haber mantenido básicamente en funcionamiento una coalición cuyos polos son los dos grandes actores de la guerra fría en Chile (la DC y el PC), cuya confrontación hasta 1973 fue homérica. Esto es del  orden de la proeza política y debe consignarse a favor de Rodrigo Peñailillo. Pero la pérdida de legitimidad global del sistema político por la evidencia de la gran influencia del poder económico en la política, llegó muy cerca del jefe de gabinete, víctima de un sistema que había naturalizado mecanismos de financiamiento de la política y de campañas por grandes empresas, al margen de la ley, y por insuficiencia manifiesta de la normativa.

Lo que viene para el nuevo equipo de gobierno supondrá abordar la continuidad de las reformas en curso -la de educación y la laboral en particular- y avanzar rápido en un nuevo sistema de financiamiento de la política, que establezca una muralla china entre el poder del dinero y las representaciones ciudadanas. Y que dé curso a las recomendaciones de las comisiones para reformar los seguros de salud, de crecimiento urbano y la que vendrá de previsión. Y, por supuesto, el nuevo equipo deberá dar curso al proceso constituyente convocado por la Presidenta a partir de septiembre.

En este contexto de cambio de gabinete, la tarea de la Presidenta Bachelet se debe colocar en perspectiva. No es una tarea perfecta, pero representa un inmenso cambio cultural en Chile  el solo hecho de que una mujer haya sido elegida, no una, sino dos veces para ejercer la primera magistratura. Además ha conformado la más amplia coalición política de la historia de Chile. También ha encaminado esa coalición a un compromiso con transformaciones sustanciales que Chile necesita. No es poca cosa. Y tampoco lo es, en medio de dificultades más importantes que las que nadie hubiera podido prever, que haya logrado mantener y proyectar, como se ha evidenciado en estas horas, los resortes de poder necesarios para llevar a buen puerto su compromiso reformador. Mientras tanto hay que esperar y ver.

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